El escritor alemán Günter Grass se marcha a la India, decepcionado de su país
Günter Grass, el más conocido de los escritores alemanes vivos, ha decidido emigrar por un año a la India, a la ciudad de la madre Teresa, en Calcuta, decepcionado por los acontecimientos de su país y la caída en la indiferencia política de sus colegas. Grass tratará de olvidar no sólo los sinsabores de la política cotidiana alemana, sino también de las durísimas críticas recibidas por su última novela, La rata.
Ninguna otra novela del autor de la trilogía de Danzig ha sido tan vapuleada en las páginas literarias de la Prensa de Alemania Occidental como ese apocalipsis de la era del átomo. La rata, parábola desesperanzada de una catástrofe nuclear planetaria cuyos únicos supervivientes son esos mamíferos roedores, que poco a poco desarrollan los mismos vicios de los humanos que los precedieron, ha provocado la hilaridad de la crítica literaria alemana.
El novelista se lamenta de que su última obra se haya convertido en un pretexto para atacarle por su conocido compromiso político con el sector más a la izquierda del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) de Willy Brandt. Grass se había impuesto tres años de silencio antes de dedicarse durante otros cuatro a escribir ese libro directamente conectado con las angustias de muchos de sus compatriotas, y que ha cobrado dramática actualidad debido a la catástrofe de Chernobil.
Apatía política
Pero el autor de El tambor de hojalata no se queja sólo de la incomprensión y la mala voluntad que atribuye a los críticos, sino también de la apatía política de la mayoría de sus colegas de profesión. Antes de imponerse sus 12 meses de autoexilio en Calcuta, Grass acudirá el próximo domingo al Congreso Internacional del Pen Club, en la ciudad alemana de Hamburgo, donde tratará, entre otros temas, de escritores perseguidos bajo las dictaduras. Grass se queja de la indiferencia con la que la población asiste a la que califica de preocupante evolución política del país con el gradual recorte de las libertades ciudadanas en aras de una mayor seguridad.El novelista critica duramente en sus declaraciones a Stern la actuación supuestamente indiscriminada y "provocadora" de la policía alemana contra quienes se manifestaron recientemente en Brokdorf, Wackersdorf y Hamburgo contra las centrales nucleares.
Censura concretamente el acorralamiento durante horas de centenares de manifestantes, los vuelos casi rasantes de los helicópteros de la policía, que provocaron el pánico entre muchos ecologistas, y el empleo de gases irritantes. Tampoco perdona a los socialdemócratas el que no hayan salido en defensa de los verdes cada vez que los democristianos del canciller Helmut Kohl los califican de "agentes de Moscú".
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