40 millones de indígenas
"Pobres entre los pobres", la expresión acuñada por los obispos católicos latinoamericanos para referirse a los aborígenes del continente, es la característica que puede aplicarse a los 40 millones de indígenas de este inmenso territorio. Y a menudo ni siquiera los grupos más sensibles a los problemas. sociales de algunos países de la región demuestran una efectiva preocupación por la realidad de estos pueblos desplazados de nuestra historia política, económica y social.En Argentina, por ejemplo, centenares de miles de indígenas viven una situación de miseria y marginación ignorada por la mayoría de sus compatriotas. Las insuficientes informaciones censales disponibles, elaboradas por el Servicio Nacional de Asuntos Indígenas y por la Asociación Indígena de la República Argentina (AIRA), señalan que los grupos étnicos más importantes (matacos, guaraníes, aymarás y coyas) habitan en el norte del país, en las provincias de Misiones, Formosa, Chaco, Salta y Jujuy. Los famosos mapuches viven en el Sur, en las provincias de Río Negro y Neuquén. Los pocos estudios existentes indican que en la mayoría de estas comunidades rige todavía una economía de subsistencia. Razones culturales hacen que el indígena encuentre en la tierra no sólo la garantía de las condiciones mínimas de sobrevivencia, sino el origen de un equilibrio armónico de factores en los cuales se cobija económica y culturalmente. Para el indígena la tierra no es una simple mercancía, sino que representa el espacio cultural, el lugar de los mitos y de la historia de cada etnia particular.
Fue la lucha por la posesión de la tierra la que desplazó a los aborígenes de su hábitat natural, de los lugares que ocupaban al producirse la conquista. La obra se completó mediante la acción depredadora de la actividad económica, la deforestación indiscriminada, la contaminación de cursos de agua, la eliminación de la caza y la explotación del subsuelo. Por toda América Latina, la lucha por la supervivencia no les reservó a los indígenas otra alternativa que integrarse como mano de obra barata en tareas agrícolas o como simples peones; en las zonas suburbanas de las pequeñas ciudades del interior del país.
El llamado mapa del hambre. elaborado por el Instituto de Estadística y Censos, organismo oficial argentino, asignó a la población de Ingeniero Suárez (provincia de Formosa) el triste calificativo de ser el lugar más pobre de una Argentina hoy más pobre que nunca. La mitad de los habitantes de Ingeniero Suárez es aborigen. Pero éste no es más que un pequeñísimo ejemplo en América Latina, ya que en casi todas estas naciones nos encontramos con lo mismo: países cuyo Ministerio de Salud Pública posee informaciones sólo parciales que lo único que revelan claramente es el estado de precariedad económica y sanitaria de las poblaciones indígenas, con creciente presencia de todo tipo de enfermedades endémicas.
A menudo, cuando se pretende integrarlos a la sociedad, los indígenas son sometidos compulsivamente a un sistema educativo formal que no corresponde a la cultura y necesidades de estos grupos sociales y que deja de lado los conocimientos científicos y pedagógicos avalados por culturas ancestrales. "Lo que hoy más pesa en los indígenas", sostiene el sociólogo argentino Oswaldo Olouks, "es la margina-
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40 millones de indígenas
Viene de la página 11lidad en que han caído. En este momento, el rescate cultura¡, para los que viven en comunidades y que están padeciendo todos los días, ya no les interesa. Porque por ser indios fueron discriminados, se les dejó sin tierras, se les quitó la poca cosa que tenían", agrega.
En Argentina y Chile, donde son más de millón y medio, los mapuches prácticamente han dejado de ser una nación. "El fiero pueblo no domado... que por valor y pura guerra hace temblar la tierra", como lo describiera Alonso de Ercilla en su inmortal Araucana, vive hoy en las mismas regiones chilenas que históricamente ocupó, pero con serios problemas de sobrevivencia. Según Ana Llao, dirigente de la actual organización nacional mapuche Ad Mapu (Carácter de la Tierra), ha revelado la "historia de despojo" sufrida por su pueblo y los peligros que hoy enfrenta. El mayor problema, afirma, es el de la tierra ("el problema del indio no es étnico ni biológico", sostenía ya José Carlos Mariátegui, fundador del pensamiento socialista en Perú; "el problema del indio es el de la tierra"). Mapu es tierra y che es hombre. Ello señala la importancia que para este pueblo tiene la tierra, ya que es la base de la organización económica y social. En el quechua hablado por la mayor parte de los indios de Perú nos encontramos con algo muy semejante, y el equivalente de la palabra huérfano no significa que no se tiene padre o madre, sino que no se posee una parcela de tierra. Pero tanto en Chile como en Perú la ley maldita existió desde los albores de la independencia: consagraba la propiedad privada de las tierras -lo cual dio lugar a todo tipo de abusos legales- y significó un golpe mortal para el sistema comunitario enraizado en las más antiguas tradiciones de muchos de estos pueblos. La ley maldita exhibe como fundamento la aspiración evidente de los indígenas a ser propietarios individuales de la tierra. En la larga práctica histórica, politicastros, tinterillos, curas, alcaldes y subprefectos crearon el gamonalismo andino y el latifundismo costeño.
Hoy en Chile la dictadura está dispuesta a ir aún más lejos: borrar del mapa el problema mapuche mediante la violenta reducción de sus centros vitales y sus pocas áreas de cultivo. Se sabe que así se logrará alcanzar una pérdida total de la identidad y para ello no se ha olvidado que la lengua mapuche debe desaparecer de las escuelas.
Un caso más -o una variante del mismo caso- es el de Honduras. A los problemas ancestrales se agregan actualmente los que se han producido en la Mosquitia, zona fronteriza con Nicaragua. Con la llegada de refugiados misquitos y sumos, a partir de 1981, los problemas para los misquitos hondureños han aumentado, agravando una situación ya de por sí precaria. Incomunicados del resto del país, padecen inundaciones anuales, escasos servicios de salud y muy restringidas oportunidades de trabajo.
El flujo de refugiados en la región abrió paso a organismos internacionales para asistirlos. Pero esta asistencia ha privilegiado a los misquitos nicaragüenses en relación con los hondureños. Además, la presencia en la zona de mercenarios antisandinistas y de fuerzas regulares del Ejército hondureño ha generado un conflicto potencial con características de problema político-militar, y existen denuncias en el departamento de Gracias a Dios, al que pertenece la Mosquitia. Se afirma, en efecto, que la contra nicaragüense se pasea armada por las poblaciones cometiendo toda clase de atropellos con absoluta impunidad. Recientemente, miembros de Moskitia Asla Takanka, o Unidad de la Mosquitia (asociación nacida en Honduras), han acusado a los aparatos de seguridad hondureflos de "imponer un régimen de terror" y se han referido a la existencia de varios cementerios clandestinos.
Venezuela tampoco parece escapar a la regla. No hace mucho se descubrió que el uranio y otros materiales estratégicos parecen ser la razón verdadera por la cual han permanecido durante cuatro décadas los integrantes de una secta religiosa norteamericana conocida como Las Nuevas Tribus, que opera en el Amazonas y en la Guayana venezolana, entre comunidades indígenas. Se trata de una secta ultrafundamentalista que tiene su cuartel general en Estados Unidos y que comenzó a operar en las selvas al sur de Venezuela durante la II Guerra Mundial. En ese momento el objetivo estuvo delimitado a la búsqueda de reservas de caucho y balata que eran explotadas por indígenas.
Pero hacia el exterior, y como justificación ante medios oficiales, Las Nuevas Tribus se presentó como un grupo misional que trata de incorporar los indígenas selváticos a la civilización, evangelizándoles y enseñándoles costumbres occidentales. En 1975 un grupo de dirigentes indígenas y antropólogos presentaron ante el Congreso Nacional una acusación formal contra Las Nuevas Tribus, señalando que eran un brazo del Instituto Lingüístico de Verano, que operaba en zonas estratégicas levantando mapas y cartas topográficas, detectando la existencia de uranio y otros materiales estratégicos y explotando ilícitamente minas de oro y diamantes.
Desde entonces se ha descubierto que Las Nuevas Tribus posee en el Amazonas venezolano unos 30 aeropuertos y pistas de aterrizaje clandestinos, que ha levantado poblados cubiertos por la espesa vegetación y que posee poderosos equipos de transmisión que, entre otras cosas, les permite entrar en el territorio sin pasar ante las autoridades fronterizas venezolanas. Su primera presencia oficial se registró en 1943, pero su implantación se vuelve notable al iniciarse la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez.
La investigación de un jefe militar, reportada recientemente al Congreso, reveló que los misioneros no asistían espiritualmente a los indígenas, sino que habían dedicado sus esfuerzos a truncar sus patrones culturales, sus manifestaciones religiosas e idiomáticas, para aniquilarlos como grupo, mientras, en acción paralela, se intensificaba la pesquisa de materiales estratégicos. El militar venezolano sostuvo en su intervención que algunos misioneros norteamericanos de Las Nuevas Tribus se habían movilizado en las selvas amazónicas vistiendo uniformes de las fuerzas armadas para aparecer como "elementos de autoridad" ante los indígenas. También afirmó que los misioneros son financiados por la transnacional General Dynamics, que les envía dinero, aviones y uniformes desde California, pero en cambio nunca han reportado una sede de residencia en EE UU, aunque todos sus integrantes han seguido cursos en el llamado Instituto Lingüístico de Verano.
Mucho se habló de la expulsión de este instituto de Perú, en los primeros años de la década de los setenta, tras haberse descubierto, entre otras cosas, que algunos de los dialectos de las zonas de la Amazonía peruana en que operan habían sido utilizados para transmisiones secretas durante la guerra de Vietnam. Pero ahí siguen evangelizando desde hace muchas décadas. En cambio, en noviembre de 1978, el Gobierno colombiano decretó la prohibición de actuar en su territorio tanto a Las Nuevas Tribus como al Instituto Lingúístico de Verano, que, a pesar de su nombre, funciona todo el año y hasta puede ser visitado por turistas que fotografian los colectivos bautizos por inmersión de los nativos. Ahora las autoridades venezolanas al más alto nivel preparan una acción contra las misiones de Las Nuevas Tribus, sobre las que existe una extensa investigación parlamentaria.
Bolivia, México, Ecuador, Perú y Guatemala son los países en los que la población indígena alcanza los más altos porcentajes de la población nacional. Con variantes locales, las cosas no llegan a ser muy diferentes. Pero me he querido referir tan sólo a algunos casos excepcionales.
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