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Reagan recibe a los jefes de la 'contra' y abre la campaña a favor de la ayuda militar

Francisco G. Basterra

Ronald Reagan recibió ayer en la Casa Blanca a los principales dirigentes de la guerrilla antisandinista nicaragüense, iniciando una campaña de propaganda para conseguir que un Congreso reacio apruebe 100 millones de dólares (unos 14.000 millones de pesetas) de ayuda a la contra. El presidente está convencido de que sin esa ayuda -70 millones de dólares serán para armas- la contra será aplastada por el Ejército de Nicaragua, lo que dejaría a Estados Unidos dos únicas opciones: una vergonzante retirada o la intervención militar directa.

Reagan quiere aprovechar el éxito de política exterior obtenido en Filipinas y compara la situación en los dos países, afirmando que la situación de las libertades en Nicaragua es mucho peor que la de Filipinas bajo Marcos."El mundo está mirando si el Congreso está comprometido con la democracia en Nicaragua como en Filipinas", afirmó el presidente en su reunión con los dirigentes de la contra. Reagan declaró que, si no se ayuda a los rebeldes, sufrirán la misma suerte que los patriotas de la rebelión húngara de 1956. La no aprobación de esta ayuda significaría, según Reagan, "la entrega permanente de Nicaragua al bloque comunista". Los jefes de la contra le prometieron que "miles de voluntarios" tomarán las armas si Washington les suministra nueva ayuda.

La audiencia de Reagan a los dirigentes de los rebeldes Arturo Cruz, Alfonso Robelo y Adolfo Calero fue acompañada por un virulento discurso del secretario de Estado, George Shultz, en el que dijo que, sin una ayuda urgente a la contra, los sandinistas se consolidarán en el poder, la resistencia será aplastada y Estados Unidos tendrá que enfrentarse con una "peligrosa base soviética y cubana en el continente americano". "Su victoria", advirtió, "estimularía peligrosamente a las fuerzas radicales en Latinoamérica.

Shultz, que habló en Washington ante un grupo de veteranos de guerra, afirmó que hasta ahora EE UU no ha tenido que considerar una acción militar directa. "Y esperamos no tener nunca que recurrir a ella" añadió. EE UU inició ayer la construcción de un sexto aeropuerto militar en Honduras, a 32 kilómetros de la frontera con Nicaragua, y comenzó nuevas maniobras en ese país, que implicarán la presencia de 4.400 soldados, que "ensayarán" una invasión aeronaval, con el objetivo de intimidar a los sandinistas.

Shultz pidió a los sandinistas que establezcan un Gobierno de coalición con su oposición armada, el objetivo prioritario de Washington para acabar con la presión militar; que den marcha atrás a su rearme, que expulsen a los asesores extranjeros y que dejen de "oprimir a su pueblo y de subvertir a sus vecinos".

Discurso televisado

Reagan proyecta en los próximos días un discurso televisado sobre la cuestión de Nicaragua. La idea de que la contra necesita armas, porque con "tiritas y mosquiteros" no puede luchar contra los helicópteros artillados soviéticos, según Reagan, es discutida en el Congreso. Ahora mismo, una mayoría de congresistas está en contra de suministrar 70 millones de dólares en armas a los rebeldes por dos razones fundamentales.La primera, que es difícil explicar este gasto cuando se está predicando la austeridad y los programas sociales están siendo recortados. La segunda, que existe la convicción de que la contra es incapaz no sólo de acabar militarmente con los sandinistas, sino incluso de presionarles para negociar un arreglo.

Los demócratas advierten al presidente de que está inyectando millones de dólares en "una guerra incontrolada y sin fin". Sin embargo, el Congreso está también harto del régimen de Managua y quisiera ayudar al presidente. El senador demócrata por Tennessee, Jim Sasser, propuso ayer que se realice un último esfuerzo de negociación entre EE UU y Nicaragua y que, durante seis meses, se congele la ayuda que solicita Reagan.

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