_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El plazo

Manuel Vicent

Lo despertó un mirlo. Se levantó temprano. Tenía algo importante que hacer esa mañana, aunque no sabía exactamente qué. Se duchó cantando y mientras se afeitaba espoleó un poco la memoria. ¿Le esperaba un pago inexcusable, una cita de negocios, un. vencimiento judicial? Podía tratarse tal vez de un funeral o de una boda. No lograba acordarse en ese momento. Esto le sucede a menudo a la gente muy ocupada. Era un día como otro cualquiera y él se sentía relativamente feliz. Durante el desayuno, aspirando el aroma del café, leyó algunas catástrofes en el periódico y entre un desfalco y un tiroteo los ojos se le iban por el ventanal hasta la verja del jardín donde aún había rosas encendidas. Cantaban los pájaros. Cuando salió de casa en dirección al trabajo olió la hierbaluisa y en el trayecto de automóvil deseó a cuatro muchachas distintas que le sonreían desde las vallas. La sensación de un compromiso ineludible le siguió acaparando, pero no tenía por que preocuparse. A fin de cuentas el asunto estaba anotado en la agenda de la oficina.No obstante se entretuvo imaginando o descartando algunas posibilidades. Ningún familiar había muerto. Nadie le había invitado a almorzar, no había solicitado un solo crédito, todas sus deudas se encontraban debidamente aplazadas, había conseguido un alto el fuego en el amor, su salud era excelente, tampoco le acechaba la policía o el inspector de Hacienda. Aun así, en la cervical llevaba el peso de una obligación perentoria. La calle lucía un puesto de flores en cada esquina, los fruteros silbaban melodías de amor sopesando los primeros melones y él también se sentía eufórico aquella fresca mañana. Al cruzar el vestíbulo saludó jovialmente al conserje. Entró en la sede de la empresa y a medida que fue avanzando hacia el despacho todos los empleados le dijeron buenos días. Finalmente llegó a su mesa y primero repasó la agenda para salir de dudas. En la hoja él mismo había escrito taxativamente: recuerda que hoy tienes que suicidarte. Se llevó una sorpresa, pero no dudó nada. Sacó el revolver del cajón, se apuntó en la sien, sonrió y a continuación se hizo -saltar la perola sin más.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_