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Japón quiere subirse al tren de la 'guerra de las galaxias'

Tokio intenta conciliar pacifismo, negocio y compromisos con EE UU

El secretario norteamericano de Defensa, Caspar Weinberger, repitió ayer en Tokio la invitación al primer ministro japonés, Yasuhiro Nakasone, para que Japón participe en el proyecto estadounidense de la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI), popularmente conocido como guerra de las galaxias. Los dirigentes nipones, en un país donde la Constitución prohíbe la exportación de armas, parecen buscar fórmulas sibilinas que permitan una acomodación entre la polémica decisión política y el interés de las industrias de punta japonesas de no perder el tren del desarrollo, aun con fines bélicos.

Después de Canadá, el Reino Unido y la República Federal de Alemania, Japón decidirá probablemente su adhesión al plan del SDI al término de la visita que actualmente realizan a Estados Unidos expertos de 21 empresas de alta tecnología nipona y después de la próxima reunión entre Nakasone y el presidente Ronald Reagan, prevista para el 13 de este mes, en Washington.El primer ministro japonés, el liberal Yastihiro Nakasone, parece tener presente que el tema puede aportar argumentos a sus adversarios políticos, en vísperas de posibles elecciones anticipadas, y recuerda su postura de comprensión ante la solicitud de Washington.

También recuerda los cinco principios, un tanto teóricos, a los que su Gobierno supeditaría la entrada en el proyecto SDI: 1) que no suponga una supremacía unilateral en la balanza militar Este/Oeste; 2) Japón mantendrá su postura de desnuclearización; 3) que suponga el principio para una rápida reducción de armas ofensivas; 4) que se mantenga el respeto de los acuerdos sobre misiles antibalísticos; 5) finalmente, la solicitud de que EE UU discuta el proyecto con sus aliados y también con la Unión Soviética.

Temores de Nakasone

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Nakasone no descarta el efecto de crítica que puede originar la entrada en la Iniciativa de Defensa Estratégica para un país donde toda política de rearme queda constitucionalmente excluida, excepto en el contexto de las Fuerzas de Autodefensa, denominación del Ejército japonés después de su derrota en la II Guerra Mundial. Le preocupa también que incremente el polémico 1% del producto interior bruto (PIB) dedicado al capítulo militar, listón que Washington desea -como Weinberger repitió ayer- que Japón supere en pro de una mejora de la estructura militar occidental en la zona del Pacífico, donde la presencia de la flota soviética ha aumentado considerablemente en la última década.

Otro obstáculo para el Gobierno japonés es la resolución aprobada en 1969 por la Dieta (Parlamento) contra el uso del espacio con fines militares.

La fórmula de que empresas japonesas participen en la tecnología galáctica sobre la base de un acuerdo entre Gobiernos sería la más plausible para el dilema nipón, que oscila entre unos principios morales no armamentistas y el deseo de contribuir a los planes de Washington. Está, además, el opíparo negocio que puede suponer para las firmas niponas de tecnologia avanzada.

Desde el pasado fin de semana unos 50 especialistas japoneses, pertenecientes a 21 firmas, mantienen contactos en Estados Unidos con expertos en materia militar sobre la probable entrada en el nuevo negocio. Hitachi, Toshiba, Sony, Fujitsu, Mitsubishi y otras sociedades relacionadas con sectores de punta integran la delegación japonesa a EE UU.

Japón se ha convertido ya en el principal país suministrador de chips para la memoria de las computadoras, de vital importancia en la industria militar de armas electrónicas. El Pentágono reconoce que Japón cuenta ya entre los proveedores de un mercado de más de 56.000 millones de dólares, que es el presupuesto anual que Estados Unidos gasta en armas electrónicas.

Las nuevas tecnologías japonesas en fibras ópticas, rayos láser, chips de galium y otros sectores son valoradas por los norteamericanos como de gran importancia para la futura fabricación de las armas del espacio.

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