El par de la montera
Plaza de Valencia. 19 de marzo. Quinta y última corrida fallera.
Cinco toros de Montalvo; 5º sobrero de Camacho. Desiguales de presencia y juego. Muy noble el tercero, con peligro segundo y quinto, inválido el cuarto. El sexto, con 634 kilos, fue el de más peso de la feria.
Manzanares: cuatro pinchazos y descabello (pitos); dos pinchazos y estocada caida (silencio). Luis Francisco Esplá: estocada corta muy baja y tres descabellos (silencio); estocada corta muy baja (petición y vuelta). Manolo Montoliú: pinchazo y estocada ladeada; aviso (petición y vuelta); estocada corta trasera (palmas).
Luis Francisco Esplá andaba intentando institucionalizar algo en el tercio de banderillas del quinto toro, y se lo ponía en suerte con el capote, y cosas así. Por innovar que no quedara. Ahora bien, banderilleó con enorme espectacularidad y mérito, y él solito se colocaba el toro, unas veces con el capote a una mano, otras a cuerpo limpio.
Hubo un par impresionante, de poder a poder, tras correr al cornudo sobrero por todo el ruedo, y otro de escalofrío, reuniendo por los terrenos de dentro, con la fiera domada -pero menos- a un par de metros; de las tablas, si llegaban. El público se entusiasmó de tal forma con este tercio brillantísimo, que pidió un cuarto par, y hubo de ser ese, precisamente, el que institucionalizara Esplá. Fue el par de la montera, y así se le recordará en temporadas sucesivas.
No inventó nada, desde luego. Otros toreros muy pocos, por cierto; únicamente los virtuosos-tiempos atrás de la fiesta, señalaban con el dedo, o tirando un pañuelo, dónde se iban a reunir con el toro, y allí mismo prendían el par.
Si Esplá lo ha leído o no en el cossío u otros tratados, o se lo han contado los Bienvenida (pues Pepote fue el mejor en la modalidad) es asunto irrelevante. Lo que importa ahora es lo que ocurrió ayer en Valencia, y cómo colocó la montera en el centro del ruedo, volvió a la barrera, donde se sentó en el estribo, mientras el toro esperaba en otro tercio. Citó de poder a poder, corrió a los medios y prendió el par, exactamente, en el punto donde había dejado la montera. Pero aún hubo más pues, perseguido de salida, jugueteó con el toro y lo dejó en el sitio de la montera de nuevo.
Un toro con peligro
Ya puede imaginarse el alboroto que provocó el alarde. El toro llegó a la muleta avisado, con peligro, y Esplá le aguantaba las inciertas acometidas sin perderle la cabeza, y ágil el pie para escapar del gañafón. No fue en ningún momento, por supuesto, una faena lucida, pero el público no había olvidado la torería y la emoción del tercio anterior, pidió la oreja con verdadera insistencia e hizo dar a Esplá una clamorosa vuelta al ruedo.
Su otro toro, al que banderilleó bien con Montoliú, también acabó bronco. No se descarta que ese, y el quinto, acusaran las carreras y los manoteos por delante de los tercios de banderillas, pero ya no es momento de someterles a interrogatorio para averiguarlo: llevan desde ayer hechos filetes.
Esplá se dobló ganando terreno mediante extraordinarios muletazos de castigo, advirtió en los medios las intenciones de pregonao que tenía el toro, y desanduvo el camino, para entrar a matar. Nadie le exigía heroicidades de otro tipo, como es de suponer.
Además, con las banderillas y con el capote se había despachado a gusto. Instrumentó un quite por navarras y otro de la mariposa. Los taurinos no quieren que ensaye suertes, ni que bregue, ni que esté cercano a la lidia para el quite, ni nada. Dicen que lo hace por afán de notoriedad. Se ve que quienes sólo están para pegar derechazos, lo hacen por discreción. Tienen gracia los taurinos profesionales. Su idea del toreo es sublime.
Afortunadamente, el público está en otra onda. Ayer se entusiasmó con Esplá en los primeros tercios y tenía toda la ilusión puesta en Manolo Montoliú, que debutaba como matador en Valencia.
Defraudó el neófito
El neófito defraudó, en alguna medida. A su primer toro lo lidió con mimo -fue el toro mejor picado de la feria- y quedó de dulce en el último tercio. Montoliú construyó muy bien la faena, pero sus pases eran desangelades, codilleros y sin apenas recorrido.
Los defectos resultaron más evidentes en el sexto, un pavo de 634 kilos; el toro más grande de la feria. Citándole con el engaño atrás y retirándoselo en seguida, convertía el derechazo -único pase que intentó- en un apunte de suerte apenas advertido. Con las banderillas, prendió dos pares buenos, y tres en este toro, sólo discretitos.
Queda en el aire que el escalafón de figuras de la comunidad taurina valenciana vaya a enriquecerse con este torero. De momento, hay los que había; aunque el más fino de todos ellos, Manzanares, parece atravesar una crisis de embastecimiento. Con su primero no se acopló, pues tenía genio, y cuando un toro así le sale a Manzanares, se suele decir que es de contraestilo.
Ortega Cano, triunfador
En cambio el cuarto recordaba a la tora de los años 60, aquello que Miguelín llamaba burra, y tampoco le inspiró pasión. Manzanares tiraba líneas. No por respeto al menguado enemigo, qué duda cabe, sino quizá por aburrimiento, o quién sabe si por asco.
La confrontación alicantina Manzanares-Esplá se resolvió a favor de este último con el par de la montera, y el esplasismo ha entrado en nirvana. Que le dure.
Los jurados que conceden trofeos a los triunfadores de las corridas falleras proclamaron ayer triunfador a José Ortega Cano, por la faena que realizó al toro sobrero de Los Guateles, quinto de la corrida del pasado martes. El éxito de este torero es muy significativo, pues era el único de los que figuraban en el abono que había sido contestado por algunos sectores de aficionados por haber sido contratado dos tardes.
El impacto que ha causado su actuación del martes ha sido muy grande en los ambientes taurinos de Valencia, y se afirma que es una de las mejores que se hayan visto en este coso en los últimos años.
Según fuentes de la empresa, el resultado económico de las corridas falleras también ha sido muy positivo.
Babelia
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