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25º ANIVERSARIO DE BAHIA COCHINOS

El 'estilo de vida americano' contagia a un sector de la juventud cubana

Veinticinco años después de la derrota del imperialismo en Bahía de Cochinos, que significó, el giro definitivo de la revolución hacia el socialismo, un sector reducido de la juventud cubana ha desarrollado una fascinación por determinados productos del estüo de vida americano. "No cometa el error de juzgar a Cuba por lo que vea en La Habana, alrededor de los hoteles. Salga de la capital. La obra de la revolución se aprecia sobre todo en el interior de la isla", advierten al enviado especial funcionarios y periodistas cubanos.

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La advertencia es necesaria, porque en el cogollo mismo de La Habana se ha establecido una subcultura juvenil de cambistas del mercado negro y chicas que recurren a formas veladas de prostitución para conseguir productos de las intur, tiendas para turistas donde los productos se adquieren en divisas."Por favor, cámbieme 20 dólares, que quiero comprarme unos zapatos", apremia un joven negro, que ofrece cinco pesos por un dólar. En las ventanillas del cambio oficial se pagan 0,85 pesos por cada dólar. Los jóvenes cambistas justifican la necesidad de dólares: "Mira chico, a nosotros los cubanos nos gusta vestirnos bien, y unos vaqueros en tu tienda nos cuestan 10 dólares (1.500 pesetas), y en las nuestras más de 100 pesos (20.000 pesetas)".

La campaña de promoción de turismo ha hecho que se abran tiendas de divisas para los extranjeros. Gran número de ellas está en el barrio de El Vedado, en el corazón de La Habana. La mayoría de los productos de esas tiendas van al mercado interior a través de canales muy variados.

Algunos extranjeros explican que para conseguir determinados servicios en Cuba se recurre a formas de trueque, a pagar con productos comprados en las tiendas de divisas. Existen también extranjeros que revenden a cubanos ropa y utensilios que parecen haberse convertido en símbolos de la elegancia y el buen gusto.

Las tiendas 'intur'

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Las tiendas intur han abierto un escaparate a un mundo desconocido por la mayoría de la población cubana, que ha crecido ya bajo el Gobierno de la revolución. Es raro encontrar a jóvenes, incluso entre los cambistas y las chicas del amor súbito por el extranjero a cambio de unas compras, que quieran marcharse de Cuba. "Yo lo que querría es poder viajar fuera, pero aquí estoy bien y me siento a gusto", es la respuesta más frecuente. Y no faltan los que argumentan: "Ha llegado la hora de que se puedan satisfacer los deseos de mejores artículos de consumo. No se puede mantener durante años al pueblo con la idea de que hay que sacrificarse por la revolución. Llega un momento en que todos queremos vivir mejor".El crecimiento de nuevas generaciones, que han recibido ya como normal las aportaciones de la revolución en forma de asistencia sanitaria, enseñanza gratuita y garantía de las necesidades mínimas, plantea nuevas exigencias de consumo y mejora en la calidad de los servicios.

En su informe central del tercer congreso del Partido Comunista de Cuba, el mismo Fidel Castro reconocía que "los productos industriales de consumo personal, y en especial la ropa, el calzado, los muebles del hogar, las sábanas y toallas, han tenido una oferta insuficiente e inestable, problemas de variedad, surtido, tallas inapropiadas, mala terminación y diseños obsoletos y repetitivos, agravados por dificultades en la distribución, que a veces ha sido irracional".

Estos fallos en el abastecimiento de la ropa, presencia de las tiendas para turistas y la discrepancia del precio de unos pantalones vaqueros en éstas y en las las tiendas para cubanos han desarrollado esa especie de fetichismo por los productos identificados con el mundo imperialista, tan alejado ideológicamente, pero tan sólo a poco más de 100 kilómetros del malecón de La Habana, donde algunas chicas cubanas intercambian a veces favores con un extranjero para pedirle que le compre algo en la tienda del intur.

El fenómeno produce desasosiego entre los fieles partidarios de la revolución. Un alto funcionario explica: "Mire, sabemos que la apertura al turismo tiene un coste político, que hay que asumir y ver si compensa pagar. La apertura

puede significar importar muchas cosas malas, hasta la sífilis o el SIDA, porque no podemos ser tan ingenuos de pensar que todos son buenos. En una fase primera de la revolución creímos ingenuamente que se podría hasta suprimir el dinero, pero ahora tenemos que tener en cuenta que hay mujeres que para comprarse una radio van a la fábrica y trabajan lo que sea necesario y otras prefieren conseguirlo por otras vías más fáciles. Esto es inevitable".

No faltan los. cubanos que consideran las tiendas en divisas un "problema de dignidad nacional" y creen que el Gobierno debería cerrarlas. Un funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores cree que al final se llegará a una solución positiva, porque "la revolución se verá obligada a realizar un esfuerzo y ofrecer en las tiendas cubanas productos de una calidad similar a un precio asequible. Esto es un desafío que tenemos que ganar y lo haremos".

La existencia de otra juventud integrada en el proceso revolucionario es indudable, pero resulta difícil de apreciar para el visitante ocasional de La Habana, que se mueve por los barrios cercanos a los grandes hoteles.

María Eugenia y una amiga hacen botella (auto stop) para regresar a casa. Son estudiantes de segundo curso de informática y acaban de participar en una maratón de su escuela, "una parte de la campaña contra la obesidad y el sedentarismo lanzada por Fidel", a quien consideran un gran líder de la historia de América Latina. La figura de Fidel está fuera de discusión, como más allá del bien y del mal, incluso entre los jóvenes de esa subcultura obsesionada por los vaqueros.

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