"Pensé que se había caído un edificio", dice un policía que auxilio a las víctimas
Un policía municipal, que se encontraba junto a un compañero en la plaza de Perú, muy próxima al lugar del atentado, aseguró que ambos pensaron al escuchar la explosión "que se había caído un edificio". "Cuando se despejó el humo", dice, "y vimos a los guardias civiles correr despavoridos, nos dimos cuenta de lo ocurrido. Era un espectáculo dantesco. Salimos corriendo para allá, metimos a todos los agentes que cabían en el coche y nos los llevamos a La Paz".
Anastasio Cuenca García, de 58 años, empleado del servicio de limpieza del Ayuntamiento de Madrid, aseguró ayer que se encontraba a unos 10 metros del lugar donde se produjo el atentado recogiendo basura que introducía en un carro. "La explosión me tiró al suelo y noté un dolor tremendo en la cabeza y en los oídos", dijo. "Cuando pude reaccionar observé que las llamas me iban a alcanzar y me arrastré por el suelo como pude hasta que unas personas me recogieron y me trajeron al hospital".El empleado municipal, que sufrió heridas de metralla en el hombro derecho y una hemorragia del oído, está internado en el departamento de Traumatología de la residencia La Paz. Junto a él se encontraba su esposa que se mostró muy afectada porque había escuchado en dos emisoras de radio que su marido había muerto.
En las camas contiguas a la del empleado municipal yacían dos guardias civiles heridos. Uno con la cara completamente ensangrentada y en estado de inconsciencia. A su lado, un agente, de 26 años, explicó, mientras comía, que era de los de más edad de la promoción y que iba sentado en la parte central del autobús. "Pude salir del vehículo por una ventana. Me quedé atontado, no sabía lo que pasaba, casi ni lo recuerdo. Ahora me duele horriblemente la cabeza", agregó.
Otro guardia civil herido explicó que viajaba en la parte delantera, "detrás del conductor en la zona que resultó menos dañada". El guardia aseguró que en un primer momento se bajó del vehículo, pero que volvió a subir y comenzó a auxiliar a los heridos. "Los que iban en la fila de atrás estaban destrozados, tenían la nuca...". El herido no pudo seguir hablando. Sus palabras quedaron rotas por el llanto. Otro compañero que estaba a su lado aseguró que se bajó del vehículo y desenfundó su pistola. "Pensaba que nos iban a rematar. Algunos compañeros tenían también la pistola en la mano y escuché algunas detonaciones".
A la residencia sanitaria La Paz acudieron numerosas personas para realizar donaciones de sangre. Entre los donantes se encontraban sobre todo familiares de guardias civiles y muchos agentes.
El alcalde de Madrid, Juan Barranco, que visitó a los heridos al mediodía, calificó el atentado como un acto criminal. "Hay que luchar para que este tipo de cosas no nos llenen el corazón de odio y podamos enfrentarnos a los hechos con serenidad. Entre todos debemos colaborar para combatir la violencia".
"Yo viví la guerra y en mi vida he oído nada igual", dice Carmen Neira, que recientemente ha sufrido una operación de rodilla. Con su marido, Antonio Navas, secretario de juzgado, vive en el quinto piso de la plaza de la República Dominicana, 7. "Precisamente anoche estuvimos en esa misma esquina, sentados en un banquito tomando el fresco, mi esposo y yo. No vimos nada raro. Esta mañana (por ayer) estábamos en la cama. Sonó un estruendo enorme. Las persianas de mi cuarto se combaron. La explosión me alzó de la cama hacia arriba, a mí, con mi peso. Apenas puedo andar, pero parece que la explosión me ha dado más fuerzas y hoy camino mejor", señala Carmen Neira. Su esposo, Antonio Navas, asegura: "Mí mujer, de unos 97 kilos de peso, pegó un bote de casi dos metros de la cama por la explosión".
De boda
El matrimonio Santalla, vecino de la plaza de la República Dominicana, contempló lo sucedido con una mirada especialmente conmovida. Su hija Cristina iba a casarse a media mañana de ayer, apenas dos horas después del atentado.
La explosión no pudo torcer su deseo de asistir y celebrar la boda de su hija. El señor Santalla se puso su traje gris y su mejor corbata. La señora Santalla vistió su bello traje azul y su collar de perlas. Sólo las lágrimas daban a la madre de la novia un rasgo de distancia y tristeza.
Para Mari Loli Grande, de 27 años, bailarina clásica, que vive en el quinto piso del portal 7 de la plaza, "resulta milagroso" que no le haya pasado nada. "El bombazo arrancó de cuajo la doble ventana de mi dormitorio y cayó sobre mi cama a menos de medio palmo de mi rostro". El encuadre debe pesar 100 kilos."Sólo tengo rasguños", dice.
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