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Política y jolgorio marcan la Semana Grande de Bilbao

La fiesta popular de las comparsas convive con la más genuina tradición de la capital vizcaína

Mikel Laboa cantaba en la plaza Nueva de Bilbao, en la medianoche del pasado sábado, ante un público perplejo o entusiasta. Laboa hablaba, bailaba, emitía gemidos, cantaba en italiano, inglés, portugués, castellano o vasco. Una pasión clásica sonaba por los altavoces y Laboa recitaba estrofas onomatopéyicas que imitan el habla vasca de los pescadores de Lekeitio. Otro músico, Natxo de Felipe, del grupo Oskorri, había leído horas antes el pregón de las fiestas bilbaínas en francés, castellano y euskera. En medio del discurso, habló de "esta estúpida torre de Babel construida sobre tierra vascongada".La Aste Nagusia (Semana Grande) de Bilbao es una concentración de la diversidad. El mismo origen de la fiesta define su carácter. En 1978, unos grandes almacenes patrocinaron un concurso para la popularización de las fiestas que durante el franquismo habían quedado reducidas a las corridas de toros y a los conciertos de música clásica. Los vencedores del concurso fueron los componentes de Txomin Barullo, una asociación ligada al Movimiento Comunista.

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Aquella propuesta se inspiraba en los sanfermines de Pamplona e institucionalizó el papel de las comparsas, asociaciones ciudadanas que animan la fiesta. Veinticinco comparsas de origen diverso han instalado este año sus txoznas (barracas) en el Arenal. Asociaciones de vecinos, cuadrillas de amigos, movimientos y partidos políticos construyen estas barracas -reducidas básicamente a tabernas con música- y provocan la invasión peatonal del centro de la ciudad.

Bocadillos de 'bakon'

El espectáculo es variopinto. Una barraca asociada a los anarcosindicalistas presenta a un sexagenario cantante de tangos junto a la de las gestoras proamnistía, donde los bocadillos son de bakon. La barraca ecologista no sirve alcohol; la de Txomin Barullo está presidida por una gigantesca estatua de la Libertad con el rostro de Groucho Marx, un cóctel molotov en funciones de antorcha, y el Das kapital Bilbao como decálogo; la de Federiko Ezkerra es funcional y muy moderna.El recorrido por las barracas se compagina con el espectáculo familiar de los fuegos artificiales, con la música de Tete Montoliú o Mikel Laboa, con la de los rockeros vascos, que han sido desplazados hacia un muelle oscuro y apartado en el que los grupos pelean contra las deficiencias del sonido ante espectadores sometidos a una estricta ley seca. Francisko y Orquesta interpretan bailables.

El nacimiento en los últimos años de esta "fiesta popular" no ha suprimido la tradición, que se vive en la parte alta de la ciudad, entre la plaza de toros, los teatros y un hotel que concentra a contertulios, artistas, políticos y curiosos en sus partyes diarios.

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Todo este conglomerado es presidido cada año por Marijaia, un enorme muñeco de facciones desmesuradas y abiertas, melena pajiza, mezcla de mujer de campo y víctima de la polución. Marijaia es una muñeca diseñada por la pintora Mari Puri Herrero, que se ha convertido en la mascota de las fiestas desde su recuperación, tras la etapa de cierta postración que sufrieron durante el franquismo. La muñeca es arrojada a las llamas el último día de las fiestas y, sus restos son depositados en un ataúd que se lanza a la ría del Nervión. El rostro de Marijaia se protege cuidadosamente para dar vida a la mascota en la próxima edición de la fiestas.

Guerra, 'bersolari'

El entierro de Marijaia en la ría, el próximo domingo, señalará el fin del programa de fiestas que una comisión mixta comparsas-ayuntamiento ha elaborado, con un presupuesto próximo a los 60 millones de pesetas. El programa, escrito en lenguaje chirene, incluye la presencia de Alfonso Guerra en una demostración de bertsolaris (improvisadores de versos en euskera).Los enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas antidisturbios en las fiestas de Vitoria y de San Sebastián presagian el tono político de la fiesta. Aquí también la diversidad se hace patente. Junto a los gritos favorables a ETA y a los presos, en los primeros actos de la semana, hubo reivindicaciones de la soltería, parodias del régimen surafricano de Botha y representaciones de la invasión americana por parte de comparseros que desfilaban a bordo de una docena de taxis.

El alcalde de Bilbao, José Luis Robles, del PNV, saludó las fiestas gritando desde un balcón: "Bilbaínos, os pido paz". Después de su saludo, achacaba los posibles incidentes en las jornadas festivas al pluralismo de la ciudad: "En Bilbao viven 400.000 personas, y existen grupos que representan todo tipo de intereses".

El llamamiento de las gestoras proamnistía a manifestarse el próximo viernes en apoyo a los presos y refugiados y el comunicado de Herri Batasuna en el que apela a "no caer en provocaciones" definen la actividad netamente política de las fiestas de Bilbao. La relativa levedad de los incidentes en la Semana Grande donostiarra en relación con otros años sugiere que en Bilbao pueda repetirse esta tónica. En el primer acto de las fiestas, el lanzamiento de un cohete en Begoña y los gritos en favor de ETA proferidos por algunos espectadores provocaron la retirada de los concejales socialistas de los actos festivos del día.

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