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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Peres, en Ifrán

EL REY Hassan II venía desarrollando en los últimos tiempos dos operaciones diplomáticas difíciles, y en cierto modo contradictorias: reunir la cumbre de la Liga Árabe con vistas a potenciar la mediación en el conflicto Irán-Irak y preparar un relanzamiento de la negociación en Oriente Próximo, ante el fracaso del rey de Jordania de sentar en una misma mesa a la Organización para la Liberación de Palestina y al Gobierno israelí. A comienzos de este mes de julio, las esperanzas de una cumbre árabe reunida en Casablanca se han desvanecido. En cambio, la llegada de Simón Peres, primer ministro israelí, a Marruecos y sus conversaciones en el palacio de Ifrán con Hassan II constituyen uno de los acontecimientos internacionales más sorprendentes de los últimos tiempos. Nunca, desde los tiempos de Sadat, había tenido lugar un encuentro personal del jefe del Gobierno israelí con un máximo dirigente de un país árabe.Este audaz paso diplomático interesa al rey de Marruecos por diversos motivos. En términos generales, le conviene desempeñar un papel internacional lo más llamativo posible para compensar los efectos diplomáticos muy negativos derivados del conflicto del Sáhara, concretamente su aislamiento en la Organización para la Unidad Africana y su situación incómoda en la ONU. Con la recepción de Peres, Hassan II acentúa la inclinación prooccidental de su política exterior, tras la etapa de unión con Libia, que le ha dado escasos frutos en su objetivo de restar apoyo al Frente Polisario. Para el encuentro con el líder israelí, Hassan II ha escogido una coyuntura en la que interesa a los países árabes moderados demostrar una disposición a hablar con Israel, antes de que Peres sea sustituido, dentro de tres meses, por Shamir al frente del Gobierno de Tel Aviv. Quizá Marruecos sea hoy el único país que podía dar ese paso. Y un factor que facilita el contacto entre Rabat y Tel Aviv es la población judía de Marruecos., más los numerosos ciudadanos israelíes originarios de Marruecos que no han perdido el contacto con su antigua patria. Por otro lado, si Hassan II ha tomado su iniciativa como rey de Marruecos, no se puede olvidar que ocupa la presidencia de la Conferencia islámica, de la Liga Árabe y del comité Al Qods, por la liberación de Jerusalén.

Es cierto que la ruptura de Damasco con Rabat y las condenas o críticas ole otros países árabes evidencian las divisiones existentes en el mundo árabe. De hecho, en las actuales circunstancias, la reacción que este encuentro ha provocado en ese ámbito no es comparable a lo ocurrido cuando Sadat rompió las decisiones de la Liga Arabe para establecer relaciones con Israel.

El comunicado de las entrevistas Hassan-Peres insiste en que éstas han tenido como base el pian de Fez; ese plan, aprobado por la cumbre árabe en 1982, prevé la retirada de Israel de todos los territorios que ocupó en la guerra de 1967 y la creación en ellos de un Estado palestino. Que el plan de Fez era inaceptable para Peres se sabía antes de su viaje. Pero el hecho mismo de que lo haya discutido personalmente con un dirigente árabe es algo nuevo, sin precedente, si bien el alcance de este paso sólo podrá conocerse en el futuro. Conviene recordar que la importancia para los árabes de iniciar un diálogo con Peres consiste en que éste acepta la hipótesis de la retirada de Israel de una parte de los territorios ocupados, mientras que Shamir -que será jefe de Gobierno desde el próximo octubre- descarta cualquier evacuación. Es una diferencia que será decisiva cuando se pueda iniciar una negociación para elaborar soluciones concretas.

Peres, ante la transmisión de poderes a Shamir en fecha próxima, tiene interés en dejar las cosas en las condiciones más favorables para el Partido Laborista. Uno de los puntos de discrepancia con el Likud es la disposición laborista, al menos en teoría, al diálogo con los árabes. Con su viaje, Peres quiere dejar sentado que Israel debe proseguir los esfuerzos en pro de una evolución negociada de las relaciones con los árabes, y al dejar abierto ese camino, el dirigente laborista condiciona en cierto modo la política que deberá seguir Shamir en la jefatura del Gobierno. Si éste enterrase por sectarismo nacionalista y militarista el camino iniciado en Ifrán -aunque por ahora sin resultados concretos-, el coste político podría ser alto para el jefe del Likud. En resumen, puede decirse que el encuentro de Ifrán ha tenido un carácter exploratorio, y así lo especifica el comunicado. Sus efectos reales solamente podrán ser juzgados a largo plazo.

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