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Las 100 familias

Aunque los dirigentes del PSOE no lo sepan, vivimos en una economía de mercado, o séase, en un País capitalista donde, como cumple, hay unos cientos de personas que, ya sea por haber acertado en sus empresas o, las más de: las veces, por haberlas heredado, nadan en millones. Antaño lo hacían en tierras, pero hoy esos venturosos suelen invertir sus caudales en los bancos, que es donde de verdad se hace dinero y donde, lógicamente, tienen vara alta y ocupan a menudo puestos en los consejos de administración. Tales fortunas se acrecientan casi solas -en esos niveles hay que ser muy burro para arruinarse- y no faltan así familias ilustres que desde siempre mandan mucho en la economía y las finanzas.Hablar de ellas es tan interesante como difícil, pues son gente discreta -nada que ver con la morralla de las revistas del corazón- y de mucho poder. Sin embargo, ¡qué alivio encontrar en las aburridas páginas de economía de un periódico, id lado de la triste reconversión o de la esotérica política monetaria, la nota humana sobre fulanito o zutanito, sus consejos, sus mansiones de invierno y verano, sus vínculos políticos, sus hijos, los consejos de sus hijos y demás!

Pero, claro, la tarea no es sencilla. ¿Dónde hallar la relación cabal de las llamadas 100 familias? Así se comprende que se cometan errores y así pasó lo que pasó.

¿Qué ocurrió? Pues nada menos que nombraron consejero de una eminente entidad bancaria a un no menos eminente ex ministro de Franco, con la muy curiosa circunstancia de que ese señor era primo segundo de otro señor, empresario él muy destacado, que está casado con una distinguida dama cuyos apellidos sonaron algún tiempo en política.

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¿Cómo se iba a desaprovechar tal ocasión? No se desaprovechó y las páginas financieras de EL PAÍS, por dos veces y hasta con fotografías, publicaron una bonita historia de una familia que, presidida por una gran señora conocida como tía Carlota, gozaría de gran poder político y económico, y a la que se tildaba, aunque las fotos no lo justificasen, de paradigina de beautiful people. Familia a la que, como modesto retoño ya muy crecido, pertenece quien esto escribe.

A decir verdad, aquellas afirmaciones de que la susodicha familia tiene mucho poder político carecen de gravedad. Más bien al contrario. No son verdad, claro está, pero, quién sabe, de tanto decirlo, igual algún día... No, lo preocupante es lo del poder económico. Véase, si no, mi caso. Yo pertenezco a una casta de parias, la de profesores de Universidad, que llevamos en silencio y con decoro nuestra menesterosa condición.

Ahora bien, si resulta que uno es rico por su casa, el asunto cambia. Cuando aparecieron los artículos de marras, mis colegas me felicitaron, pues la cortesía aún existe, por fortuna, en los medios académicos, pero en los parabienes se traslucía la envidia y, lo que es peor, el despego. ¡Había dejado de pertenecer a ese puñado de héroes que sin medios de fortuna se dedican por vocación en exclusiva a la Universidad!

¿Cómo disipar el equívoco? Pensé en repartir copia de la declaración de la renta y el patrimonio, pero ¿sería eficaz? ¿No resultaría contraproducente? ¡Encima no pagan impuestos! ¡Dónde tendrán éstos el dinero! ¡Y aun se permite ser socialista de izquierdas!

Yo pensaba, para consolarrne, que aquellos artículos serían el comienzo de una larga serie sobre las demás grandes familias, incluso de las auténticas. Pero no, no hubo continuación, y por eso, pasado algún tiempo, y aunque ya nada borrará la convicción de muchos -¡si hasta lo ha dicho EL PAÍS!-, apelo a la reconocida hospitalidad de estas páginas, no para desfacer el entuerto, cosa imposible, sino para que quede constancia para la posteridad.

Cuando algún tataranieto se entretenga el día de mañana con los papeles familiares verá este artículo y comprenderá que, pese a lo que se deduciría de algunas informaciones, no fue la dilapidación lo que le dejó sin mayorazgo, sino, simplemente, que nunca hubo tal. Y así, querido tataranieto, tendrás que demostrar, como tus predecesores, que no hay capital como el trabajo. ¿Acaso no dijo ya Marx que éste era el único valor verdadero? ¿Que quién fue Marx? Perdona, hombre, olvidaba que son otros tiempos. Tras ese siglo largo de Gobierno socialista, claro es, qué vas a saber.

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