Guardia Civil de Tráfico

El pasado 25 de febrero de 1986, circulando por la autopista A-2, en dirección Barcelona, kilómetro 7,500, noté un malestar fisico con molestias en la vista, dolor de cabeza y un mareo, quizás producido por haber comido hacía relativamente poco y consideré oportuno detener el vehículo en el arcén para evitar un posible accidente. Transcurrido aproximadamente un minuto, golpeó los cristales un agente de la Policía de Tráfico, F. Carrasco, preguntándome qué hacía parado en el arcén. Le manifesté que tenía un mareo. Me solicitó el permiso de conducir y la documentación del coche, indicándome que, por no haber señalizado el vehículo, extendía un boletín de denuncia para una multa de 10.000 pesetas.Le indiqué que había parado para evitar un posible accidente y si él prefería que hubiera continuado y haber ocasionado un accidente... no se molestó en contestarme, solamente indicó "le voy a poner una coletilla en la denuncia".

Al día siguiente cursé el oportuno recurso de alzada, indicando que consideraba que el agente debía haberme atendido, y preguntarme si quería que me acompañase a un centro de asistencia médica, y no proceder a extender la denuncia. El 15 de mayo me han notificado que esas alegaciones no anulan lo denunciado y que si en un plazo de cinco días no hago efectiva la multa incurriré en el recargo del 20%, y que transcurridos cinco días más,se procederá por vía de apremio. Concluyendo, para evitar el embargo, el precinto del coche o el ir a la cárcel debo someterme y hacer efectiva la multa.

Realmente, llego a la conclusión de que la Guardia Civil de Tráfico no está para prestar ayuda, sino para sancionar. El Ministerio del Interior puede estar satisfecho: nos da una buena contrapartida por el pago de nuestros impuestos.-