La guerrilla filipina entregará sus armas el próximo día 17 según afirma en Roma el cardenal Jaime Sin

La guerrilla comunista filipina del NPA (Nuevo Ejército del Pueblo) entregará sus armas el próximo día 17, según anunció ayer a su llegada a Roma el cardenal arzobispo de Manila, Jaime Sin, la figura más influyente, de la Iglesia católica de país. "Los jefes guerrilleros se presentaron anteayer y anunciaron que el 17 de marzo entregarán sus armas", dijo él cardenal en una conferencia de prensa. "Esos rebeldes", añadió, "son muy poco comunistas y creen en Dios. Se habían ido al monte porque no es de acuerdo con Marcos. Ahora podrán vivir su vida normal y no serán detenidos".

El cardenal Jaime Sin será recibido hoy mismo por el papa Juan Pablo II, al que informará de los últimos acontecimientos ocurridos en Filipinas, informa desde Roma Juan Arias.Ayer, a su llegada a Roma, respondió con mucho sentido del humor y muy sereno a un tiroteo de preguntas en una rueda de prensa internacional en la que anunció que la guerrilla está para deponer sus armas a los pies de Corazón Aquino.

A quien le preguntó si Corazón Aquino, la nueva presidenta, tendrá la experiencia suficiente para gobernar el país en las actuales circunstancias, el cardenal respondió: "Dicen que no tiene experiencia porque es mujer. Pero ¿quién manda en una familia? En mi casa mandaba mi madre. Y, además, si el pueblo la ha elegido es porque vale".

Según el arzobispo de Manila, el ex dictador Ferdinand Marcos "fue el culpable de la miseria del pueblo" y todo el dinero que se llevó al extranjero "deberá ser devuelto a la nación".

Por lo que se refiere a la teología de la liberación y a si había influido en lo que ocurrió en Filipinas, el cardenal Sin aseguró: "Yo sé muy poco de ella. Quizá, sirva para América Latina, pero mis sacerdotes están muy empeñados en la catequesis y en otras cosas y no tienen tiempo que perder en esas tonterías".

Según Sin, la decisión de ir a la resistencia pacífica contra Marcos fue tomada por la Iglesia filipina sin consultar con Roma.

Reservas

Por otro lado, Corazón Aquino ordenó ayer la puesta en libertad de los cuatro dirigentes comunistas que seguían en prisión después de la amnistía general "sin exclusiones" anunciada la pasada semana. Aquino tomó la decisión de liberar a los últimos cuatro presos políticos a pesar de la oposición y la fuerte resistencia de los altos mandos militares.El portavoz del Gobierno, René Saguisag, reconoció que tanto el ministro de Defensa, Juan Ponce Enrile, como el jefe del Alto Estado Mayor, general Fidel Ramos, mostraron sus reservas ante la decisión de la presidenta.

Saguisag informó de que la orden se firmó después de un intercambio de puntos de vista "claro, cordial y vigoroso" en el seno de la comisión especial creada, para estudiar la liberación de los presos políticos.

Ponce Enrile y Ramos fueron los dos detonantes militares del movimiento que derrocó, a Ferdinand Marcos, contra el que se rebelaron el 22 de febrero, al tiempo que denunciaban el fraude en la elección presidencial y reconocían a Cory Aquino como la verdadera vencedora de los comicios. Aquino, tras asumir el cargo de jefa de Estado, confirmó a los dos rebeldes en sus cargos.

Los cuatro presos políticos liberados ayer son José María Sisón, considerado como el máximo dirigente del ilegal partido comunista; Bernabé Buscayno, líder del grupo guerrillero Nuevo Ejército del Pueblo (NPA), brazo armado del partido comunista; y los guerrilleros del mismo grupo Rubén Alegre, alias comandante Dante, y Alexander Berondo.

José María Sisón y Bernabé Buscayrio estaban encarcelados desde hace 10 años; los otros dos fueron detenidos en los dos últimos años. Ayer inmediatamente después de ser puestos en libertad, los cuatro fueron conducidos en un vehículo militar a Manila para entrevistarse con la presidenta Corazón Aquino. La liberación de los últimos cuatro presos políticos, en abierto enfrentamiento con la opinión de los militares, se interpreta como un gesto de Corazón Aquino hacia la guerrilla comunista para que, al menos, mantenga un alto el fuego hasta que se negocie un plan de reinserción para quienes abandonen las armas.