La crisis del sistema internacional
En nuestros días, la situación política y económica del mundo deja la impresión de crisis, de encontrarnos ante un cuadro en el cual las superpotencias o las grandes agrupaciones regionales -como la CEE- carecen de: la posibilidad de encontrar salida a los grandes problemas. Una inestable paz armada -entre la URS S y EE UU- se complica con la aparición de nuevos focos de tensión, como la guerra entre Irán e Irak, que no corresponden a la tradicional rivalidad Este-Oeste. En materia económica, el fantasma de la quiebra de la banca occidental ha rondado cada vez que alguno de los grandes deudores -como México o Brasil- ha amenazado con cesar los pagos de los intereses de la deuda externa. El mundo ha visto una larga década de inestabilidad económica ante la cual las recetas tradicionales fracasan.El problema de fondo radica en la crisis del sistema internacional que se construyó al terminar la II Guerra Mundial. Un viejo orden se derrumbó y no ha surgido uno nuevo que lo reemplace. De ahí la confusión del presente.
La II Guerra Mundial alteró radicalmente el sistema tradicional de poder -que correspondía a una hegemonía europea- que predominó durante casi 500 años. Estados Unidos y la Unión Soviética emergieron corno las únicas superpotencias militares, capaces de derrotar a cualquier otra combinación de naciones.
La URS S amplió sus fronteras, recuperando gran parte del territorio perdido en la I Guerra Mundial y -por primera vez en su historia- logró establecer una zona de protección frente a Occidente. La Unión Soviética salió del conflicto con un potencial bélico considerable, pero con una economía en ruinas, y tomaría largos años antes de alcanzar una sensación de seguridad.
Estados Unidos surgió de la II Guerra Mundial no sólo con un gran poderío bélico, sino con una economía revitalizada. El conflicto con el Eje dio nuevo vigor a la industria, desapareciendo los efectos de la depresión de 1929. Los combates se libraron lejos de sus costas, el número de bajas fue reducido, sus ciudades no fueron bombardeadas y sus industrias no sufrieron ataques. Como consecuencia, en 1945 Estados Unidos se convirtió en la principal potencia económica del planeta y era capaz de producir el '50% del PN mundial, pese a contar con un 6% de la población de la Tierra.
LA DEBILIDAD DE EUROPA
Europa quedó destrozada por la guerra. Sus fábricas fueron aniquiladas por las bombas, su agricultura anarquizada y, como consecuencia, el nivel de vida bajó -en muchos lugares- a niveles de subsistencia. Su debilidad la dejaba inerme frente a cualquier eventual invasión soviética y sólo el poderío norteamericano podía protegerla. En esas condiciones era previsible, ya en 1945, que las potencias coloniales no conservarían por mucho tiempo esa categoría.
El sistema internacional que nació en la posguerra surgió de la voluntad de las superpotencias. Allí donde hubo consenso existieron normas claras; cuando discreparon arreció la guerra fría. El resto del mundo tuvo que alinearse en uno u otro bando.
Se desarrollaron así dos subsistemas -uno dirigido por Estados Unidos y otro -por la URSS - y cada una de las superpotencias trató de poner orden en su campo y evitar conflictos mayores que pudieran llevar a la anarquía o al enfrentamiento entre aliados. Los tradicionales resquemores entre vecinos fueron congelados.
Las relaciones económicas fueron regladas, en el bloque occidental, en base a diversos organismos internacionales. Los aspectos monetarios del sistema quedaron a cargo del Fondo Monetario Internacional (FMI); el intercambio económico se trató de coordinar en el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT en sus siglas inglesas) y se estableció el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento para asistir a los países con problemas financieros y ayudarlos en las tareas del desarrollo. Las concepciones liberales norteamericanas fueron las que orientaron -desde el punto de vista doctrinario- a la política de los organismos internacionales de tipo económico que hemos señalado.
El sistema financiero creado en la posguerra suponía que Estados Unidos tendría el papel de banquero del bloque occidental y que su moneda conservaría la suficiente solvencia para ser utilizada como divisa de reserva por otros Estados. El dólar reemplazó al oro como bien de intercambio comercial y reserva internacional. Ello implicaba que la capacidad productiva estadounidense debería mantener su calidad y dinamismo a riesgo de una seria crisis del sistema que se estaba creando.
Los países del bloque socialista o comunista se mantuvieron al margen de las organizaciones económicas reseñadas. Sin embargo, no tenían mayor importancia en el tráfico de mercaderías y de recursos financieros en el mundo de la posguerra. El conflicto bélico había arrasado a la URS S y a los Estados de Europa oriental. La primera prioridad era la de reconstruir y desarrollar una economía moderna. Mientras tanto, su incidencia en el intercmabio mundial sería pequeña.
EL SISTEMA MILITAR
El sistema militar estaba también basado en el poderío de las superpotencias. Estados Unidos y la Unión Soviética hacían de núcleo -en forma directa o indirecta- de todos los esquemas de alianza que se fueron creando en las décadas siguientes, llámense OTAN, TIAR, Pacto de Varsovia, SEATO, etcétera.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) surgió como un intento de consolidar la paz, en forma estable, y para ello era indispensable la colaboración permanente de las potencias victoriosas. Por ello se estableció un Consejo de Seguridad, integrado por los cinco grandes -Estados Unidos, Unión Soviética, Francia, Reino Unido y China-, que tenían derecho a vetar aquellas resoluciones calificadas de importantes para la paz y que contravinieran las políticas de alguno de los grandes. Debido a la existencia de una mayoría occidental en el Consejo de Seguridad y en la Asamblea General de la ONU, Stalin obtuvo que la URSS tuviera tres votos en la Asamblea General: Unión Soviética, Ucrania y Bielorrusia. Las dos últimas son repúblicas integrantes de la Unión Soviética; sin embargo, por una ficción jurídica se les considera Estados independientes para los efectos de la representación en la ONU.
El esquema bipolar -surgido después de la II Guerra Mundial- tenía la ventaja, frente a muchos defectos, de que las reglas del juego aparecían claras. Cada bloque tenía un líder que mandaba, aglutinaba y ponía orden; no existía, ni por asomo, una situación de vacío de poder.
En los últimos 40 años -pese a las crisis- se ha producido un constante y dinámico proceso de expansión económica. Han surgido nuevas potencias industriales, la tecnología tiende a diseminarse por el orbe y la explosión demográfica opera en contra de Estados Unidos y la Unión Soviética. Son los países de América Latina, Asia y África los que tienen las más altas tasas de aumento poblacional y ello implica la alteración de un importante elemento de poder en el mundo.
La década de los cincuenta fue el período de los milagros económicos de los países que fueron destrozados por la II Guerra Mundial -Europa occidental y Japón-, y la década de los sesenta vio la expansión de la industria por América Latina y una mayor sofisticación diplomática de los Estados del llamado Tercer Mundo. Y así surgieron acuerdos de productores de materias primas, que fueron mejorando sus condiciones negociadoras. La década de los setenta contempló la emergencia del poder de los Estados petroleros. En nuestros días Japón ha desplazado a Estados Unidos como el primer acreedor mundial y la República Popular China tiene altas tasas de crecimiento económico.
La Organización de las Naciones Unidas fue sufriendo las alteraciones del panorama en el mundo. Al antiguo dominio de las superpotencias se sobrepone ahora la mayoría numérica de los países subdesarrollados. Y son las ex colonias las que más fustigan a sus antiguas metrópolis aprobando resoluciones cargadas a veces de resentimiento.
El proceso de descolonización ha sido tan rápido que, en muchos casos, han aparecido Estados que no pasaron por el camino, largo y penoso, de maduración nacional. Y el mundo ha visto la aparición de miniestados en islas, regiones periféricas o zonas aisladas. Y cada uno de ellos tiene el derecho de ingresar en la ONU y, como tal, a tener un voto en la Asamblea General al igual que Estados Unidos, India o China. Las mayorías numéricas, en estas condiciones, no guardan relación estrecha con el poderío de los participantes. Y, como es de suponer, las grandes potencias resuelven sus problemas al margen de los organismos internacionales. La Asamblea General de la ONU se ha convertido más en una tribuna que en una organización capaz de solucionar conflictos.
Es así que la paz en Vietnam, los acuerdos de control de armamentos o los diversos pasos de la distensión -en el pasado- se efectuaron al margen de las Naciones Unidas; una situación similar está sucediendo con los diversos conflictos que han surgido en Oriente Próximo. Esta situación implica que, en nuestros días, no existe una estructura que pueda servir de centro moderador de las tensiones internacionales y la persistencia de la guerra entre Irán ¿ Irak así lo está. demostrando. Por otra parte, la emergencia de nuevos poderes como China, Japón, la CEE, India o Brasil hace que el antiguo esquema bipolar pierda validez.
UN CUADRO INESTABLE
En el aspecto militar, la difusión de los armamentos, nucleares, incluso al nivel de las potencias medias, limita seriamente el poder moderador de las superpotencias. Y I.a creciente colaboración económica entre los países occidentales y los comunistas -pese a los retrocesos que surgen en cada crisis- va erosionando los antiguos sistemas de alianza ya que la hostilidad es matizada -día a día- por el creciente intercambio comercial. Y al perder rigidez los bloques comienzan a resurgir las viejas enemistades regionales. Basta observar el enfrentamiento entre Grecia y Turquía, en torno a la delimitación del mar Egeo, y el problema de Chipre, para ratificar este aserto. Pese a que ambos países son miembros de la OTAN han primado -en sus relaciones exteriores- las animadversiones al Estado vecino antes que la colaboración común frente a un eventual ataque de la URSS.
Los mecanismos económicos también han entrado en crisis con el fin del mundo bipolar. El creciente intercambio entre capitalistas y comunistas implica la necesidad de revisar las reglas; del juego en instituciones como el Fondo Monetario o el GATT. Por otra parte, los rubros que mayor crecimiento han tenido en el pasado reciente escapan del control del GATT o del FMI. Nos referimos a la venta de armamentos, al comercio de las drogas, rubro este último que supera el centenar de miles de millones de dólares anuales. Otro elemento nuevo incide en el intercambio comercial entre las distintas unidades de las empresas multinacionales que han creado nuevas reglas y mecanismos tanto en la inversión como en el comercio internacional; normas que escapan generalmente al control de los Estados. Como consecuencia existe un enorme flujo de divisas que son utilizadas como capital especulativo ya desde la década de los sesenta. En aquella época generaron una serie de crisis monetarias en Europa; en la década de los setenta surgió una mayor liquidez internacional que financió créditos de corto plazo en América Latina, hasta que en 1911 comenzaron a trasladarse a Estados Unidos. Ha surgido así el problema de la deuda latinoamericana y el peligro de que el actual endeudamiento anual de Estados Unidos -cerca de 200.000 millones de dólares al año- pueda Provocar una gigantesca crisis al fin de la década. Hay que recordar que en nuestros días Estados Unidos ya superó a Brasil y México como el principal. país deudor del mundo.
La conclusión evidente de este panorama ha sido la crisis de la. moneda norteamericana y su incapacidad para servir de divisa de reserva internacional.
El cuadro reseñado agrega otro factor de inestabilidad en el sistema internacional. La economía está dejando de ser manejable a menos que se logre un consenso con una gran cantidad de Estados, muchos de ellos carentes de mayor tradición diplomática y, algunos, plenos de resentimientos. Y como tampoco puede aplicarse, en gran escala, el mecanismo de la intervención militar, la única salida global es la negociación. Pero siempre quedan interrogantes de peso. Hay aproximadamente 150 Estados, algunos minúsculos, otros poderosos y modernos, muchos con costumbres preindustriales. En estas condiciones, ¿quiénes pueden negociar la crisis del sistema? ¿Cómo generar mecanismos de consenso? ¿Qué medidas pueden tomarse para controlar los flujos financieros generados por la venta de armas, el comercio de la droga o el intercambio dentro de las multinacionales? Y podríamos seguir planteando interrogantes para los cuáles todavía no hay respuesta.
La crisis del sistema internacional se plantea debido a que varios de los patrones tradicionales ya no tienen mayor aplicación.
En el derecho internacional clásico, por ejemplo, el actor por esencia era el Estado. Se suponía que esa entidad tenía un grado razonable de poderío militar, económico y educacional, que poseía una cierta extensión territorial y encuadraba a un pueblo que durante un largo proceso de vida en común se había convertido en nación.
En los últimos años ha surgido el fenómeno del miniestado. Y es, en gran parte, una caricatura de los elementos que configuraban al Estado corno actor en el derecho internacional. Y estas organizaciones constituyen un número importante de los miembros de las organizaciones internacionales. Ha surgido como consecuencia la crisis del sistema de votación dentro del sistema internacional.
En las organizaciones económicas -como el FMI- se vota de acuerdo a un criterio que toma en cuenta el aporte financiero de cada miembro. Y así, por ejemplo, Estados Unidos tiene mayor poder de votación que Haití. Esta situación ha provocado la protesta de los países del Tercer Mundo, que reclaman una democratización señalando que cada Estado debe tener un voto, sin tomar otra consideración económica o de población.
En las Naciones Unidas existe el derecho a veto de los miembros permanentes: Estados Unidos, URSS, China, Francia y el Reino Unido. Si bien se reconoce el derecho a veto de las superpotencias, no ocurre lo mismo con los casos de Francia y el Reino Unido, que han dejado de ser grandes potencias mundiales. Ya Japón y la República Federal de Alemania cuentan con PNB mayores, y nuevas potencias como la India, Brasil o Indonesia tienen calificaciones para acceder al status de miembro permanente.
En la Asamblea General y en otros organismos de las Naciones Unidas existe el principio de un Estado un voto. Esta situación origina, mayoría de los países africanos -muchos de ellos miniestados- y asiáticos. El enfrentamiento con Occidente llevó al retiro de la Unesco de Estados Unidos y el Reino Unido señalando la desproporción de poderío real con las mayorías de Estados pequeños que condenan reiteradamente a los países occidentales.
LA SOLUCION DE CONFLICTOS
Las normas que servían para resolver una disputa entre Estados estaba sustentada en concepciones europeas. El derecho internacional era un conjunto de reglas que aplicaban los pueblos cristianos en su vida de relación. Hoy, la emergencia de los países afro-asiáticos y los comunistas implica que otros principios filosóficos o culturales chocan con las antiguas normas. En estas condiciones, organismos como el Tribunal Internacional de Justicia caen, en gran medida, en el desuso.
La posibilidad de resolver las diferencias por la fuerza puede desatar una dinámica que lleve a la confrontación entre las superpotencias y con ello al fin del mundo. Es una solución, entonces, de limitados alcances.
El rápido desarrollo tecnológico implica bruscas alteraciones en el cuadro del poder mundial. En una década pueden cambiar los principales protagonistas y con ello alterar el delicado arreglo a que han llegado los diplomáticos en años.
El cuadro global es de inestabilidad. Los poderes son cambiantes, las reglas del juego, sometidas a revisión en cortos períodos de tiempo y los mecanismos de solución de conflictos cuentan con serias limitaciones para actuar. En el plano económico o en el político se observa una impotencia de los organismos internacionales, ya sea a nivel del FMI, del GATT o de la ONU.
Por el momento, se buscan soluciones mediante la celebración de conferencias especializadas, convocadas para discutir un problema que puede ser el del medio ambiente, los derechos del mar, el papel de la mujer o, en fin, de cualquier tema que adquiera una cierta popularidad. Y, así, se celebran eventos -a veces monstruosos- con muchos delegados e invitados, que acuerdan reunirse, de nuevo, en otra ciudad, para seguir discutiendo. Pareciera, sin embargo, que no existe otra alternativa -para establecer las bases de un nuevo sistema internacional- que la búsqueda del consenso. Ello implica que hay que armarse de paciencia y esperar.
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