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Aburrir al lucero del alba

Los autores de la tauromaquia contemporánea han inventado la corrida en la que no pasa nada y ayer ofrecieron en Bilbao una representación del invento. La corrida en la que no pasa nada es la anticorrida o la no-corrida. Los autores de la tauromaquia contemporánea están aburriendo hasta al lucero del alba por todo el país.Desde Cuchares y aun antes, en la prehistoria del toreo, siempre hubo corridas buenas y Malas (más de éstas, la verdad). Su calificación se hacía por los resultados técnicos o artísticos de la lidia, pero jamás ocurría que esa lidia careciera de argumento, que transcurriese vacía de aconteceres. Por el contrario, la corrida mala podía estar llena de sucesos, quizá amargos, o borrascosos, o sórdidos, pero nunca aburridos, pues estaban cargados de emoción.

Murteira / C

Vázquez, F. Campuzano, CasealesToros de Murteira Grave, con trapío y cornalones astifinos, sin casta y flojos. Curro Vázquez: media atravesada perdiendo la muleta (silencio); pinchazo bajísimo, otro hondo caído y descabello (silencio). Tomás Campuzano pinchazo hondo y tres descabellos (silencio); pinchazo y estocada caída (vuelta). Manuel Cascales: bajonazo descarado (ovación y salida al tercio); bajonazo (vuelta por su cuenta). Plaza de Bilbao, 18 de agosto. Segunda corrida de feria.

En la corrida que han inventado los autores de la tauromaquia contemporánea -apoderados ineptos, empresarios de corto alcance, exclusivistas motivados por la peseta, ganaderos serviles, diestros conformistas, subalternos sin ambición, carniceros con puya tocados de castoreño, una autoridad incompetente-, en esa corida inventada, dos horas de festejo pueden equivaler a días sin pan y el público dormita, a la espera de que acabe aquella absurda movida, y es firme su determinación de no volver. Por supuesto, no vuelve.

El público bilbaíno no pudo ayer ni siquiera dormitar porque cayó el- sirimiri y corría por el tendido, buscando cobijo. Al calorcillo de las gradas, arrebujaditos y oliendo la humedad, se estaba bien. Sin embargo, tampoco era posible la siesta, pues, de cuando en cuando, una charanga rompía a tocar aires populares y la potencia pulmonar de los trompetistas, bien puestos de txipirones, bakalao al pil-pil, tronkos de merluza kon kokotxas y otros manjares, encontraban eco en el gran coso de Vista Alegre, que tiene amplias resonancias.

Mientras los diestros ensayaban el no-toreo, que consiste en no-torear a los no-toros, cada cual en el tendido hacía lo que podía para distraer las horas. Por los altos poquitas komparsas merendaban o cantaban. Una de ellas llevó a la andanada una cabra con sombre ro de paja y un mozo bigardo la sacó a bailar. Era un baile de lo de antes, bien arrimado, y parecía que se iban a propasar. Pero no se propasaron. Sólo hacían caritas. Un amor pudo empezar ayer en la segunda de las corridas generales bilbaínas y en tal caso mereció la pena el festejo. El amor es un valor de primer orden; sobre todo, el amor de cabra, como es sabido. ¿Quién no ha amado apasionadamente a una cabra?

En el ruedo no había cabras. Había murteiras, género portugués de apabullante cuajo y pavorosas cornamentas. Claro que lo mismo les habría dado a los Murteira ser de escuálida contextura porque no tenían casta, ni fuerza y la poca que les quedaba se las quitaba la -acorazada de picar, es tos días de agosto en expedición de castigo por tierras vizcaínas.

La acorazada de picar ha llegado a tierras vizcaínas más acorazada que nunca porque, además del peto enorme, sus gigantescos percherones llevan manguitos enormes, que, a manera de calzoncillos vergonzantes, les cubren las cuatro patas. El presidente de la. corrida no ha debido de darse cuenta o, si se ha dado cuenta, se hizo el sueco y, en tal caso, esta indumentaria prohibida era un txantxullo.

Destrozados sus espinazos mediante arrasadores puyazos de feroz factura, los descastados Murteira llegaban al último tercio sin embestida alguna, deseando morir. Los diestros, animados de un singular optimismo, intentaban darles derechazos y naturales, sin conseguirlo casi nunca. Aún no ha sido descubierto el procedimiento de darle derechazos y naturales a un proyecto de cadáver. Curro Vázquez, Campuzano y Cascales fueron tres optimistas coletudos, trabajadores y valientes, pletóricos de voluntad de agradar, que, muy a su pesar, aburrieron al lucero del alba.

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