Una casa encantada del siglo XXI
La exhibición de Procesos tiene algo de vieja casa encantada de feria, pero puesta al día en la era del láser, la electrónica y la informática. El itinerario de este tecnomuseo se vertebra en tres etapas, que se corresponden a la memoria, a la comunicación y a la creación. Podría haberse estructurado con otros criterios diferentes, cómo el de los distintos sentidos humanos, las diferentes funciones intelectuales o el de la evolución histórica de las técnicas, pero el elegido en este caso es tan convencional como estos otros.Este recorrido presupone que el hombre utilizó en otras épocas herramientas más simples para su producción estética y simbólica, tales como el pincel, el lápiz, el compás, el barro o el cincel. Pero el hada electricidad ha creado nuevos instrumentos más versátiles, rápidos y potentes, que hacen posible el vídeo, el holograma, la música sintética, la novela interactiva o la imagen digital sintetizada en pantalla de ordenador. Es inevitable llevarse la impresión de que todavía la magia de los aparatos coloca a los artistas en la situación de niños con juguetes nuevos. Aunque el videoarte y el holograma tienen unos 20 años de vida, todavía parece que la fascinación de la técnica eclipsa la creatividad del proyecto.
Las nuevas imágenes, tridimensionales o electrónicas, todavía no han encontrado su Leonardo, su Rembrandt, su Einstein, su Stroheim o su Paul Strand. Todavía el peso del cacharro es excesivo en la preocupación del ingeniero-artista, que debería desprenderse del primer término de este binomio, como el cineasta Jean Renoir jamás fue ingeniero óptico ni Picasso especialista en química de pigmentos. El tecnomuseo está todavía, más que en su barraca de feria, en sus cavernas prehistóricas, valga la paradoja.
Es innegable, de todos modos, la revolución intelectual o perceptiva que suponen algunas propuestas de esta tecnocultura emergente en el final de siglo. El diseño por ordenador, por poner un ejemplo, está destinado a revolucionar los procesos de creatividad estética. Y el holograma aporta la explosiva disociación de la tridimensionalidad icónica y de la tactilidad como una fantasmagórica escultura de luz intangible. Uno recuerda que ante los primeros frescos de Masaccio estructurados en perspectiva lineal su público creía de un modo ilusorio que perforaban la pared. Este testimonio alucinatorio que narra Vasario nos parece aplicable ala magia del holograma, que nos retrotrae al estatuto de los primeros testigos ingenuos de la revolución perspectivista en Italia.
La exposición Procesos tiene una edificante dimensión pedagógica, en la medida en que formará a los niños que serán consumidores o compradores de arte en el inicio del próximo siglo.
Babelia
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