La lucha contra el fraude alimentario en Madrid
El 22,5% de las muestras analizadas en 1985 era perjudicial o no apto para el consumo
El Laboratorio Municipal de Higiene de Madrid analizó en 1985 6.059 muestras de alimentos. El 22,5% fue calificado como perjudicial o no autorizado para el consumo. En este análisis rutinario del mercado se hallaron 120 infracciones sanitarias, 91 por fraude y 30 por etiquetado. Los servicios de inspección ordenaron la destrucción de 1.442.893 kilos de verduras y hortalizas, 519.330 kilos de frutas, 309.829 kilos de pescado fresco y mariscos, 56.277 kilos de carne fresca, 18.744 piezas de conservas de pescado, 1.886 aves, 267 reses mayores, 771 reses menores, 248 kilos de carne congelada, 174 jamones, 754 piezas de embutido, 737 piezas de caza, 9.427 huevos, 5186 litros de leche, 470 quesos y 381 piezas de otros productos lácteos."La rnisión más importante del laboratorio es proteger la salud mediante una labor de educación sanitaria y el control de los afimentos que consumírnos", asegura Charo Cases, directora adjunta del Laboratorio Municipal de Higiene de Madrid. Este control se realiza principalmente a través de campañas programadas a lo largo del año. En 1985 se efectuaron 26. "El análisis de los alimentos incluye aspecctos relacionados con la calidad y con la toxicidad, microbiología y aditivos. Se comprueba que no haya fraude y que los aditivos que se utilizan sean los permitidos para cada alimento, así como que no superen las cantidades autoriza das por la legislación", señala Cases.
Exceso de aditivos
La industria alimentaria emplea como aditivos más de 5.000 sustancias. Están estudiadas desde el plano toxicológico y para todas ellas existe una dosis diaria admisible, que se supone que no entraña peligro para la salud del consumidor.
Pilar Estébanez, especialista en nutrición, especifica: "El peligro de los aditivos radica en que son sustancías extrañas al organismo y no investigados en la especie humana. Los datos se basan en experiencias animales y a corto plazo. No se Conocen los efecteis a largo plazo, en las generaciones posteriores".
"La mayoría de los aditivos", añade Estébanez, "son cancerígenos en altas dosis. Pero el problema no se plantea por las dosis, que siempre dejan un margen muy grande. El problema radica en que los estudios de epidemiología no abarcan más de un aditivo a la vez. Sin embargo, nosotros estamos sometidos simultáneamente a la acción de varios aditivos y no se sabe el efecto multiplicador que pueden tener esas sustancias juntas".
Este posible efecto multiplicador se puede ver incrementado, además, por los hábitos alimenticios de los ciudadanos, sobre todos éstos no responden a una dieta equilibrada. Por ejemplo, la comida del madrileño tiene un exceso de grasas y proteínas y es muy baja en verduras y frutas. En. Madrid, en estos momentos, hay problemas de raquitismo, anemia y obesidad.
Por otra parte, el uso de aditivos corre parejo a la multiplicación de los productos químicos del entorno: productos de limpieza, cosméticos, medicamentos, pesticidas y polucionantes de origen industrial, entre otros.
Pilar Estébanez asegura: "El peligro de los aditivos no se relaciona exclusivamente con la alimentación, sino también con la cantidad de cancerígenos que existen en la ciudad: la brea que pisamos, el aire que respiramos... ;si a eso se le añade la alimentación, el efecto aditivo aumenta. Habría que cambiar el sistema ecológico en que estamos inmersos, pero una dieta equilibrada, aunque el medio ambiente exterior ftiera, cancerígeno, disminuiría los riesgos de cáncer".
Las críticas más duras a la utilización de aditivos, no obstante, no las han lanzado los médicos, sino los ecologistas. "Lo cierto es que todos los alimentos llevan productos químicos", comenta Luis Fontrodona, naturista y especialista en reflexoterapia podal. Y añade: "Hay muchos aditivos que, aunque los tornemos en pequeñas cantidades, se van acumulando en el cuerpo, sin olvidar que ha habido también aditivos que en su momento estuvieron permitidos y que ahora están prohibidos. Esto puede pasar con otros que estamos tomando en la actualidad". Para Fontrodona, el problema se evitaría consumiendo productos del tiempo. "Los conservantes se utilizan precisamente porque se producen cantidades enormes de alimentos que se tienen que almacenar", dice.
Sobre la posibilidad de alimentar a toda la población sin necesidad de utilizar aditivos en los alimentos, el naturista Fontrodona explica que la agricultura biológica sería posible cambiando el sistema de explotación agraria.
El problema más dificil, aunque no imposible de resolver, lo plantearían los alimentos de origen animal. En este sentido, el naturista comenta: "El pescado está afectado por los residuos que se echan al mar, y hay que evitarlo de alguna manera. Lo de la carne es repulsivo. Por ejemplo, los pollos nacen ya en una incubadora, crecen hacinados en un espacio reducido y alimentados con piensos que se fabrican de residuos industriales y cantidad de productos químicos y antibióticos. Además, al estar en situaciones desfavorables, en un estado de ansiedad o de agresión ambiental, el animal acumula en su sangre muchas toxinas. En términos naturistas se dice que la sangre es más ácida, más alcalina. Las granjas están dedicadas a producir carne, no a criar aniniales".
Los madrileños interesados en alimentarse biológicamente lo tienen difícil, pero no imposible. En herbolarios y tiendas de dietética se pueden encontrar alimentos cultivados biológicamente: cereales, legumbres, leche, yogur y otros productos lácteos, e incluso huevos.
"El problema son los productos frescos", señala Luis Fontrodona, quien añade que la solución sería "formar cooperativas en los barrios de Madrid con personas interesadas en alimentarse biológicamente y hacer un llamamiento a la gente del campo de la Comunidad de Madrid interesada en producir alimentos biológicos y vendérselos a esas cooperativas".
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