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Calma

Rosa Montero

Ya sé que ustedes están hasta el colodrillo del tema de la OTAN. Que andan hartos, aburridos, irritados y algo perdidos. Digo yo que la gente de prensa contribuimos no poco a esta desmesura panotánica llenando los papeles de noticias al respecto. Vease, sin ir más lejos, esta tontería de columna. Claro está que el periodista es un ente particularmente proclive a las obsesiones; el periodista recibe un contagio directo de la clase política, que está fina, y, a poco que se descuida termina convencido de que su pluma puede salvar la patria. Admirable necedad en cualquier caso, pero más aún si tenemos en cuenta que la llamada patria no necesita ser salvada y que no se encuentra en una situación de peligro, sino de referéndum. O sea, que la cosa va de un tema concreto, de una pregunta, de un sí o un no, y se ha acabado. Tranquilidad, compadres, no es para tanto.No es como para lanzar miradas torvas y asesinas a personas hasta ahora queridísimas, a amantes, a ex maridos, al vecino del quinto o al tendero. Otrosí, me niego a tener que sentirme más entrañada con un compañero de intención de voto, que a lo mejor es un soplagaitas y un cenutrio, que con un oponente de la cosa, que quizá haya sido hasta la fecha un buen amigo. El mosqueo reina por doquier: contertulios que se descontertulian por momentos, veteranas parejas de mus que se pasan en masa al ajedrez porque en vez de hacerse guiños se insultaban, e incluso AP rompiendo con la banca, un amor tan puro y tan añejo por los suelos. Calma, colegas, calma.

En realidad todo este caos tiene sus aspectos positivos. Verbigracia, y como decía Umbral, el habernos enterado de la enorme cantidad de intelectuales que tiene este país. O el edificante ejemplo de tanta crisis pública de conciencia, de estos ejercicios espirituales que todos estamos haciendo, de esta revalorización de la sustancia ética. Y siempre queda, en fin, el placer postrero de la reconciliación, cuando todo esto haya pasado. O sea, cuando se me hayan enfriado estas bobas ansias de acuchillar a las hordas enemigas. Como verán, también yo estoy la mar de ponderada y de tranquila.

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