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'Udako sugea'

Fernando Savater

Conocida es la inevitabilidad cíclica con que aparecen las serpientes de verano, destinadas a estimular un poco la languidez informativa de lo que husserlianamente suele llamarse "el paréntesis veraniego"'. Así, puesta la realidad entre paréntesis por quienes la gestionan y la inventan, culebrean los reptiles estivales, entre los que hay algunos bonancibles -el viejo monstruo del lago Ness- y otros venenosos. A esta última especie puede pertenecer la udako sugea particular de Euskadi este mes de agosto, cuyo nombre resulta ser negociación. Vamos a despellejarla artesanamente, a ver cuánto cunde y si con su piel escamosa hay para un par de zapatos o sólo para un monedero.Diversos signos anunciaban que el ofidio estaba a punto de hacer su aparición: elecciones, extradiciones, explosiones... De cuando en cuando el aditamento estereofánico de alguna perla de mambo (o de txistu), como la greguería del consejero de Interior del Ejecutivo autónomo, señor Retolaza, asegurando que la perfección mortífera de bombas como la que ha costado recientemente una docena de muertos y decenas de: heridos; en Madrid puede atraer hacia ETA a los jóvenes vascos, fascinados por el despliegue ole tanta eficacia militar. Al señor Arzalluz no le ha extrañado este dictamen y, con su inevitable tono bíblico (fíjense que hasta sus artículos van a misa ... ), reprocha su hipocresía a quienes en Madrid "se han rasgado las vestiduras". Lo raro es que en Euskadi, donde tantos están pendientes de los insultos que se infieren al pueblo vasco, sólo unos pocos hayan respingado ante esta ofensa. Ya sé que en todas partes cuecen habas y que los jóvenes no tienen el monopolio de la santidad (los SS que ejercían de guardianes-torturadores en los campos de concentración nazis tenían en su mayoría entre 17 y 20 años), pero ¿qué hubiera ocurrido si alguien se atreviese a decir que los jóvenes vascos se sintieron virilmente entusiasmados ante el despliegue de los cazas americanos en Libia o que son admiradores incondicionales de las gestas de Rambo? Quienes nos pasamos la vida -en España y fuera de ella- saliendo al paso de generalizaciones derogatorias contra los vascos preferimos pensar que la opinión del señor Retolaza resultó deformada por algún imponderable en el viaje entre su cerebro y sus labios o entre sus labios y nuestros oídos.

Pero vayamos a la udako sugea de la negociación. Si de lo que se trata, como parece entre la gente de buena voluntad, es de evitar la hipermilitarización del conflicto en Euskadi, dos cosas son igualmente temibles: una, que para liquidar la violencia etarra el Gobierno central confie exclusivamente en las medidas represivas; otra, que se acceda a la disparatada exigencia del diálogo cuartelario ETA-Ejército español, mientras los civiles de ambos bandos rezamos una novena a san Antonio de Padua. De modo que, correlativamente, voy a establecer dos postulados de los que parto: primero, que el Gobierno autónomo tiene razón cuando dice que las medidas policiales por sí solas no resolverán la situación de violencia, y segundo, que el Gobierno central tiene razón en afirmar que con ETA no puede negociarse, porque carece de la mínima legitimidad o respetabilidad política para ser escuchada.

Por ello, me parece mal planteada la pregunta de Felipe González acerca de qué estarían dispuestos a ceder a los etarras quienes hablan de negociación. Si negociación política tiene que haber, habrá de ser con las fuerzas representativas del Parlamento vasco, incluida, por supuesto, Herri Batasuna, en cuanto que es o pronto ha de ser algo más que la oficina de relaciones públicas de ETA a que quisieran reducirla unos cuantos de sus líderes. Pero el auténtico negocio político que tiene que acometer el Gobierno es la pacificación real de Euskalherría, por medio de medidas audaces y tan radicales como la situación misma que se ve obligado a afrontar. Y esto no por ceder a ETA ni por acomodarse con el PNV o con quien sea, sino porque lo necesitamos la mayoría de los ciudadanos vascos. En una palabra: no se trata de darle la razón a ETA en nada, sino de quitarles las razones con que excusan ante la opinión pública vasca su arrogancia obtusa y criminal. Para que todo no quede en generalidades, voy a señalar cinco medidas concretas que -sin tocar la Constitución, sino reforzándola en su mejor entraña- desarbolarían en gran. parte la cobertura legitimadora, del terrorismo y dejarían al pairo a quienes no tienen otra ideología que la gestión histórica o jesuítica de sus fechorías.

-Primero: derogación de la ley antiterrorista. Como se ha visto, no impide atentados, pero logra que los juristas de todo el mundo miren a la democracia española con justificado recelo. Esta medida debería complementarse con una intensificación decidida ole la lucha contra la tortura (¡y no sólo cuando se refiere a presos políticos vascos, claro está.').

-Segundo: sustitución de las fuerzas policiales del Estado por la Ertzantza. De este modo se daría un paso simbólico decisivo y se obligaría a la cazurrería del nacionalismo conservador y a la ferocidad del extremismo a asumir la simple realidad, hoy escamoteada: que el conflicto vigente no es entre Madrid (o España) y Euskadi, sino entre vascos que aceptan las reglas del juego democrático y otros que no están por la labor.

-Tercero: referéndum en Navarra. Medida cuya mejor recomendación es que contaría con la enemiga de los fanáticos de ,ambos bandos, desenmascararía los neoimperialismos de catadura antimperialista y cerraría la boca a tanto papanatas que hoy habla por boca de ganso de lo que quieren los demás.

-Cuarto: defensa e ilustración a ultranza del euskera. Que, como toda lengua, es manifestación del espíritu y busca de concordia, además de un patrimonio cultural de todo el Estado. ¿Por qué dejarlo convertido en bandera de quienes, a fin de cuentas y en cuanto se acaba su eficacia como arma arrojadiza, hacen tan poquísimo por él? Éstos lo utilizan como los curas emplearon el latín, no para escribir De rerum natura o Ars emandi, sino para entonar el Gori-gori y redactar las sentencias de la Inquisición. Es preciso reforzar todo lo que de universal puede haber en el euskera -una lengua restringida a la anunciación de determinados contenidos acaba por perecer y rescatarlo del enclaustramiento nacionalista. De ahí la escandalosa torpeza de obstaculizar que una tesis en euskera pueda ser leída en Madrid, práctica que -por el contrario- debería ser subvencionada.

-Quinto: lucha prioritaria contra el paro juvenil. No se trata en modo alguno de un problema exclusivo de Euskadi, pero aquí tenemos nuestra propia legión que se nutre de la rabia de los desclasados, lo que aumenta los males de lo que ya es de por sí grave injusticia. Es obvio que los socialistas no se han dado hasta ahora mucha maña para resolver esta situación, pero deberían despabilar un poco teniendo en cuenta las circunstancias. Con los demás, por supuesto, no hay que contar: el PNV, en cualquiera de sus facciones, es un partido de la derecha conservadora a todos los efectos y HB está demasiado ocupada con si los etarras van, vienen o se quedan sin postre como para resolver cuestiones más complejas, acerca de las cuales no tienen otra noción que la prestada por gritos de guerra de hace 100 años.

Creo que la oportunidad y utilidad de llevar a cabo estas medidas podría ser confirmada por la mayoría de las personalidades de la izquierda independiente de Euskalherría. No sustituyen a la acción policial contra los terroristas, pero ninguna acción policial las sustituirá tampoco o las convertirá en innecesarias. Son acciones políticas razonablemente posibles y, en esta tierra de afanes, lo que pueda hacerse, debe hacerse. ¡Ojalá que la serpiente de verano sirva para mantener viva esta exigencia durante el acomodaticio bostezo vacacional!

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