Virtudes antiguas
Sorprende volver a escuchar un teatro bien hablado. No hace mucho tiempo que el bien, el bueno y lo bonito comenzaron a estar mal vistos en las artes, y sobre todo en el teatro, como parte de una necesaria rebelión contra las formas y de una lucha general contra lo antiguo. Esta estética del péndulo dionisiaco ha dado y da grandes resultados, pero en sus zonas mas bajas ha planteado una especie de degeneración, una solución de comodidad. El idioma del teatro ha caído en un desdén, o una improvisacion, en un verbo pálido y monótono de traductores o adaptadores deocasión, en dramaturgistas que buscan sólo el lenguaje que está ajeno a la palabra. Sorprende ahora escuchar el teatro bien hablado en la obra de López Rubio La puerta del ángel, ya este autor era notorio por ello en la época en que estrenaba frecuentemente.Esta cuestión del idioma de La puerta del ángel no es sólo una literaria, de buen escritor, sino una fuerza teatral que permite medir la pérdida sufrida. El uso de la palabra, el diálogo, conduce exactamente a la creación de atmósfera, a la descripción del personaje, al encuentro o conflicto entre ellos, a la tensión dramática. Hay una economía de palabras que conduce a la justeza de lo que se dice y a la razón de por qué se dice, con muy pocas,evasiones.
La puerta del ángel
De José López Rubio. Intérpretes: María del Puy, Miguel Ayones, Carmen Rossi, Luisa Armenteros, Mery Leiva, Pepita Martín, Manuel Salguero. Escenografía y ambientación: Wolfgang Burman. Dirección: Cayetano Luca de Tena. Estreno: teatro Espronceda. Madrid, 17 de abril.
En cuanto a la tensión dramática en sí, corresponde a la situación clásica del encierro, de un pequeño mundo amurallado por una situación anterior que, de pronto, se actualiza. Un hombre y tres mujeres enlazados por sexo, codicia, crimen. El envés de esta fórmula de lo bien hecho está en la falta de vuelo, sin duda por una razón moral propia del sistema: la división entre el bien y el mal. El personaje del hombre que se debate entre estas dos tendencias encuentra -su salida -la puerta del ángel, como opuesta a la puerta del diablo-, y ésta es, una vez más, la inocencia representada por la doncella de los ojos limpios, el cuerpo intacto, el olor a monte, etcétera, y el encierro, y la tortura de la soledad y de las vidas vacías se queda para las sexuadas, codiciosas o taimadas. Probablemente se pueden encontrar algunas huellas del existencialismo -el huis-clos, el infierno son los otros...-, pero dentro de la domesticidad, y con la solución burguesa, es decir, con la salida y con la parte del ángel, tal como era antes de que nos enterásemos de que el ángel era considerablemente dudoso.
La dirección de Cayetano Luca de Tena, que formó pareja con López Rubio en algunos grandes éxitos del pasado -Celos del aire, 1950- apura esa fórmula: aproxima o distancia a los personajes según el texto, hace decir a los actores con solidez, pero sin remachar excesivamente las frases: arte en el que destaca notablemente Carmen Rossi, que mantiene el diálogo principal con María del Puy, un poco más dada al espectáculo.
López Rubio viene de un largo silencio: esta misma obra ha dormido quince años antes de su estreno. Se acoge con interés su regreso, y el estreno tiene en gran parte una condición de homenaje a su larga labor: su primera obra fue estrenada en 1929. Parte de los aplausos fueron destinados a ese reconocimiento, y al de Cayetano Luca de Tena y los actores de la obra.
Babelia
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