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ACOSO A GADDAFI

Las divergencias en el seno de la Admistración norteamericana aplazan el ataque contra Libia

Francisco G. Basterra

La falta de apoyo de los aliados europeos, los recelos del Congreso la necesidad de ofrecer una prueba absolutamente concluyente sobre la responsabilidad de Libia en los últimos; alentados y divergencias en el seno de la Administración están impidiendo, por el momento, que Ronald Reagan dé luz verde para un ataque militar contra Libia. El presidente Reagan habría decidido en principio responder a Muammar el Gaddafi, a quien culpa del atentado terrorista de la discoteca de Berlín, pero la decisión definitiva se está retrasando y ayer no parecía inminente.

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Dos grupos aeronavales norteamericanos, encabezados por los portaviones Coral Sea y America, se encuentran al sur de Sicilia, a unas 250 millas (unos 400 kilómetros) de las costas libias, distancia que ya permitiría a los 160 aviones de esta poderosa armada ser operativos. Pero quizá se espere la oportunidad que pudiera ofrecer un nuevo atentado terrorista contra intereses norteamericanos.Reagan ha vueltoa tropezar con Europaen esta crisis. Washington no oculta su &ustración ante los recelos europeos a lit hora de apoyar una solución afilitar contra Gaddafi. Según el Departaniento de Estado, estos recelos son acha cables al miedo, al coste económi co de la operación ya posibles ata ques terroristas, un precio que no desea pagar Europa, algunos de cuyos Gobiernos hacen muy bue nos negocios con Gaddafi.La diplomacia norteamericana está tratando de persuadir a todas las capitales europeas de que apo yen una opción militar o, al menos que no la critiquen abiertamente. Hasta alhora, el éxito ha sido muy limitado, y el secretario de EstadoGeorge Shultz,, ha decidido enviar al Viejo Continente al embajador ante las Naciones Unidas, Vernon Walters.

La advertencia del canciller de la RFA, Helmut Koffl -que parecía aceptar la responsabilidad libia en el atentado de Berlín-, contrauna acción militar ha sido mal recibida en Washington. Las posibilidades de conseguir un frente aliado unido se diluyen, y ni siquiera se cuenta con un cheque en blanco de los primos hermanos británicos, y mucho menos de los países mediterráneos, como Italia, Grecia oEspaña. Esto no sorprende en EE UU, donde se recuerda que, a principios de año, Washington no consiguió apoyo para sancionar económicamente a Libia.

Aunque se desea el apoyo europeo y se considera políticarnente importante, hasta el punto de que el presidente puede retrasar la acción militar para intentar lograrlo, EE UU puede decidir ir adelante sin contar con el aplauso de suis aliados de la OTAN.

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Reagan cree que sus planes han perdido el efecto sorpresa

Viene de la primera páginaLa Administración de Reagan considera que durante la última semana se ha hablado demasiado de dar un golpe y que ha perdido el efecto sorpresa de una eventual represalia. Desde hace 48 horas, la Casa Blanca mantiene un bloqueo informativo sobre la crisis, que sólo ha sido roto en las últimas horas por el jefe del gabinete del presidente, Donald Regan, para decir que EE UU "está muy cerca" de vincular a Libia con la bomba de la discoteca de Berlín Oeste, una afirmación nada nueva y que ya fue hecha por Reagan en su conferencia de prensa del miércoles.

La Regada ayer a Washington del vicepresidente, George Bush, que se encontraba de viaje por el golfo Pérsico, y hoy del jefe del Pentágono, Caspar Weinberger, que ha concluido una gira por Asia, ofrecen a Reagan la posibilidad de una consulta. directa con estos asesores, [sin cuya opinión no se adoptará una decisión. Reagan está pasando el En de semana en Camp David, donde hoy recibirá al primer ministro, japonés, Yasuhiro Nakasone.

Al parecer, Weinberger es el más receloso a la hora de aprobar un golpe militar contra Gaddafi y exigiría pruebas más definitivas e indiscutibles de las que hasta ahora ofrece el espionaje, norteamericano. Weinberger entiende que, si se aplica la fuerza militar, hay que hacerlo de una forma aplastante y para ganar. Hay también dudas sobre los objetivos a atacar, aeropuertos, bases terroristas o instalaciones industriales, y los militares desearían cubrirse aún más con un tercer portaviones.

Incertidumbre de los jefes

Weinberger refleja también la incertidumbre de los jefes de las tres Ejércitos, reacios a utilizar la maquinaria militar para aplicar una política exterior o antiterrorista no claramente definidas. Pero el secretario de Estado y el consejero de Seguridad Nacional, John Poindexter, así como el jefe de la CIA, William Casey, son partidarios de tomar represalias y atacar a Libia. Entienden que EE UU ya ha amenazado demasiado y que el coste de no actuar es superior al de un ataque militar. Este sector, mayoritario en la Administración, entiende que, aunque a corto plazo las consecuencias sean un incremento del terrorismo contra Estados Unidos en todo el mundo, el coste infligido a Gaddafi será muy alto y puede provocar un proceso de descontento interno en Libia que conduzca a su caída.

El Congreso ha dado la primer señal de que no apoyará ciegamente cualquier acción que decida Reagan. El presidente del comité de Exteriores del Senado, Richard Lugar, pidió este fin de semana que el secretario de Estado acuda inmediatamente al Parlamento para explicar la política sobre Libia y consultar antes de cualquier ataque. Lugar ha manifestado la irritación de los parlamentarios por la falta de comunicación y ha advertido a la Casa Blanca de las graves consecuencias políticas internas de no llegar a un consenso bipartidario sobre este tema.

Los demócratas han solicitado también que se hable con los aliados antes de adoptar una decisión. El Congreso estima que esta vez el presidente debe consultar con él, de acuerdo con la ley de Poderes de Guerra, que, desde el fin del conflicto de Vietnam, limita la utilización de la fuerza militar. Según la citada ley, el presidente, que es constitucionalmente el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, debe consultar con el Congreso "antes de introducir al Ejército en hostilidades o en acciones que puedan implicar un enfrentamiento".

Reagan, que, al igual que anteriores presidentes, considera esto como una limitación inaceptable del Ejecutivo, no creyó conveniente invocar la ley de Poderes de Guerra en las acciones bélicas de hace 15 días en el golfo de Sirte.

Muchos observadores no entienden la necesidad de agredir militarmente a un país con el que no existe un estado de guerra. La opinión pública, que aplaude en general a Reagan cuando llama a Gaddafi "perro rabioso", apoyaría probablemente una acción quirúrgica limpia y rápida, pero también considera mayoritariamente que el presidente está haciendo un héroe del pequeño Gaddafi.

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