Verónicas para una antología
ENVIADO ESPECIALEn el tercio de quites del segundo toro se produjeron abundantes apuntes para una antología del toreo a la verónica. Nadie en la Maestranza quería que se terminara el tercio, ni los toreros, y con aquél tercio y aquellas ovaciones, música y todo, habríamos pasado la tarde tan ricamente.
Paula toreó a la verónica con su arte, que no tiene parigual. Ojeda, con el suyo, que en realidad no es arte, pero sí técnica buena, la de echar el capote adelante, traerse el toro toreado, ligar los lances, concluir, ceñido y circular, con la revolera. Se cambió el tercio, aclamaba el gentío y Paula invitó a Curro para que disfrutara también del toreo bueno y la alegría contagiosa.
La Maestranza
14 de abril. Cuarta corrida de feria.Toros de Torrestrella, desiguales de presentación, encastados y bravos. Curro Romero: dos pinchazos (pitos); pinchazo y estocada corta baja (pitos). Rafael de Paula: pinchazo y media (ovación y salida al tercio); cuatro pinchazos, y un aviso con retraso (ovación y salida al tercio). Paco Ojeda: dos pinchazos, y bajonazo (ovación y saludos); pinchazo y estocada corta tendida (ovación). Se despidió del toreo el banderillero Andrés Duque Gago.
Llovía y paró la lluvia. Aquél signo meteorológico y el torito noble que esperaba en los medios convencieron a Curro de que los hados le eran propicios. Y salió a bordar la verónica, en la mismísima boca-riego. Lo hizo, pero, sobre todo, lo que bordó fue la media verónica. Verlo Paula, no se pudo aguantar las ganas y corrió a recrear su arte. Este hombre, en la plaza, es una pintura. Vestía de azabache y negro, instrumentó dos verónicas y media con la caera crujía, y la Maestranza se iba a venir abajo.
¡Viva Eré!, cruzó los aires la voz de un paulista desde sol. ¡Viva Zanlúca!, añadió, también de por allí, un ojedista. ¡Y Cama! remachó un currista militante. Así que todos contentos. Paladeando la golosina de la antología de la verónica, transcurrió el resto de la tarde. Los toreros estaban voluntariosos e intentaban repetirla. Alguna dieron Curro y Paula. Ojeda, bastantes más; solo que este hombre lleva un capotazo que han debido fabricar en los astilleros de Cádiz. Además, larga tela y codillea, y no es eso.
Curro necesita menos tela para el arte. O para torear de muleta vía satélite, como ayer. Con ella quitaba el polvo a su primero, que estaba moribundo. A su segundo, que era noble, le citaba desde el satélite, y pretendía que embistiera los flecos del trapo. Con una caña de pescar le habría salido mejor.
Paula, en cambio, teñía la tarde inspirada y, aunque le costaba conatos de infarto ligar los pases, algunos de los que cuajó hicieron saltar al público de sus asientos. El de la firma y el trincherazo al segundo, tres redondos al quinto, fueron de los que ponen al toreo en la cumbre del arte.
Impávidos pases
Por las antípodas de Curro y Paula ejercía Paco Ojeda, que se ponía junto a los pitones; empalmaba, impávido, pases de pecho. De torear ya no había tanto. Fiel seguidor de la escuela damasista (la de Dámaso González), toda su actuación consistía en el alarde de citar de cerca, ceñirse y, en definitiva, ahogar la embestida.Esta vez no arrebató: a la gente le hacía chirivitas el toreo puro que habían apuntado los artistas. La Maestranza estaba ayer para deleitarse con la belleza de los cánones del toreo, interpretados según el estilo del artista; menos para asustarse con el estoicismo de un muletero encimista. Y dio su sitio a los tres diestros. Unos pintan cuadros, otros encalan la pared, y a todos los llaman pintores. Pero el pueblo sabe para qué sirve cada cual.
Luque Gago prendió un meritísimo par, el último de su vida, ganando bravamente la fuerte embestida. Rafael de Paula le cortó la coleta. La Maestranza le dedicó la gran ovación que merecía y también por esta despedida tuvo la tarde una gran carga de emotividad.
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