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Los príncipes de Gales inician sus vacaciones en la Palma

ENVIADA ESPECIAL, Los príncipes Carlos y Diana de Gales, acompañados de sus hijos, Guillermo, de cuatro años, y Enrique, de año y medio, Negaron ayer a Palma de Mallorca en un avión de la fuerza aérea de su país, que aterrizó en la zona militar del aeropuerto de Son San Juan poco antes de las 13.30. La reina doña Soria y el príncipe Felipe, acompañados por el ex rey Constantino de Grecia y su hijo Pablo, que se encuentran de vacaciones en la isla, acudieron a recibirles.

La familia del heredero de la Corona británica, esperada desde hace días por decenas de fotógrafos españoles y del Reino Unido, iniciaba así una visita privada de una semana, de carácter marcadamente familiar a Mallorca, en respuesta a una reciente invitación del rey Juan Carlos. Aunque días antes de la llegada de los Príncipes de Gales hubo numerosos rumores contradictorios sobre la fecha y hora en que iniciarían sus vacaciones en España, a última hora del viernes se confirmó como hora de llegada definitiva la una de la tarde de ayer.Las estrictas medidas de seguridad que rodean la visita de los Príncipes impidieron que los fotógrafos filmaran su llegada al aeropuerto. TVE, en el Telediario de las tres de la tarde, acompañó la información de la llegada de Carlos y Diana con imágenes retrospectvas de la boda de Carlos y lady Di.

Pese al carácter privado de la visita, tanto el presidente de la comunidad autónoma balear, Gabríel Cañellas, de Alianza Popular, como el delegado del Gobierno, Carlos Martín Plasencia, el embajador y el cónsul británicos y otras autoridades, acudieron al aeropuerto a recibir a los príncipes de Gales. Apenas dos horas antes había llegado un avión en el que viajaba el ministro de Economía, Carlos Solchaga, que inició ayer sus vacaciones en la isla.

Los príncipes de Gales llegaron al palacio de Marivent minutos antes de las dos de la tarde en una furgoneta Volkswagen, de color marrón claro metalizado, modelo Kombi, que conducía Constantino de Grecia. Junto a él, el príncipe Carlos, que se protegía los ojos con unas gafas de sol. Detrás, su esposa Diana, con traje gris de grandes lunares blancos, sonreía con su habitual reserva sosteniendo en sus rodillas a su hijo pequeño, Enrique. Del otro lado, y junto a la reina Soria, el príncipe Guillermo, el más expresivo del grupo, saludaba agitando con ambos brazos a las decenas de informadores y turistas que, pese al calor, aguardaban la llegada de los huéspedes reales. Los 15 kilómetros que separan el aeropuerto del palacio de Marivent los recorrió Constantino a poca velocidad, para que los invitados pudieran contemplar el paisaje.

La misma furgoneta había abandonado el palacio de Marivent a las 12.50 horas en dirección al aeropuerto, conducida esta vez por el príncipe Felipe, a cuyo lado se sentaba su madre, la reina Sofía. A partir de ese momento las dudas dividieron en dos grandes bloques a los informadores. Un sector se mostró partidario de dirigirse hacia el aeropuerto, pertrechado de teleobjetivos, con la convicción de que sería aquel el lugar idóneo para lograr alguna imagen de los príncipes de Gales. El otro grupo, acaso más conservador, optó por permanecer en la terraza del bar situado a menos de 10 metros frente al palacio de Marivent desde el que se divisan, además, los inquietantes tanques de combustible del depósito de Campsa que se encuentran pega dos al jardín de la residencia mallorquina de los Reyes. Los más arriesgados consiguieron obtener alguna fotografía de Carlos y Diana con sus hijos en la terraza del palacio de Marivent, a donde salieron a contemplar la vista de la bahía de Palma nada más descender del coche.

Baño en alta mar

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Hasta última hora, los periodistas que montaban guardia ante el palacio de Marivent se mostraban convencidos de la llegada junto a Carlos y Diana del hermano menor del Príncipe de Gales, Eduardo. Incluso después de que la comitiva que trasladó a los huéspedes reales a la residencia veraniega de los Reyes hubiera pasado a moderada velocidad ante los ojos de los presentes, muchos aseguraban haber visto al hijo menor de la reina Isabel II en el interior de uno de los coches de escolta. Fuentes del palacio de Marivent negaron que el príncipe Eduardo se hubiera desplazado a Mallorca.

El Rey no alteró su jornada deportiva, y abandonó el Club Naútico de Palma a bordo del velero Bribón V hacia las 11.15 horas, con el resto de los participantes en las regatas.

No obstante, su actuación en la jornada de ayer tuvo espectadores de excepción, ya que los Príncipes de Gales siguieron desde el yate Fortuna el final de la prueba, que concluyó a primera hora de la tarde. Los príncipes de Gales, a quienes acompañaban la reina Sofía, sus hermanos Irene y Constantino de Grecia y la esposa de éste, Ana María, se bañaron en alta mar durante su excursión en el Fortuna. También estaba a presente el príncipe Felipe. Algunos fotógrafos que pretendían acercarse al lugar fueron disuadidos por la presencia de una patrullera de la Armada.

Saturación en la isla

La V Copa del Rey de regatas, el Trofeo Ciudad de Palma de fútbol y la visita de los príncipes de Gales han convertido la capital de Baleares en el centro turístico de España, al menos por un par de semanas.En los hoteles, recepcionistas sonrientes se lamentan ante el viajero de no tener una sola habitación disponible; se han agotado los coches de alquiler y en las terrazas de moda toman refrescos, confundidos entre la multitud de turistas, discretos policías de paisano. En este contexto ha quedado un poco mermado el efecto periodístico de la llegada de varios ministros del Gobierno a la isla, y sólo la eventual visita del presidente de Gobierno, Felipe González, podría reavivar el interés por las figuras políticas.

Pese a que todas las fuentes oficiales insisten en señalar que las medidas de seguridad son las mismas que todos los años (unos 500 guardias civiles y policías nacionales patrullan la ciudad, además del servicio policial de la Zarzuela), lo cierto es que los comerciantes no ocultan su satisfacción porque la mayor presencia policial ha ahuyentado en gran medida la delincuencia de la isla.

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