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La 'resurrección' de Gaddafi

FERNANDO ORGAMBIDESEran las 23.30 del miércoles. Trípoli llevaba ya dos horas y media sumido en un apagón total; el tercero desde la noche del bombardeo. Pocos segundos después comenzaron a verse, tímidamente, resplandores de luz procedentes de algunas viviendas del centro de la ciudad. Esto provocó cierta alarma. ¿Qué ocurría? Pronto comenzó a correr la noticia, y en los pasillos del hotel Al Kabir, donde se encuentra concentrada la Prensa internacional, comenzaron a producirse grandes Carreras provocadas por el nerviosismo.

"¡El líder, el líder...!", gritaban unos. "¡Está hablando por televisión y también por la radio!", aseguraban otros. El coronel Muammar el Gaddafi había aparecido, por fin, y estaba haciendo una declaración al país.

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Era el primer síntoma visible, al menos para los periodistas y para gran parte del pueblo libio, de que Gaddafi, efectivamente, había salido sano y salvo del bombardeo de la madrugada del martes.

Gaddafi vestía uniforme militar de gala, casaca blanca y pantalón azul. No tenía cubierta la cabeza por la tradicional gorra de plato con los distintivos de coronel y aparecía tranquilo y relajado, sin ningún síntoma de nerviosismo y sin huellas, al menos en la parte que era, visible de sia cuerpo, de que pudiera haber sido herido por el impacto de las bombas.

El coronel Gaddafi rompía así toda una jornada de rumores, especulaciones e incluso erróneas y confusas interpretaciones sobre su estado de salud o sobre su supuesta huida del país, algunas de ellas inconscientemente proclamadas en antena por algún periodista norteamericano desde el hotel Al Kabir y difundidas a bombo y platillo en el mundo entero.

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Euforia en Libia tras la aparición de Gaddafi en televisión

Viene de la primera páginaGaddafi no había comparecido en público antes, para la Prensa o para la población en general, porque es así, porque se trata de un hombre fuera del sistema, excéntrico y nada convencional, que como este país, juega al factor sorpresa. Y la dio.

Algunos periodistas, norteamericanos se quedaron con la boca abierta al ver a Gaddafi en las pantallas de los minitelevisores de pilas (el fluido eléctrico continuaba cortado en el hotel) y trataban de comprobar, recurriendo a intérpretes, si efectivamente era una grabación real o se trataba de imágenes de archivo

Otros, entre ellos los enviados especiales españoles, nos encontrábamos más tranquilos. No habíamos tenido la evidencia hasta ese momento, pero todos los indicios e informaciones que nos habían llegado en las últimas 48 horas nos obligaban a salirnos de la especulación.

Cambio en 21 minutos

Y había datos para ello: el español Francisco Casero, invitado de honor del líder libio desde hace varias semanas junto con un grupo dé jornaleros andaluces, le había visto personalmente la mañana del martes a tan sólo tres metros de distancia. También el martes, Gaddafi y el embajador soviético sostuvieron dos encuentros en privado, confirmados posteriormente por algunas embajadas extranjeras. Y ya el miércoles, el secretario (ministro) de Información, Mohamed Sharaf Eddinn, lo advirtió a media tarde: "He estado con el líder y se encuentra bien".

La intervención radiada y televisada de Gaddafi duró exactamente 21 minutos. Todo Trípoli estaba pendiente de la radio y de la televisión, como se podía observar por las ventanas de las viviendas próximas al hotel Al Kabír. Cuando terminó, la noche de Trípoli estaba comenzando a cambiar de aspecto.

Los edificios se iban sumando progresivamente a la iluminación colectiva y las calles empezaron a ser invadidas por coches particulares que hacían sonar insistentemente los cláxones en señal de júbilo. "El líder ha hablado por televisión. La revolución de septiembre está presente. Reagan es un asesino" eran los comentarios generales, en su mayoría a voces y gritos.

De repente comenzaron a improvisarse manifestaciones por los alrededores del paseo Marítimo, frente a la dársena del puerto, en el trayecto comprendido entre el hotel Bab el Bahar, al oeste de la ciudad, y las proximidades de la Embajada italiana, al este. Euforia es la palabra con la que se podía definir en ese momento todo lo que estaba ocurriendo.

Jóvenes uniformados que levantaban sus armas en señal de victoria, en su mayoría miembros de los comités revolucionarios, el propio personal del hotel, policías que habían abandonado en medio de las calles sus coches patrullas con la sirenas y las luces encendidas, ancianos que no se sabe cómo y por dónde aparecieron mezclados entre la muchedumbre, y un sinfin de personas de todas las edades comenzaron a dar gritos de apoyo al líder, alguno subido en cajas de camiones o sobre furgonetas en una nota ruidosa de color que volvía a romper por segunda vez la monotonía de la noche.

Todos a la Plaza Verde

Fotografías de Gaddafi surgían por todas partes, incluso algunas descolgadas de los salones del propio hotel. Gritos, canciones revolucionarias, y hasta un anciano bailando en medio de un coro, constituían un testimonio real de que el pueblo comenzaba a tranquilizarse por la presencia pública del líder.

Esta manifestación espontánea se encaminó hacia la plaza Verde (situada a tan sólo 400 metros del hotel Al Kabir), centro neurálgico y político de Trípoli, que se había convertido en estas primeras horas de la madrugada en punto de confluencia de un estado de ánimo nuevo tras horas de caos, pánico y desconcierto.

Son las 0. 16. Todo el mundo aquí, en la plaza Verde, está armado. El griterío es ensordecedor. Cuando los periodistas acercan las grabadoras, la muchedumbre grita con más fuerza: "No a América, no a Reagan. Los americanos son unos asesinos. Estamos con nuestro líder. El pueblo libio no perdonará esta agresión. Vengaremos la muerte de los inocentes" eran frases que se repetían insistentemente, al tiempo que los conductores de los coches, concentrados en ese momento en los, alrededores de la plaza, comenzaban a recibir con signas de los comités revolucionarios para recorrer la ciudad y animar a la población a sumarse a la euforia.

Sin embargo, estas muestras de alegría y júbilo estaban solamente localizadas en esta zona céntrica de la ciudad. El temor y la precaución a nuevos bombardeos habían obligado a las autoridades libias a mantener el apagón en el resto de la ciudad, y la única excepción era esta zona, la más concurrida de la capital libia en horas diurnas. Y ello lo avalaban los propios vehículos, que aparecían con sus faros cubiertos con pintura azul para evitar desde el aire la identificación de sus haces luminosos.

La concentración en la plaza Verde fue breve, como también el encendido de las luces de la ciudad. Fue una demostración de que los libios estaban presentes. Sólo un gesto.

Las medidas de seguridad y el estado de alerta en que se encuentra sumido el país impedían que estos síntomas de júbilo se prolongaran durante toda la noche. Este corresponsal fue invitado a recorrer parte de la ciudad en un automóvil propiedad de un miembro de los comités revolucionarios que hacía sonar las sirenas. Ya en las zonas alejadas del centro todo era como en días anteriores, aunque se notaba distensión y tranquilidad. Los controles seguían, y toda la gente que hacía guardia en la calle, pese a la respuesta alegórica a la aparición del líder por televisión, continuaba sin moverse en sus posiciones de defensa, algunas de ellas puestos de artillería protegidos por sacos de arena.

Fuego simulado

Y es que Trípoli, horas antes de la aparición de Gaddafi por televisión, justamente a las nueve de la noche, cuando acababa de producirse el apagón general, se sorprendió de nuevo con un ensayo antiaéreo de bengalas luminosas y detonaciones de fuego simulado, esta vez lanzadas por las unidades navales que estratégicamente controlan el puerto de la capital.

No hubo tanto pánico como en horas anteriores, pero la ignorancia de la población dio lugar a nuevas escenas de nerviosismo e intranquilidad, ya que sólo muy pocas personas aquí en Libia saben distinguir entre lo que es la artillería real y la ficticia.

Todo quedó más claro cuando apareció el líder por televisión, y los libios, tras estos excepcionales minutos de júbilo, pudieron descansar por primera vez. Y la noche volvió a quedarse a oscuras. Era la 1.25.

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