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Tribuna:LA POLÉMICA SOBRE LA EUTANASIA
Tribuna
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Cuidados paliativos

Cuando las enfermedades no curables (hoy) manifiestan día a día su cruel realidad, haciendo mella indeleble -generalmente silenciada por el paciente-, surge una rebelión de impotencia que tal vez en demasiados casos lleva a la administración de medidas asistenciales "para hacer todo lo humanamente posible"; cuidados, que en prácticamente todos estos casos, aun siendo ordenados y dispensados con la mejor intención del mundo, lo único que producen es aumentar el mal más que hacer el bien para el enfermo.Hoy el saber médico puede ya aproximarse casi a la seguridad, y a la certeza, de cuándo se llega a ese momento de no-retorno, de ese tiempo a partir del cual, por muchos cuidados y actuaciones clínicas y medicinas que se apliquen, nada se puede hacer para retroceder la inexorable enfermedad. Cuando se llega a esa situación, la asistencia-sanitaria, en su más amplia concepción, debe seguir actuando, con mayor esfuerzo si cabe, como lo hace ante el paciente válido que más o menos pronto sanará.

Pero esos cuidados no pueden reducirse a la aplicación ordenada de una batería de tratamientos de cuya eficacia duda incluso quien los ordena, sino la administración de cuidados -clínicos, de enfer mería, psicológicos, sociales, familiares, afectivos, etcétera- que lleven a una muerte digna y, por encima de todo, sin ningún tipo de dolor; nunca la aplicación de me didas extraordinarias, que probablemente nadie de quienes las ordena las desea para él ni para los suyos. No es ético ni humano que muchos pacientes, a quienes se sabe que ninguna medida activa puede ser útil, estén soportando agotadores tratamientos activos.

Nunca debería encontrarse ningún profesional sanitario en una situación en que pueda decir "que ya no puede hacer más" ante un paciente con enfermedad terminal.

Cuando la enfermedad ya no se puede controlar con las medidas terapéuticas al uso puede aparecer el fantasma del fracaso y llevar a una actitud de rechazo del enfermo. Sin embargo, aquí el enfermo -siempre sabedor de su enfermedad, aunque lo ocultará, y sus más próximos se autoengañarán no hablando del asunto- es cuando necesita mayor protección y cuidados humano, clínico, social y familiar, pues no en balde son las semanas o días, tal vez meses incluso, más importantes de su vida. Los tratamientos deben concentrarse entonces en el control de aquellos síntomas que le incomodan física, psíquica y biológicamente, cuidados que tanto bien representan, para él y que tan difícilmente suelen ser asumidos por los sanitarios que les atienden. Y en un lugar preferente el tratamiento del dolor, cueste lo que cueste y tenga la consecuencia que sea, aunque fuere la precipitación de la muerte por efecto secundario del fármaco. No es tolerable, y tampoco ético a mi juicio, que si un enfermo canceroso precisa para calmar su dolor una o varias dosis de morfina ésta no se le administre arguyendo un posible efecto, depresor de la. respiración que pueda precipitar su muerte o una adícción si se necesita prolongar el tratamiento semanas. Si el enfermo quiere calmar su dolor siempre deberán administrársele los fármacos necesarios, como también habrá que respetar su decisión contraria cuando ha sido tomada después de una información veraz, amplia y completa.

E igual que estos cuidados paliativos o mitigantes son, a nuestro juicio, tratamiento obligado cuando la enfermedad ha entrado en una fase terminal no reversible, nunca deberían aplicarse medidas extraordinarias o excepcionales para estos enfermos. Somos rabiosamente defensores de la vida humana con sentido y razón, donde la libertad sea el bien supremo intangible.

Prolongación artificial

Y por eso rechazamos -con argumentos y razones- la prolongación artificial de la vida biológica cuando no existe posibilidad de recuperación, máxime si se trata de enfermos con lesión cerebral, alargamientos terapéuticos que se llevan a cabo con sofisticada tecnología automática, a la vez que se administran potentes drogas, se ponen mil inyecciones, tubos y drenajes y un sinfín de actos inútiles que tienen como injusto agravante la separación del contacto humano y afectivo del enfermo con sus familiares. Rechazamos la hipocresía de quienes confunden a la población mezclando el derecho a morir dignamente con el aborto, por ejemplo, y de aquellos otros que farisaicamente hablan de libertad y niegan a los pacientes con enfermedad maligna terminal su derecho a decidir. Los cuidados terminales se pueden resumir en el deseo de un hombre del gueto de Varsovia que murió de cáncer en Londres en 1948: "Deseo lo que está en vuestra mente y en vuestro corazón".

José Sarabia Alvarezude es médico.

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