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Tribuna:GUÍA IRRACIONAL DE ESPAÑA
Tribuna
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El español y la guerra (civil)

Me lo dijo una tarde Eusebio García Luengo, ese genio de café, en el Gijón:- Lo bueno que tenía la guerra es que los amigos nos veíamos más.

Se deduce de esto que él, como tantos otros madrileños, vivían trágicamente felices el ocio negro de la guerra, de la resistencia de Madrid, y no dejaban de valorar aquel no hacer nada que permitía verse a todas horas con los amigos. Hay quienes llevaron la guerra mediante el odio y quienes la llevaron mediante el ocio: no hacer nada y a ver qué pasa. Lo que más nos une a los españoles son las guerras civiles. Es cuando más nos comunicamos. En la paz, León quiere separarse de Castilla (como me decía la otra tarde, en mi dacha, un joven artista leonés). Valencia quiere separarse de Barcelona y Murcia alejarse de Valencia. En este sentido, la guerra civil era una gozada: sólo había unos 5, otros. Unos y otros que, de vez, en cuando, hacían un alto el fuego para intercambiarse tabaco o papel de fumar, ya que el tabaco y el papel también estaban divididos en izquierda y derecha. El otro día ha dado una emisora de radio la relación de pueblos de España con fiestas de toro. Son tinos 90 pueblos. Todo consiste en echarle al toro perros feroces, o en el toro enmaromado, al que se sube a rastras a un pico y luego se le despeña, o en darle de cuchilladas al toro. ¿Por qué este ensañamiento con un animal tan nuestro? Parece como si el toro fuera del partido de Azaña. Pueblo que lleva dentro tanta intoxicación de violencia, necesita oxigenarse de tiempo en tiempo con una guerra civil. La guerra civil es ya el toro inmenso, generalizado, el negro toro de pena, el negro toro de España.Valle-Inclán, Baroja, Galdós, etc., nos dejaron contado el siglo XIX con más encanto y precisión que los historiadores. Los carlistas odiaban entonces a Madrid como hoy los etarras. El esquema es el mismo. Nuestras guerras carlistas son verdaderas guerras civiles: conservatismo contra liberalismo. El conservatismo de Juan March se alza en 1936 contra el liberalismo burgués de Azaña. La Fundación March ha tenido como misión, aparte evadir impuestos, traernos a Madrid todos los artistas del mundo, incluidos los españoles, que no pudieron venir antes por culpa del Alzamiento. Primero se financia una guerra contra la cultura y luego, ya con el país sujeto, se financia la cultura para. cicatrizar dulcemente la guerra. (Esto es así de sencillo, y alguna ventaja había de tener el escribir en un periódico independiente de la mañana".) Dragón Rapide, el pulcro filme de Jaime Camino, ha miniado de pormenor la anécdota, sin apenas categoría, de la preguerra y el pre/Franco (admirablemente reproducido por Juan Diego).

Las guerras carlistas fueron románticas y enfrentaban bien el liberalismo madrileño de Isabel II con el conservatismo aldeano de la periferia. En La guerra carlista de Valle-Inclán, el punto de vista político es ambiguo, la fidelidad de Bradomín a la tradición es ya un poco irónica. Don Ramón está evolucionando hacia su progresismo ulterior, que finalmente sería acracia lírica, crítica y total. Pero la guerra civil del 36 también ha sido llamada "nuestra última guerra romántica".

Esto, a mi ver, tiene dos explicaciones:

-Es una guerra hecha con fusíles viejos (sobre todo por los republicanos).

-Es una guerra de ideas.

En la novela Bajo el volcán Malcolm Lowry le hace decir a un joven que ha. estado en la guerra de España:

-Franco tiene aviones, tanques, comida, de todo. Los republicanos sólo tienen canciones.

En 1936, el capital y el Ejército se alzan contra la República democrática y burguesa, liberal y porvenirista. El móvil es económico, pues, pero hay otros móviles: tradición, religión, costumbres, inercias, finalismos, fundamentalismos, creencias frente a las ideas, según Ortega. Diríamos que cada país vive interiormente su guerra civil, como el hombre vive, según la religión, la guerra interior cuerpo/alma. En la reposición televisiva de Lo que el viento se llevó queda claro que la guerra de Secesión no resolvió la falla entre el Norte y el Sur. Todavía hoy, de vez en cuando, se lincha o se humilla a un negro para que el tema no se enfríe. La guerra mundial dejó Alemania partida en dos, parece que para siempre. Gran Bretaña tiene la falla del Ulster. Y así sucesivamente El guerracivilismo es la grapa que une a sangre y fuego las dos mitades de un país (generalmente el Norte y el Sur), y esto es más visible en España que en parte alguna. Pueblo y país de fiestas violentas, el español ha hecho siempre de la guerra una fiesta, de la fiesta una guerra. La guerra civil es la ordalía de nuestro tiempo, en que cada cual vuelca su yo hacia afuera diciendo lo que siente o pasándose por el esmeril al vecino.

La apacible Bélgica aparece cuando se la visita, escindida en flamencos y walones. Todo país es, cuando menos, dos países Las nacionalidades están mal hechas, ya lo sabíamos. Sólo que, mientras otras naciones van llevando y sobrellevando sus dicotomías interiores lo mejor que pueden, España ha hecho de la guerra civil el deporte nacional.

El Gobierno acaba de negarse a conmemorar el medio siglo de aquello, negativa que nos parece muy sensata. Pero el español necesita definirse por contraste, y lo que mejor le contrasta con el vecino es una guerra civil. Casi todos los manuales de Historia que estudiamos en el colegio definían a España por contraste con otros pueblos. Aquí éramos más hombres que en Francia, o mejores soldados. Portugal tenía que haber sido España. El Imperio Romano no hubiera sido posible sin el español Séneca (que no era español, pues que no existía España) y otros dulces disparates. Rusia e Inglaterra nos odiaban ancestralmente. Y en este plan. Incluso de las guerras contra otros países hemos hecho aquí guerras civiles. Moratín y Blanco White eran afrancesados (que es como se llamaba entonces a los europeístas) que había que desterrar. Hasta de la neutralidad hemos hecho los españoles una guerra civil. Cuando la del 14, que no nos iba ni venía (salvo las mulas apolíticas que vendíamos a Francia, como hoy vendemos armas a todo dios), España se dividió violentamente en francófilos y germanófilos. Fernández Flórez lo contó bien en su novela Los que no fuimos a la guerra, y Fernando Díaz-Plaja tiene un interesantísimo y documentado libro sobre el tema, donde resulta que un porvenirista como Baroja se decanta por Alemania (que ya amagaba su sueño imperial, trágicamente realizado luego por Hitler), y un reaccionario como Eugenio d'Ors ve en la guerra europea "una guerra civil". En la guerra mundial, España, también desde la neutralidad, se parte en seguidores de los Aliados y seguidores del Eje. Esto queda bien documentado, literariamente, en La colmena, de Cela.

Quiere decirse que incluso de una guerra mundial hacemos nosotros una guerra civil por delegación. La distribución provincial de Isabel II está mal hecha, y ahora trata de sustituirla el PSOE con el invento de las Autonomías, cuyo primer promotor fue Suárez. Martín Villa dice que Adolfo Suárez ha hecho, en las últimas generales, "una campaña falangista". Dado que ambos provienen de la Falange, ya tenemos aquí otra guerra civil o intestina. La repetida unanimidad del pueblo español en torno del PSOE (o de Felipe González), puede ser ineficaz, a la larga, políticamente, democráticamente, pero, de momento, es un síntoma claro de que los españoles estamos superando el solariego guerracivilismo y aprendiendo a ponernos de acuerdo en torno de un hombre o de un programa.

El cuartel de la Montaña, patio de muertos, asaltado por los republicanos. El barrio de Argüelles, destruido por las bombas de Franco. Cualquier iglesia saqueada en sus sepulturas, corno una cómoda llena de cadáveres profanados, como un aparador reventón de obispos recién muertos sobre su muerte de siglos. Eso es la guerra civil en España. El torero tiene su guerra civil con el toro y sólo Luis Miguel Dominguín dijo una vez que se hacía amigo del animal, a lo largo de la faena, y le daba pena matarle. Todos vivimos aquí nuestra guerra civil con/contra un colega, todos tenemos nuestro enemigo íntimo. Y eso no se puede conmemorar, sino corregir. La LODE comienza a explicar a los niños una España menos cimarrona. En este segundo medio siglo, los viajes, los idiomas, y hasta los ligues, han hecho a los jóvenes menos fronterizos y alpestres, más patriotas de Europa. La guerra civil va siendo sólo el deporte nacional en las tertulias de café y en los articulistas.

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