La tercera
La quinta encíclica del pontificado de Wojtyla tiene como protagonista a la muy injustamente olvidada figura del Espíritu Santo. Lo raro es que hasta ahora no se hayan acordado de la tercera persona de la Santísima Trinidad, y espero ilusionado ese texto papal del que únicamente se ha filtrado la primera y rutilante frase: "Es Señor y da la vida". Soy incapaz de definir con el mínimo rigor las naturalezas humanoides del Padre y del Hijo, a pesar de que mi cultura infantil está amueblada con toda clase de barbadas imágenes paterno-filiales en forma de relieves románicos, vidrieras góticas, retablos barrocos, cromos hiperrealistas de primera comunión y un catálogo, de descripciones literarias que nada tienen que envidiar a la prosa de Borges y a la filosofía de Zubiri. Pero lo mío es la tercera persona. No sólo es la única figura del célebre rompecabezas trinitario que soy capaz de geometrizar con total nitidez, sino la mejor metáfora que encuentro para resumir el endiablado presente.El inconveniente tradicional de la tercera persona divina frente a las otras dos es que no tiene ni rostro, ni nombre, ni gesto, ni voz, y eso dificulta mucho la devoción porque sólo sacralizamos y veneramos lo dibujable. Y, la verdad, lo que los curas del colegio, nos rumoreaban del Espíritu Santo era muy poco representable con el pizarrín. Hablaban de un ser inmaterial, viento de comunicación universal, centro emisor de las altas informaciones, algo intangible, fuente múltiple del saber, una fabulosa lengua de lenguas más próxima de la televisión que del esperanto. Resulta que aquellos rasgos del Espíritu Santo que entonces nos sonaban tan abstractos son los actuales motores de la historia. El negocio y el poder sólo tienen ahora tratos con el sector de los intangibles, el control de la comunicación, las redes informáticas y los bancos de datos, los procesos inmateriales del objeto, los lenguajes universales y esos vientos empresariales multimedia, multinacionales, multiuso. Tercera ola, tercera industrialización, tercera tecnología, tercera cultura: viles metáforas de la tercera persona. La devoción por el Espíritu Santo, eso sí que es estar en la onda.
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