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Un influyente grupo conservador británico ataca la actitud de Thatcher sobre Suráfrica

La obsesiva actitud de la primera ministra británica, Margaret Thatcher, en contra de la imposición de sanciones a Suráfrica, a pesar del fracaso de la misión al África meridional emprendida por su secretario del Exterior, sir Geoffrey Flowe, recibió ayer un ataque inesperado por parte de un influyente grupo conservador. El Grupo Reforma, presidido por el veterano político tory y ministro de Energía, Peter Walker, y del que forman parte otros cuatro miembros del Gabinete de Thatcher, publicó ayer un comunicado en el que pedía la aplicación de "sanciones sustanciales" contra Suráfrica por entender que era la mejor manera de servir a los intereses del Reino Unido.

En opinión del grupo, que goza de una considerable influencia en los círculos conservadores del país, la ausencia de sanciones sólo conduciría a la lucha armada en Suráfrica como única salida para los negros.La publicación del comunicado del Reform Group contradice las afirmaciones hechas por funcionarios cercanos a Downing Street sobre una total armonía en el Gobierno y en el Partido Conservador sobre el tema de las sanciones.

Sin ir más allá, el propio presidente del partido tory, Norman Tebbit, apuntó la posibilidad de que el Reino Unido no tuviera más remedio que adoptar algunas medidas contra Suráfrica en septiembre si el régimen de Pretoria sigue negándose a realizar cambios sustanciales y sigue considerando los intentos de los países occidentales de conseguir un cambio pacífico como "una injerencia en los asuntos internos del país", como el propio presidente surafricano, Pieter W. Botha, calificó la misión de Howe.

Entre tanto, en Londres, y a menos de 48 horas de la inauguración, a las tres de la tarde del domingo, de la minicumbre de los siete países de la Commonwealth que debe pronunciarse sobre las recomendaciones del grupo de notables, la impresión generalizada en círculos diplomáticos era que posiblemente sería necesaria la convocatoria de una conferencia plenaria de los 49 países de la organización a finales de septiembre ante las posiciones encontradas del Reino Unido y de los otros seis países participantes, que auguran un fracaso de la reunión de este fin de semana.

La convocatoria de tal conferencia plenaria de la Commonwealth permitiría a Margaret Thatcher salvar la cara, en opinión de estos círculos, al coordinar el tema de las sanciones no sólo con los países pertenecientes a la comunidad británica de naciones, sino también con los de la Comunidad Europea, Estados Unidos y Japón.

A pesar de su actitud radicalmente opuesta a las sanciones, la primera ministra británica ha mantenido siempre que su principal objeción era la imposibilidad de hacerlas efectivas sin un acuerdo global.

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Bombardeo de huevos

Thatcher tuvo que aguantar ayer un bombardeo de huevos y tomates contra su coche oficial cuando acudió a presenciar algunas pruebas de los Juegos de la Commonwealth en el estadio Meadowcroft, de Edimburgo, unos juegos irónicamente calificados en un principio como Juegos de la Amistad y que han visto la participación de países y territorios reducida, de los 58 originales, a 32.

La primera ministra fue abucheada cuando ocupó su asiento en el palco presidencial mientras que se levantaba una pancarta con la inscripción "Se busca a Thatcher y a Botha por asesinato".

Entre tanto, las dos compañías aéreas británicas más poderosas, la estatal -que está ahora en trance de ser privatizada-, British Airways, y la privada British Caledonia, se han curado en salud ante una posible suspensión de los vuelos a Suráfrica en el futuro y han solicitado autorización para volar a Gaborone, capital de Botsuana, situada sólo a 250 kilómetros al noroeste de Johanesburgo.

Suráfrica es un magnífico mercado para British Airways, que vuela de Londres a Ciudad del Cabo y Durban, además de a Johanesburgo, rutas que le proporcionan unos ingresos calculados en un millón de libras semanales (unos 200 millones de pesetas).

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