Burguesía y vatitas mágicas
La derecha de nuestro país debe de ser distinta de la de países como el Reino Unido y Estados Unidos, por citar sólo dos países en cuyos Gobiernos conservadores más se miran nuestros líderes derechistas. En los países mencionados, y también en algunos otros, se tiene como dogma de fe que no puede pretender gobernar un país quien no ha gobernado bien su propia empresa. Desde la filosofía capitalista nada hay de más lógico ni de más coherente que exigirle a una administrador público que demuestre previamente su competencia en los asuntos privados. Pero aquí parece que la cosa funciona de otra manera bien distinta, incluso me atrevería a decir que de modo totalmente opuesto, pues vemos cómo empresarios y financieros, además de un buen número de ciudadanos, están proporcionando todo el apoyo posible a un banquero fracasado el cual tampoco lleva consechado ningún éxito digno de mención en los largos siete años que lleva presidiendo el Gobierno de una comunidad autónoma. Es deprimente y difícilmente explicable ver cómo se juzga a un partido y a un dirigente político no por su buena o mala administración de la cosa pública o privada, como sería lógico esperar, sino en función de una bandera nacionalista enarbolada de forma difusa, que sólo puede encontrar su concreción en el folclorismo estandarizado de la barretina, el pan con tomate y la butifarra con judías. Todo esto preba que en nuestra tierra muchas cosas han evolucionado y progresado, pero que este proceso de modernización no ha tocado todavía con su varita mágica las mentes cerradas de la burguesía-
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