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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La política asiática de la URSS

A PARTIR del discurso pronunciado el pasado 28 de julio por Mijail Gorbachov en el principal puerto soviético en el Pacífico, Vladivostok, la URSS está realizando una labor diplomática interesante para desbloquear lo que ha sido, durante muchos años, su. política ante los problemas asiáticos; una política rígida, carente de iniciativa e imaginación, dedicada sobre todo a justificar su acción agresiva en Afganistán, a apoyar al Vietnam en su ocupación militar de Camboya, y proponer a China y a Japón una "mejora de las relaciones", pero mediante simples declaraciones de intención, sin asumir compromisos concretos. En el discurso de Gorbachov hay elementos nuevos, al menos en algunos aspectos; estamos, pues, ante una nueva confirmación de la mayor agilidad que el equipo Gorbachov está dando a la diplomacia rusa.El problema crucial es obviamente el de las relaciones con China; el ministro de Exteriores, Wu Xuequian, ha dado una respuesta matizada al discurso de VIadivostok; reconociendo que contiene puntos positivos, insiste en que se queda muy lejos de las tres demandas presentadas por Pekín para normalizar las relaciones. China quiere evitar con razón toda sensación de que pueda producirse un viraje brusco de sus relaciones con Moscú. Primero, porque no hay bases objetivas para ello; y también porque les interesa eliminar toda idea de que pueda volver a un estilo de relaciones como en el pasado, entre "Estados socialistas". China podrá mejorar, o no, sus relaciones con la URSS; pero lo hará en todo caso en un marco de su total independencia y desarrollando a la vez sus buenas relaciones con EE UU, Japón, Europa occidental, etcétera. Con respecto a las tres demandas chinas, tina de las novedades del discurso de Gorbachov es el anuncio de la posible reducción de tropas soviéticas en Mongolia. Se ha producido a la vez el restablecimiento de las relaciones consulares entre Mongolia y China; se ha iniciado, pues, un proceso de distensión en esa zona de permanentes fricciones; y si la URSS aplica lo dicho por Gorbachov en unas proporciones sustanciales, China obtendría, y no sería poca cosa, ciertas satisfacciones en una de sus tres demandas. En cambio, en las otras dos, los ofrecimientos del líder soviético han sido pobres o nulos. Con respecto a Afganistán, la retirada de tropas mencionada en VIadivostok tiene sobre todo un carácter simbólico; la URSS sigue descartando la necesidad de una evolución que restablezca la soberanía de Afganistán y le devuelva el estatuto de Estado no alineado; y ésa es la cuestión esencial.

Sin embargo, el silencio sobre Camboya -probablemente de las tres demandas aquélla en la que los chinos tienen más interés- ha sido, en la óptica de Pekín, el aspecto más negativo del discurso de VIadivostok. A la vez, la acogida de ese discurso en Hanoi ha sido bastante fría; los vietnamitas siempre han temido que la URSS, para mejorar sus relaciones con China, les deje caer en la cuestión camboyana. No es casual que el nuevo líder del partido comunista vietnamita, Truong Chinh, se haya entrevistado estos días con Gorbachov. Para Camboya, contrariamente a lo que ocurre en Afganistán, existe una fórmula de solución política, que el príncipe Shianuk ha propuesto formalmente, y que cuenta con fuertes apoyos, tanto de China como de varios países asiáticos y de Europa occidental. Se trata de combinar la retirada militar del Vietnam con el establecimiento de un Gobierno de cuatro componentes, los tres grupos de la resistencia más el equipo provietnamita que hoy detenta el poder. Hubo insinuaciones diplomáticas indirectas de que la URSS podría no oponerse radicalmente a soluciones de este género. Ahora Gorbachov tendrá que hacer una opción; el Vietnam es sin duda importante para el despliegue estratégico de la URSS en la zona. Pero sin pasos concretos que pongan término a la actual ocupación militar de Camboya, es dificil imaginar una mejora seria de las relaciones con Pekín, y en general el inicio de una política susceptible de elevar el prestigio de la URSS en Asia.

Dejando de lado otro problema esencial, las relaciones con Japón, Gorbachov ha presentado una propuesta de orden general, la de una conferencia de seguridad regional, en un estilo parecido a la europea de 1975 en Helsinski, seguida por las de Be1grado y Madrid; propuesta acompañada de un firme apoyo a los proyectos de zonas desnuclearizadas en el Pacífico, y de una referencia al abandono de bases militares soviéticas si los EE UU renuncian a las que tienen en Filipinas. Al hacer propuestas de este género, la URSS tiene en cuenta que en una serie de países de la zona crecen las actitudes de no alineamiento. Sin embargo, ni China ni Japón son favorables por ahora a la conferencia de seguridad; están aún pendientes problemas fronterizos, que precisamente son los que Helsinski zanjó en Europa. Con el discurso de VIadivostok, la URSS ha empezado a hablar de una manera menos rígida de los problemas asiáticos; pero los obstáculos siguen siendo muy serios para que puedan materializarse serias perspectivas de distensión.

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