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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Israel tiene un plan

LA RECIENTE visita del primer ministro israelí, Simón Peres, a Marruecos y su entrevista con el rey Hassan Il han producido una estela desigual de acontecimientos en los dos países implicados, pero igualmente interesantes. Mientras en Marruecos asistimos a un intento, casi parece que deliberado, de subrayar los elementos inmediatamente negativos del encuentro, en Israel todo es explorar, con la misma deliberación, aquellas consecuencias positivas que quepa derivar del mismo.No es de extrañar que sea así, puesto que el beneficio inmediato de las conversaciones hay que anotarlo a la cuenta del haber israelí; cualquier contacto directo, sin concesiones previas, con un jefe de Estado árabe es una brecha, por mínima que resulte, en el cerco político a que se ve sometido Israel. Podrá especularse si el viaje es comparable al que realizó el presidente egipcio Anuar el Sadat a Jerusalén en 1977, pero Tel Aviv nunca puede salir perdiendo de que reciban a sus emisarios sin contrapartida visible por ello. De la misma forma, cualquier dirigente árabe que acoja públicamente a un representante de Israel se ve obligado a explicar luego por qué lo ha hecho y qué ha obtenido a cambio. Como difícilmente Hassan Il podía cerrar los dos días de entrevistas con un aleluya por unas concesiones que si algún día existen, habrá que negociar duramente, era preceptivo que pusiera modestamente el grito en el cielo y, aun reivindicando su soberanía para recibir a Peres, dedicara una seca apostilla a los contactos.

Por todo ello hemos visto cómo el primer ministro israelí consideraba ese primer encuentro un esperanzador preludio para ulteriores conversaciones, mientras Hassan dimitía, en cambio, como presidente en ejercicio de la Liga Árabe, aunque sin desmentir que los contactos ftieran a continuarse.

Más interesantes son las declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores israelí, Isaac Shamir, realizadas a un semanario hebreo, en las que por primera vez el líder del movimiento derechista Likud contempla la posibilidad de negociar la existencia de un futuro Estado palestino. Una primera teoría sobre el viaje de Peres a Marruecos podía abundar en la creencia de que Sharnir -que va a ser el próximo primer ministro israelí en octubre, según el plan de rotación con el partido laborista de Peres- veía con escaso entusiasmo la iniciativa del jefe de Gobierno, en la medida en que éste tratara de presentarse ante la opinión israelí como el hombre de la paz al tiempo que le dejaba el regalo envenenado de una negociación en potencia con el mundo árabe. Las declaraciones de Shamir permiten una o más lecturas diferentes. O bien el actual responsable de Exteriores, para no verse rebasado por los acontecimientos, establece su identidad como futuro negociador, o Peres, según ha declarado, obraba como portavoz del Gobierno de unidad nacional, con lo que los encuentros de Ifrán tendrían una base de respaldo más extensa.

Sabemos también, para apoyar esta última alternativa, que Israel por primera vez ha presentado públicamente un plan para negociar la paz que, aunque sea deliberadamente vago en sus precisiones territoriales, ha de contemplar algún tipo de retirada de la Cisjordania ocupada. Jamás ha sido posible que Israel presentara un plan detallado para una retirada de Cisjordania, Gaza y el Golán. Sería prematuro suponer que Peres tiene en el bolsillo ese mapa, y menos aún que Shamir contemple con entusiasmo tal posibilidad, pero ambos saben que la paz sólo se puede obtener con una voluntad declarada de abandonar al menos una parte de lo conquistado; que Peres presente un plan y Shamir hable de una entidad política palestina no puede pasarse por alto, precisamente, en momentos en los que el rey Hussein de Jordania trata de alentar en los territorios ocupados por Israel un liderazgo alternativo al del jefe de la OLP Yasir Arafat.

El encuentro de Ifrán es, en el mejor de los casos, el comienzo de un largo camino, pero hay que subrayar el enorme interés de Israel en no considerar fracasadas las negociaciones. Por ello sería difícil creer que la audacia de Hassan II no haya sido más que un disparo al azar.

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