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Entrevista:

Jorge Valdano califica a EE UU de vecino insolidario

"Salvo la grosería de Pinochet y Stroessner, la imagen de América está cambiando" - "El fútbol sólo puede dar alegría, no soluciones"

Jorge Valdano, futbolista del Real Madrid y de la selección argentina, con la que se proclamó en junio campeón del mundo, lleva 10 años en España. En esta entrevista reflexiona sobre el pasado reciente de su país y sobre la situación general de Latinoamérica. Deplora la utilización que hizo Videla del anterior título mundial de Argentina ("el fútbol es capaz de regalar alegría, no soluciones") y celebra "una corriente de civilización política en el continente suramericano que alcanza ya a Uruguay, Argentina, Brasil y Bolivia". Considera a Estados Unidos como un vecino insolidario, y a Reagan, enemigo de toda persona simplemente sensible. Ve como un buen paso el reciente acuerdo entre Argentina y Brasil para avanzar hacia un Mercado Común latinoamericano, pero cree que la empresa se va a encontrar con enormes dificultades.

Pregunta. El título del mundo de Argentina ha provocado en su país escenas de júbilo similares a las de hace ocho años, cuando Videla estaba en el poder. ¿Qué experimentó al regresar a Argentina y ver a la gente otra vez entregada a celebrar el triunfo?

Respuesta. Hace 10 años que vivo fuera de Argentina. La recepción apoteósica a la vuelta de México me devolvió por eso la pasión de un pueblo, pero lo cierto es que me sentí desacomodado en la Casa Rosada. Me parecía que ese balcón histórico no era el adecuado para expresar un, júbilo demasiado trivial, aunque el fútbol forme parte de las señas culturales históricas de Argentina.

P. ¿Recordó la utilización de Videla del anterior título? ¿Se sintió utilizado de forma parecida?

R. Esta vez el júbilo fue más espontáneo. En aquella ocasión contemplamos un palco siniestro que utilizó el fútbol de una forma exagerada e indigna, e incluso nos forzó a hacemos con dureza la pregunta que usted ahora plantea. ¿Cuál es la obligación de un futbolista o un entrenador en un caso así, cuando quieren utilizarlo tan groseramente? A Menotti, políticamente comprometido, se le acusó de haber contribuido a la confusión general, pero ¿qué podía hacer? ¿Desertar? ¿Perder? Ambas cosas son poco dignas. Yo creo que en aquella ocasión la selección argentina hizo lo que debía: jugar un fútbol que respondía a la sensibilidad popular y jugar para la grada, no para el palco. Ahora todo ha sido más sano y más real. Pero ahora, como entonces, ha quedado claro que el fútbol sólo puede regalar alegría, no soluciones.

P. Las soluciones parece que van llegando a Latinoamérica.

R. Sí; aunque sea poco a poco, se va avanzando. Salvo la grosería que ya supone Pinochet en Chile y el régimen enquistado y menos publicitado de Stroessner en Paraguay, la imagen del continente está cambiando. Hay una corriente de civilización política que alcanza ya a Uruguay, Argentina, Bolivia y Brasil.

P. ¿En qué punto encuentra la evolución de su país hacia la democracia?

R. El Gobierno de Alfonsín ha ido saliendo adelante con dificultades que aún no se han superado, salvando tensiones sociales, esquivando las presiones del dinero, de las espadas, en ocasiones incluso de la Iglesia, que en algunos países, como Argentina, es muy perezosa para ocuparse de transformaciones sociales que podría contribuir a estimular. Y salvando dificultades económicas extremas, fraguadas en incoherencias propias y en otras que llegaban del Norte, de Estados Unidos.

P. Suena parecido a las dificultades de España en estos 10 años.

R. Pero no tiene comparación. No hay esquemas políticos traspasables. Creérselo podría ser una ilusión peligrosa. Argentina tiene una deuda económica de tal magnitud que altera las conductas sociales. De lo acogedor del entorno democrático que tenía España al empezar la transición no hace falta ni pararse a hablar. Además, se dice con frecuencia que en cada argentino hay un pequeño dictador. La arritmia política ha creado pautas políticas confusas, y eso se traduce en que siempre que un Gobierno democrático comete un error, éste es interpretado como consecuencia de falta de autoridad. Existe el reflejo de cierta dependencia militarista. Quizá porque somos un pueblo nuevo, procedente de un proceso de inmigración diverso y reciente, que no ha llegado aún a engendrar una conciencia de convivencia. Y eso genera inseguridad, debilidades, que pueden inconscientemente reclamar autoridades de corte paternalista. Y tenemos más cerca que ustedes a Estados Unidos.

P. ¿Cuál es el comportamiento de Estados Unidos como vecino?

R. Cuando menos, Estados Unidos es un vecino insolidario. Mira sólo para dentro. La relación que ha planteado de Río Grande para abajo nunca ha sido de buena vecindad.

P. ¿Y qué opina de Reagan?

R. Creo que Reagan se ha convertido ya en el enemigo de todo el mundo sensible, y que los atropellos en Centroamérica y Suramérica han sido especialmente ofensivos. El único elemento favorable es la actitud del pueblo norteamericano, que se niega a aceptar plenamente los desmanes groseros contra Nicaragua.

P. El reciente acuerdo entre Argentina y Brasil, ¿cree que puede ser un paso para que Latinoamérica encuentre un instrumento de defensa ante su poderoso vecino?

R. Creo que hay que entender este acuerdo como una especie de intento de autodefensa contra la prepotencia económica de los grandes bloques. Quizá por eso no fue casualidad que pocos días después de este acuerdo Estados Unidos vendiera trigo subvencionado a la URSS, hurtándole a Argentina un mercado tradicional. Por lo demás, para que resulte bien la iniciativa planteada por Argentina y Brasil habrá que salvar muchas desconfianzas, pero pienso que se crean condiciones favorables para todo el subcontinente a partir de este incipiente acuerdo, que pretende alcanzar la magnitud de mercado común latinoamericano. De todas formas, hay que entender las peculiaridades que tendría este nuevo mercado y no trasladar a él los esquemas de la CE. Desde luego, significa un punto de partida esperanzador, pero hay que apuntar un solo riesgo: que a partir del poderío de las dos potencias surja un nuevo imperialismo que aplaste a economías de países menos influyentes, como Perú o Bolivia.

P. Circunscribiéndonos de nuevo a Argentina, ¿cómo vio el proceso a los militares?

R. Viéndolo desde lejos, las penas del proceso pueden parecer insuficientes. Pero hace cinco o seis años parecía impensable que los Videla, Galtieri o Viola terminaran en el banquillo de los acusados. El juicio fue en realidad un acto de valentía política.

P. ¿Cuál es el saldo de la guerra de las Malvinas?

R. Como primer saldo dejó un Gobierno democrático, la precipitación del proceso de normalización política. Pero dejó también a los jóvenes que participaron en la guerra una especie de extravío psicológico que en menor medida sufrió el país entero al tomar conciencia de que había sido protagonista o víctima de un gigantesco engaño. Y otras secuelas que aún salen a relucir y que reflejan el grave punto de corrupción en que había caído Argentina. La reivindicación de las Malvinas siempre ha sido algo extremadamente serio en Argentina, y la gente daba dinero y enviaba alimentos para los soldados. Ahora todavía aparecen a la venta en los supermercados chocolatinas que llevan dentro mensajes de aliento a los soldados, que proceden de aquellas donaciones. Y eso constituye una flagrante vergüenza colectiva, precisamente por lo en serio que el pueblo argentino ha tomado siempre la cuestión de las Malvinas.

P. ¿Y cómo sintió el encuentro contra Inglaterra en el Mundial?

R. Viví las vísperas con irritación por la mala intención con que muchos querían calentar el encuentro, volcar sobre él un conflicto grave, sí, pero que no tiene relación con un encuentro en el que lo único que está en juego es el prestigio futbolístico. Por lo demás, algunas actitudes me hicieron recordar la tremenda manipulación que la Prensa argentina hizo de aquel conflicto. Me acuerdo que durante la guerra inicié una gira con la selección. Salimos de Buenos Aires leyendo en los periódicos que Inglaterra estaba a punto de rendirse. Llegamos a Río de Janeiro y leímos en los periódicos brasileños la verdad, que era exactamente la contraria: Argentina se rendía. Es imposible explicar el estado de ánimo en que nos sumió eso.

P. ¿Qué opina del cambio de moneda y de capital?

R. El cambio de moneda tuvo la virtud de generar expectativas a través de la posibilidad de ponerle riendas a la inflación. Meses después parece claro que las medidas perdieron vigor y que lo que sirvió para crear ilusión terminó por ser sólo una ilusión. Respecto al cambio de la capital, me parece una medida innovadora más orientada a hacer creer que algo se mueve que a producir algún efecto real sobre la economía. La idea que la justifica es descentralizar ese monstruo que es Buenos Aires y que hace de Argentina un pulpo.

P. El escritor peruano Mario Vargas Llosa ha acusado a los intelectuales europeos de admitir como inevitables para América Latina regímenes autoritarios.

R. Comparto con Vargas Llosa su preocupación por los recortes a las libertades en cualquier parte del mundo, pero me gustaría que el mismo énfasis que pone en denunciar esas situaciones lo empleara a la hora de denunciar los atentados a los derechos humanos cometidos por la gran potencia del norte, por ejemplo en Nicaragua. No se puede comparar la situación de un país europeo en paz con la de una pequeña nación invadida por el Norte y por el Sur con el apoyo de una potencia que vota a la luz del día créditos destinados a financiar actividades bélicas contra la población civil nicaragüense.

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