El niño muerto de hambre en Manresa
El niño Cristian Álvarez, de Manresa, ya ha recibido sepultura. Todos tranquilos: los vecinos, los guardias urbanos, el Ayuntamiento, el párroco, el obispo, los políticos, usted y yo. Había muerto de gana, de hambre, de inanición, casi en el asfalto; no en los desiertos de África ni en las selvas amazónicas. Cuando me enteré, pensé que los teletipos se habían equivocado de país y que el hecho tendría que haber ocurrido en cualquiera de aquellos que tan "acostumbrados" nos tienen a ello. Pero no, sucedía en Cataluña. En plena carrera de trasplantes de órganos, ni los vecinos y vecinas, ni aquel cabo de la Guardia Urbana, pudo trasplantar un vaso de leche. Una puerta atada con cuerda se lo impedía a los vecinos, y al cabo le frenaba su reglamento. ¿Y a la sociedad, a usted, a mí? ¿Quién o qué lo impedía? La insolidaridad.La ciencia continuará efectuando díficiles piruetas y las religiones seguirán con sus sermores, los políticos de la oposición disputarán al Gobierno espacios televisivos, la Administración repartirá cifras triunfalistas, usted y yo estaremos pensando en dejar de fumar... Por lo visto, éstos son los problemas del país; los problemas de los parados, de los que piden limosnas (que son cada vez más), de los que silenciosamente mueren de hambre, de los que caen en el pozo sin fondo de la droga, de las estafas, de las quiebras fraudulentas sin sancionar..., esos son problemas de otra galaxia.-
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