Una política exterior en lucha contra el aislamiento
La Libia del coronel Muammar el Gaddafi ha pugnado en los últimos años por sustraerse a, un fuerte aislamiento exterior que se hace sensible tanto en el mundo árabe como en la esfera internacional.Para ello Trípoli ha desarrollado una estrategia en tres frentes: uno hacia el mundo árabe norteafricano; otro que mira al Africa negra en el sur; y un tercero, al norte, en relación a los países europeos de la cuenca mediterránea.
En el mundo árabe, Libia sólo cuenta con dos aliados, ambos sumamente particulares. Al estallar la guerra entre Irán e Irak en 1980 Libia tomó partido por Teherán contra Bagdad, por considerar a esta última capital árabe más que tibia en su esfuerzo contra el enemigo israelí. Esa circunstancia le puso al lado de Siria, país con el que tiene uno de esos somnolientos acuerdos de fusión intemporal a los que tan aficionado es Gaddafi, pero cabe poca duda de que Damasco es más un socio interesado en el maná petrolífero que un aliado convincente. El segundo aliado es Marruecos, con quien se suscribió en agosto de 1984 un acuerdo de unión que, por el momento, se limita a la lenta puesta en práctica de comités paritarios de una integración futura. Con todo, interesaba a Trípoli airear ese acuerdo que daba un cierto margen exterior de maniobra a Gaddafi.
La estrategia meridional del coronel libio se centra en Chad, el país limítrofe, cuya franja norte ocupan 6.000 de sus soldados en apoyo de uno de los dos pretendientes de Yamena, mientras Francia respalda al que hoy ocupa la capital y el sur del país. Un acuerdo de virtual partición del Chad, que suscribieron en 1984 Francia y Libia no ha sido respetado por Trípoli. Gaddafi ha financiado, por añadidura, a regímenes supuestamente progresistas del Africa negra como el de Burkina Faso que dirige Thomas Sankara y en los años setenta cortejó a Togo, donde su entonces presidente Eyadema se convirtió al islamismo, aseguran, por su fe en los subsidios de Gaddafi.
Las relaciones europeas de Libia han sido especialmente estrechas con la pequeña Malta, siempre por mor de la ayuda económica, y con Chipre, punto de paso entre Occidente y el mundo árabe. Para la isla grecoturca la buena vecindad con el árabe de todas las persuasiones es un artículo de fe en la propia supervivencia. De la misma forma, son especialmente buenas las relaciones con Atenas. En la estrategia del primer ministro griego Andreas Papandreu la amistad con Gaddafi forma parte de su escaparate de izquierdista gestual que sirve bien a necesidades de política interior.
El país europeo más importante para Libia es, sin embargo, la antigua potencia colonial, Italia, gran asociado económico y quien mejor puede darle la respetabilidad que necesita en sus tratos con el mundo exterior. El Gobierno de Roma es en el caso libio cauto, cortesano y contradictorio. Si la línea del primer ministro Craxi pretendería una cierta reconducción de Gaddafi a formas de comportamiento presentables, figuras como el ministro de Defensa Giovanni Spadolini, se oponen a esa familiaridad mediterránea.
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