Investigar

A los profesionales de la investigación y de la enseñanza universitaria que nos hemos ido al extranjero suele preguntarnos la gente si no nos gustaría volver. Mi respuesta es que no, no rnucho, y mi razón o mi excusa es que no tengo paciencia (tal vez mejor, no tengo tiempo) para trabajar como se trabaja aquí. Vuelvo a comprobarlo, irremedliablem ente, cada verano. Por ejemplo, cuando tengo que utilizar la Biblioteca Nacional (una experiencia siniesitra y humino tengo otro remedio). Este año, los colegas me habían convencido de que consiguiera un carné de investigador, que facilitaba mucho las cosas. Esta mañana, mi nuevo carné me ha introducido, por fin en el sistema burocrático más laborioso y desquiciante que he conocido en 20 años de bibliotecas."Pero bueno, ¿a qué viene tanta prisa?' "Vaya a rellenar esas fichas en la mesa 28". "Ahora tiene que llevar esas fichas a que las firme una señorita de azul que suele estar en aquella mesa, espere a que vuelva". "No puede tener el periódico encima de la mesa; póngale su nombre y déjelo allí". "No puede escribir con pluma ni bolígrafo, sólo con lápiz". "Tardarán un cuarto de hora o así en entregarle éstos libros" (dos volúmenes infames de Alfredo Marqueríe sobre teatro). Al final, no veía más que dos alternativas: empezar a gritos con unos bedeles que no tenían toda la culpa, o escribir una carta a EL PAÍS, como forma algo más

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útil o más civilizada de hacer tiempo en la Biblioteca Nacional.Luis FernándezCifuentes. Madrid.