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Tribuna:LECTURAS DE VERANO
Tribuna
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Carta a los espías

Ricardo Cantalapiedra es leonés, cantautor, escritor y periodista. En 1982 obtuvo el premio de cuentos Ciudad de San Sebastián con Pliego de descargo y el Ignacio Aldecoa de la Diputación de Atava con Aviso a la autoridad. Esta narración es la carta que dirige un profesor de Metafísica a los espías que le persiguen.

Señores espías:Yo, soy aquel a quien ustedes persiguen cada noche, cada madrugada, cada mañana y cada atardecer. Tiempo ha que detecté el acoso, porque un servidor, además de ser muy suspicaz, no tiene un pelo de tonto. Sin embargo, he disimulado el hallazgo durante más de dos años con la intención de averiguar los motivos de este pertinaz fisgoneo en tomo a mi persona, que besa sus pies de ustedes, caso de que los mismos sugieran veleidades morbosas.Hasta el momento mi pretensión ha sido vana. A pesar de todo, el sentirme escrutado de forma tan reiterada ha aportado a mi existencia brumas de romanticismo, de riesgo y de aventura que muy a duras penas podría yo adquirir por mis propios medios. Han hecho ustedes que me sienta un hombre importante, o cuando, menos, sinuoso; y han alejado de mí una in soportable melancolía, en la que estaba sumido a causa de amores borrascosos y estrafalarias querencias. Ustedes me han inoculado una ilusión, una intriga, un misterio y un no se qué acerca de mí mismo: la vida cotidiana resulta así bastante divertida, aun cuando arriesgada y desconcertante. Mi nstinto innato de soledad se ha trocado en vertiginosa vocación de compañía, incluso en el excusado, donde he descubierto en los últimos años no menos de 17 cámaras ocultas y otros tantos micrófonos que no me he molestado en retirar porque no tengo ya vida privada ni falta que me hace.

Permítanme, no obstante, hacer algunas observaciones tendentes a facilitarles el trabajo asaz complicado y arduo, lo reconozco. Para empezar les diré que servidor, si se mueve tanto y tiene el culo tan inquieto, es sólo porque está siempre huyendo de sí mismo, de quien, tras casi 50 años de obligada convivencia, se siente harto y cansado. Mis relaciones con el remitente de esta carta están muy deterioradas, se flores. No busquen, por tanto, quiénes somos, no tengo ni idea, créanme. Con respecto, en cambio, a nuestro origen y nuestro destino, lo sé todo, señores, pero no lo desvelaré jamás, ni siquiera a ustedes, a quienes tanto debo. Estos conocimientos iniciáticos me los reservo para mí, amparado en la Carta de los Derechos Humanos, la Constitución y las demás leyes vigentes en el Reino de España, que defienden el sagrado derecho de los ciudadanos a mantener su intimidad en el anonimato.

También quisiera ponerles al corriente de algunas patrañas que he perpetrado con la única quiénes somos, no tengo n idea, créanme. Con respecto, en cambio, a nuestro origen y nuestro destino, lo sé todo, señores, pero no lo desvelaré jamás, ni siquiera a ustedes, a quienes tanto debo. Estos conocimientos iniciáticos me los reservo para mí, amparado en la Carta de los Derechos Humanos, la Constitución y las demás leyes vigentes en el Reino de España, que defienden el sagrado derecho de los ciudadanos a mantener su intimidad en el anonimato.

También quisiera ponerles al corriente de algunas patrañas que he perpetrado con la única intención de despistar a ustedes y divertirme un poco: soy rigurosamente abstemio, aunque parezca increíble, y el ambiente de los bares no cuadra en absoluto con mi idiosincrasia. Si me emborracho a diario es sólo por burlarme de quienes me acechar¡, cosa que lamento, pero que me da mucha risa. De la misma forma, habrán constatado ustedes que en las máquinas de discos de las cantinas suelo poner piezas de rock and roll, es especial canciones de Janis Joplin, Barón Rojo y Rolling Stones. Bueno, pues se trata de otra broma; a mí quienes me gustan de verdad son Marifé de Triana, Los Chunguitos y el divino Machín, abogado de las maracas. Igualmente, habrán notado ustedes que me visto de manera informal y desproporcionada con mi edad: vaqueros, pañuelos multicolores, minúsculo pendiente en la oreja izquierda, camisas inverosímiles, asilvestrada melena y demás parafernalia... Nueva guasa, señores, ya que sólo me siento realizado con trajes de tonos grises, como los que lucen los ministros, los señores diputados, los viajantes de comercio y algunos gánsteres de segunda fila.

Asimismo, quizá habrán llegado ustedes a la conclusión de que soy muy piadoso al verme, comulgar a diario con ruedas de molino. Otra inocentada: no soy practicante, ni siquiera médico, y me gano la vida dando clases particulares de metafísica y urbanidad. Sin embargo, he de confesar que nunca he tenido problemas de convivencia con el Todopoderoso. Para llevarse bien con alguien no hay nada como vivir muy lejos de él.

También habrán notado ustedes que me quedo absorto y boquiabierto ante lo moderno y novedoso. Nueva chanza, porque no soy aficionado a los nuevos, sino a los novísimos, a saber: muerte, juicio, infierno y gloria, háciendo especial hincapié en el primero de ellos -mi tesis doctorl versó sobre los epitafios de la Sacramental de San Isidro (1).

Igualmente, habrán tenido sobradas ocasiones de sorprenderme amartelado en posturas imposibles con una señorita de muy buen ver, a quien exhibo ostentosamente por doquier. Les diré que se trata, una vez más, de puro engaño: sólo es una novia putativa a la que utilizo para disimular ante ustedes y ante el mundo. Servidor sólo practica el amor por correspondencia o por vía platónica y fantasmal (2).

LA PREGUNTA

En fin, señores espías, cultivo la esperanza de que, a cambio de todas estas revelaciones, tengan ustedes el cinismo de decirme para quién trabajan, qué persona u organismo puede tener tanto interés por escarbar en mi vida. Comprendan que esta pregunta anda constantemente martilleándome e interfiriendo mis sueños y mis vigilias. He llegado a pensar que quizá ustedes han sido contratados por mis rivales de tute, julepe, mus y dominó, envidiosos de mi abrumadora superioridad en esas materias y ansiosos por tener acceso al secreto de mis victorias; o por una rica heredera que, furiosamente enamorada de mí, desea informarse de mis andanzas y devaneos antes de llevarme al altar; o por el Altísimo, que ha puesto en mi vida espías para expiar mis muchas culpas y desvaríos; o por el gremio de peluqueros, ávidos por lanzarse sobre mi cabeza al menor descuido; o por el remitente de esta carta, que ,busca el momento oportuno para reconciliarse conmigo... ¡Qué sé yo, señores, qué sé yo No ya sólo mi casa, sino también mi cerebro está convertido en un nido de espías, que en ocasiones logran crisparme y sacarme de quicio, aunque tenga que agradecer su compañía. Hasta mi propia alma se ha convertido en sospechosa. Cuando salgo de casa últimamente, me veo en la precisión de dejar el alma guardada en. el almario, porque la muy víbora me persigue como una sombra y luego va con el cuento a los fantasmas que me rodean. Es así como, poco a poco, me he ido convirtiendo en un desalmado.

Caso de que ustedes no se atrevan a declarar para quién trabajan, díganme al menos cómo soy yo y qué es lo que pinto aquí, porque estoy viendo que cualquier día me da por morirme y me voy de este valle de lágrimas sin haberme enterado de cuál era mi papel en la comedia.

Atentamente les saluda, en espera de contestación, este intrigante ciudadano, cuya vida guarde Dios muchos años, pero no demasiados. Y ustedes que me sigan la pista, si pueden, durante todo ese tiempo. Severo Moro Farola, licenciado en Metafísica.

1. Todos mis negocios guardan significativa relación con el último viaje; como ustedes saben de sobra, soy representante de velas para entierros y consejero-delegado de una fábrica de fiambres.

2. "Todo amor es fantasmal. Se ama a alguien, no como es, sino como nos imaginamos que es, lo cual resulta embarazoso·" (Arsenio Bachiller).

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