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Tribuna:TEMAS DE NUESTRA EPOCA
Tribuna
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Los gastos militares en los países neutrales

La neutralidad no es necesariamente más cara que la política de defensa dentro de una alianza militar, según demuestra el autor de este artículo, en el que se realiza un estudio comparativo de los costes de defensa en los distintos países de Europa. Vicenç Fisas es investigador sobre la paz y los conflictos, y autor del libro Una política de defensa en España. En este texto intenta desmontar los argumentos, surgidos principalmente alrededor de la campaña del referéndum sobre la OTAN, que pretendían descalificar la neutralidad en función de sus altos costes económicos.

Uno de los temas que despertó más polémica en el debate sobre la permanencia de España en la OTAN ha sido, sin lugar a dudas, el coste de la neutralidad.Bajo este mismo título se han amparado y difundido dos discursos diferentes y antagónicos: el que pretende mostrar a la opinión pública que los gastos militares de los países neutrales son muy elevados y, por ello, prohibitivos para España, y, por otra parte, el discurso del movimiento por la paz que ha intentado hacer ver lo contrario, es decir, que el coste de la neutralidad es inferior al coste de una política de defensa dentro de una alianza.

Una controversia como ésta, entiende que sólo tiene solución a través de los datos. Las estadísticas, los números, han de ser los jueces de la polémica, y no la demagogia o el desconocimiento de estos mismos datos. Por ello, nos limitaremos a comentar los datos básicos que nos permitirán acercarnos a la realidad del coste de la neutralidad.

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El primer problema que se plantea es el siguiente: ¿es posible o coherente comparar datos de países tan dispares? Un vistazo al cuadro 1, relativo a los indicadores socioeconómicos de los países neutrales europeos (Austria, Finlandia, Irlanda, Suecia, Suiza y Yugoslavia), pone en claro algunas de estas diferencias. Diferencias, por otra parte, que también se dan -y en mayor medida- en los países que participan en bloques militares. No creo, por tanto, que estas diferencias puedan impedirnos sacar algunas conclusiones generales.

INDICADORES SOCIECONÓMICOS

Si, para empezar, consideramos los datos referentes a la población, extensión y renta por habitante, podemos acordar las siguientes observaciones:

a) A excepción de Yugoslavia, que tiene 22 millones de habitantes, el resto de países pueden considerarse como de reducida población, oscilando entre los tres y ocho millones de habitantes. Si ha de compararse esta variable con el caso español, resulta evidente que nuestro país sólo admitiría comparación con Yugoslavia. Piénsese que la población española es superior a la de Austria, Finlandia, Irlanda, Suecia y Suiza juntas. Este dato va a ser muy importante para observaciones posteriores.

b) En cuanto a la extensión, existen dos grupos claramente diferenciados: un grupo de tres países (Austria, Irlanda y Suiza) con un tamaño francamente pequeño (entre 41.000 y 84.000 km2 de superficie), y otro grupo de tres países (Finlandia, Suecia y Yugoslavia) con una superficie más que notable dentro de los parámetros europeos (entre 256.000 y 450.000 km2). Comparando con España, de nuevo nuestro país tiene tina superficie mayor que cualquiera de los seis citados, aunque podría clasificarse perfectamente dentro del segundo grupo, máximo si tenemos en cuenta que la superficie española es sólo un 12% superior a la de Suecia. Es destacable, también el hecho de que la superficie de los países neutrales (1.238.000 km2) equivale al 42% de la superficie total de los países europeos de la OTAN. Cuando hablamos de Europa y, deformada y equivocadamente, pensamos automáticamente en los países de la OTAN, deberíamos tener más presente la existencia de esta gran superficie que permanece neutral y alejada de la dinámica de los bloques.

c) Si analizamos los datos referentes a la renta por habitante, observaremos también la existencia de dos o tres grupos diferenciados. Un grupo sería el formado por Yugoslavia e Irlanda, con rentas que oscilan entre los 3.000 y los 5.000 dólares per cápita, son los países menos ricos de los neutrales. Un segundo grupo lo formarían Austria y Finlandia, con una renta por habitante de unos 10.000 dólares, es decir, el doble o triple del grupo anterior. Finalmente, el tercer grupo lo formarían Suecia y Suiza, con rentas superiores a los 13.000 dólares, siendo éstos unos de los países más ricos del mundo. De incluirse España en este apartado, debería estar situada junto al primer grupo, es decir, con los países de menor renta dentro de los países neutrales. Globalmente, los países neutrales europeos ofrecen una renta media de 7.000 dólares por habitante, una cifra nada desdeñable que supera con creces el nivel español, aunque sin llegar a la media de los países europeos de la OTAN. Así, podemos concluir con que, con excepción de Irlanda y Yugoslavia, los países neutrales tienen una renta por habitante superior a la de España. Neutralidad, por tanto, no tiene nada que ver con pobreza, subdesarrollo y ostracismo; al menos, no necesariamente.

CUANTIFICACIÓN DE LOS GASTOS

El coste de la defensa de los países neutrales se sitúa en unos parámetros mucho más modestos de lo que se cree comúnmente (ver cuadro 2). El país que tiene unos gastos absolutos más elevados, Suecia, no alcanza los 4.000 millones de dólares, a precios constantes de 1980. Esta cantidad es bastante inferior a los gastos militares españoles, que ascienden a 7.478 millones de dólares, si se consideran todos los gastos de carácter militar, o a 5.318 millones de dólares si se contabilizan exclusivamente los del Ministerio de Defensa. Así pues, y es ya un primer dato desmitificador, en términos absolutos, todos los países neutrales gastan menos que España. Es más, los gastos españoles (los globales) equivalen a los de Austria, Finlandia, Irlanda, Suiza y Yugoslavia juntos, es decir, un conjunto formado por 45 millones de personas que habitan una superficie de 778.000 km2,

Los gastos globales de todos los países neutrales (11.097 millones de dólares) equivalen a sólo el 9% de los del conjunto formado por todos los países europeos de la OTAN.

A nivel cuantitativo, los gastos de defensa de los países neutrales pueden clasificarse en dos grupos. Uno estaría formado por aquellos países que tienen unos gastos iguales o inferiores a los 1.000 millones de dólares. Este es el caso de Austria, de Finlandia y de Irlanda. El segundo grupo estaría formado por los otros tres países, Suecia, Suiza y Yugoslavia, con unos gastos que oscilan entre 2.400 y 4.000 millones de dólares. Ambos casos son, a diferencia de las variables que hemos comentado anteriormente, comparables con el caso español, que mantiene un nivel de gastos bastante superior a cualquiera de los países neutrales. Si consideramos los gastos del Ministerio de Defensa exclusivamente, los gastos españoles son un 35% superiores a los de Suecia, duplican con creces a los de Yugoslavia y Suiza, y quintuplican o más a los gastos del resto de países neutrales.

Igualmente interesante parece, también, analizar el ritmo de crecimiento de estos gastos militares a lo largo de los últimos años, con objeto de apreciar las tendencias que se van estableciendo en las políticas de defensa de los países neutrales. Como puede apreciarse en el cuadro 2, el ritmo medio de incremento anual, para el período 1976-1985, ha sido del 0,67% para el conjunto de los países neutrales. En otras palabras: la tendencia de la última década es la de mantener unos niveles de gastos militares prácticamente estancados o con niveles de incremento mínimos. Así, frente a un aumento medio del 3,18% anual para los países europeos de la OTAN, o del 3,85% anual para el conjunto. de la OTAN (incluyendo a Estados Unidos y Canadá), el país neutral que ha mantenido incrementos más elevados ha sido Austria, con un 3,34% anual, seguido de Irlanda (2,17%), Finlandia (1,73%,), Suiza (1,68%» Suecia (0,46% anual). Yugoslavia ha disminuido incluso sus gastos militares, en términos relativos, y a un ritmo medio del 1,24% anual para el período citado.

Si comparamos estos porcentajes con el caso español, observaremos una gran diferencia, desde el momento en que los gastos del Ministerio de Defensa español han venido registrando un incremento medio sostenido del 4,66% anual para el período 1976-1985, nivel éste superior al mantenido por el conjunto de la OTAN. España, por tanto, tiene unos gastos globales más elevados que cualquiera de los países neutrales europeos, y mantiene un nivel de incremento de estos gastos también superior al de cualquiera de estos países. Si consideramos, no ya los gastos del ministerio, sino los globales (Guardia Civil, haberes pasivos, organismos autónomos, etcétera), el porcentaje de aumento es algo inferior, 2,57% anual, pero aun así es casi cuatro veces superior al de la media de los países neutrales. Dicho de otra forma, el modelo de defensa establecido en España requiere un ritmo de gastos superior al que necesitan los países neutrales existentes en este momento en Europa.

¿Qué suponen estos gastos en relación al producto interior bruto (PIB) de cada país?

Si analizamos el cuadro 3, observaremos que, en 1985, los países neutrales europeos mantenían unos niveles relativamente diferenciados. Un grupo de tres países (Austria, Finlandia e Irlanda), mantenía un porcentaje bastante modesto (entre 1,3% y 1,7%); dos países, Suecia y Suiza, mantienen unos niveles ya más elevados, entre 2,2% y 2,9%, que duplican a los del grupo anterior. Finalmente, Yugoslavia es el único país que ofrece un nivel bastante importante (5,2%), sin comparación con el resto de países. La media de todos los países neutrales es, así, del 2,4%, un porcentaje bastante inferior al 3,8% correspondiente a los países europeos de la OTAN, o al 5,6% sobre el PIB que ofrece el conjunto de los países integrados en la OTAN. En otras palabras, los gastos militares de los países neutrales repercuten en el PIB en una proporción mucho menor que los de los países integrados en la OTAN. Estas cifras permiten afirmar, de nuevo, que el coste de la neutralidad es inferior al coste de la permanencia en una alianza militar.

Es más; el mismo cuadro 3 ofrece una interesante estadística referente a la evolución de este porcentaje en los últimos

LOS GASTOS MILITARES EN LOS PAÍSES MILITARES

(viene de la página anterior)años. Como se puede apreciar, excepto Austria, todos los países neutrales han visto decrecer su porcentaje de gastos militares sobre el PIB durante el período 1976-1995, arrojando una media de un decrecimiento del 0,2% anual.

Si comparamos todas estas cifras con el caso español, comprobaremos que el nivel de gastos español, si se considera sólo al Ministerio de Defensa, es inferior al de dos países (Yugoslavia y Suecia), y superior al de los otros cuatro (Austria, Finlandia, Irlanda 31 Suiza), manteniendo un porcentaje equivalente al de la media de los países neutrales (2,4%). Si, por el contrario, consideramos los gastos militares globales, el porcentaje español se sitúa en el 3,3% para 1985, inferior al de Yugoslavia, pero superior ya al de Suecia y del resto de países neutrales. Según estas cifras podemos afirmar, una vez más, que el modelo de defensa español no viene resultando más barato que el establecido en los países neutrales, sino todo lo contrario.

La evolución del porcentaje de gastos militares sobre el PIB, en España, para la última década, ofrece además un incremento de 0,6 puntos si consideramos al Ministerio de Defensa, o de 0,3 puntos si contabilizamos todos los gastos de carácter militar. Ambos porcentajes, al ser de incrementos, son superiores a los mantenidos por los países neutrales, en conjunto e individualmente. Así, por tanto, la repercusión de los gastos militares españoles es mucho más notable que la de estos mismos gastos en las economías de los países neutrales.

LOS GASTOS RELATIVOS

Si dejamos momentáneamente los gastos cuantitativos, y pasamos a ver el impacto de estos gastos por habitante y por km2, los resultados son igualmente interesantes.

Según el cuadro 4, los gastos militares de los países neutrales suponen una media de 208 dólares por habitante " en 1985, es decir, una cantidades muy inferior a los 371 dólares por habitante que supone para los países europeos de la OTAN, o los 557 dólares que debe pagar cada ciudadano perteneciente a un país de la OTAN, incluidos los norteamericanos. Los habitantes de los países que viven integrados en la OTAN han de pagar un 78% más por su defensa (un 168% más si contamos a los norteamericanos) que los habitantes de los países neutrales. La neutralidad, repetimos, se evidencia como más barata que la política de bloques.

Esta repercusión por habitante, sin embargo, no es homogénea en el conjunto de los países neutrales. Cuatro países (Austria, Finlandia, Irlanda y Yugoslavia) tienen un gasto por habitante relativamente modesto (entre 94 y 160 dólares por persona), mientras que otros dos países (Suecia y Suiza) tienen unos gastos más de tres veces superiores (385 dólares en Suiza y 474 en Suecia), superando incluso los niveles de los países europeos de la OTAN. Nótese, porque es importante para comprender este hecho, que estos dos países son los que disponen de una renta per cápita más elevada dentro del bloque neutral, lo que explica que, a pegar de este nivel tan elevado de gastos por habitante, la repercusión en su PIB sea más moderada. En este caso, habría que considerar también otras variables: Suecia es un país muy grande (4.50.000 km2) y Suiza el más pequeño de los neutrales (41.000 km2). Su población, en cambio, no difiere ostensiblemente. Así, una primera explicación a esta aparente contradicción sería el hacer notar la diferencia entre las políticas de defensa de estos dos países neutrales, intensiva en el caso suizo y extensiva en el caso sueco.

La comparación de los gastos militares por habitante de España con los de los países neutrales es también sugerente. Debido a su gran población, España dispone de unos índices relativos por habitante bastante modestos, aunque superiores a los de algunos países neutrales. Si consideramos los gastos del Ministerio de Defensa exclusivamente, España tendría unos gastos de 140 dólares por habitante, superando sólo a los índices de Irlanda y Yugoslavia. Si contabilizamos, sin embargo, el conjunto de gastos militares, obtendremos un total de 196 dólares por habitante, nivel éste muy cercano a la media de los países neutrales y superior a los índices obtenidos por Austria, Finlandia, Irlanda y Yugoslavia. Dicho desde otra óptica, si España optara por una política de neutralidad, no necesariamente habría de aumentar la presión hacia sus ciudadanos para aumentar su participación en los presupuestos de defensa; estadísticamente, la contribución española por habitante es, en la actualidad, parecida a la que realizan los ciudadanos de los países neutrales.

Los datos que hemos ofrecido anteriormente nos parecen particularmente significativos y elocuentes, en virtud de la gran manipulación estadística que este país ha vivido durante la campaña del referéndum sobre la OTAN. En aquellos meses, determinadas instancias interesadas en la permanencia en la OTAN quisieron hacer creer a la opinión pública que España no podía optar por la neutralidad porque implicaría multiplicar, al menos, por tres, nuestros gastos militares. Para afirmar una estupidez de este tipo se valieron de un cálculo elemental consistente en comparar el gasto de defensa por habitante de España y Suecia (140 y 474 dólares, respectivamente). Para ponernos a la altura de Suecia, se nos decía, tendríamos que multiplicar por 3,3 nuestros gastos de defensa. Esta operación oculta algo tan elemental que difícilmente puede pasar inadvertido: el hecho de que los gastos de defensa por habitante son, a su vez, el resultado de dividir el coste total de la defensa por el número de habitantes. Y ahí reside la cuestión. Suecia cuenta con 8,3 millones de habitantes, mientras que España tiene 38 millones, es decir, 4,5 veces más. Un determinado coste (la política de defensa, sanitaria, de educación, agrícola, etcétera), siempre puede dar índices por habitante más pequeños en España debido a que somos muchas las personas que tocamos en el reparto. A la inversa, al ciudadano sueco le tocará pagar más, individualmente, por un determinado coste (su política de defensa, por ejemplo), ya que este coste deberá ser repartido entre una población menor.

Si, por ejemplo, una central nuclear cuesta 1.000 millones de dólares, instalar una central en Suecia significará un gasto de 120 dólares por habitante. En España, la misma central de 1.000 millones de dólares implica un gasto de 26 dólares por habitante. Esta diferencia en el coste por habitante no altera el que la central costará 1.000 millones tanto en un país como en el otro.

Finalmente, si observamos el gasto defensa por km2, veremos que para el conjunto de los países neutrales el resultado es modesto (8,9 millones de dólares por km2), casi cinco veces inferior al coste de defensa del km2 de los países europeos de la OTAN (42,5 millones de dólares por km2). La defensa de los territorios neutrales resalta, pues, más barata que la defensa de los territorios del bloque OTAN.

Por países, nos encontramos de nuevo con el caso particular de Suiza, que mantiene un índice muy elevado (60,4 millones por km2). De nuevo habremos de recordar que se trata de un país muy pequeño y muy rico, lo que le convierte en singular. El resto de países, sin embargo, se mueven dentro de unas coordenadas que van desde los 3 millones de dólares por km2 en Finlandia, hasta los 13 millones en Austria.

España mantiene en la actualidad un gasto por km2 que es superior a la media de los países neutrales. Una homologación en este terreno le obligaría a reducir sus actuales gastos en un 18-66%, según consideremos los gastos del ministerio o los globales. En cualquier caso, vale decir que el porcentaje español es superior al de Finlandia, Irlanda, Suecia y Yugoslavia. La neutralidad, por tanto, no supone un gasto por km2 excesivo o inalcanzable para España; simplemente, hemos superado ya esta cota.

Así, pues, lo que verdaderamente interesa es conocer el tipo de defensa, el modelo de defensa, que un país decide tener optar por una neutralidad basada en la posesión de armas nucleares significaría, por ejemplo, elevar los gastos militares en los niveles muy significativos. Optar, en cambio, por un modelo de defensa defensiva, no provocativa y con unas fuerzas armadas reducidas, implicaría unos gastos militares realmente modestos. En cualquier caso, los datos expuestos en estas páginas permiten asegurar que, a tenor de los modelos de neutralidad actualmente existentes en Europa, el coste de una política de defensa de este tipo no implica un nivel de gastos elevados y, en último extremo, nunca superiores a los que actualmente existen en España.

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