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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Silencio frente a la confusión

VALIÉNDOSE DE recursos reglamentarios a su alcance, el Grupo Socialista, tanto en el Congreso como en el Senado, ha puesto punto final a cualquier debate parlamentario relacionado con la OTAN y la política de defensa en las dos semanas que restan hasta la fecha del referéndum. En opinión del presidente del Grupo Socialista, Martín Toval, el asunto quedó suficientemente tratado en el Pleno de los días 4 y 5 febrero y, a su juicio, no caben presumir buenas intenciones a las preguntas que pretende introducir el Grupo Popular en la Junta de Portavoces. Ni la cuestión sobre el porqué de que el escrutinio se haya confiado al ordenador del Ministerio de Hacienda, en lugar del de Interior, ni la discusión sobre la oportunidad y conveniencia de que las cámaras conocieran el Plan Estratégico Conjunto (PEC) le parecen asuntos que podrían contribuir a clarificar en algo el debate sobre la Alianza Atlántica. "La intención del Grupo Popular es la de oscurecer", ha declarado Martín Toval. "Así que cuantas menos preguntas haga, mejor". Hermoso ejemplo de respeto al papel del Parlamento y novedosa actitud política ésta de hacer juicios de intenciones sobre quienes no asienten al poder.Las paradojas se han establecido en la escena del referéndum como una atmósfera de la que se contagian inevitablemente las discusiones. No existe en la actualidad una opción política sobre este asunto de política exterior que no se encuentre doblada por componentes de política interna, e incluso personales o domésticos, y de tal intensidad que apagan la cuestión básica. La suma de estrategias a favor del sí, del no o de la abstención, más la ponderación sobre la significación política y partidista de cada una de ellas, ha llegado a convertir la decisión de no votar y votar, y de hacerlo positiva, negativamente o en blanco, en el desafío de una teoría de juegos ante la cual no es extraño el alto número de indecisos en las encuestas y que se produzca un fluido trasvase de posturas.

Si el debate en el Pleno parlamentario de comienzos de febrero contribuyó poco a esclarecer qué significaba la OTAN y las ventajas o inconvenientes de abandonarla o seguir en ella, los días siguientes de precampaña tampoco han aportado mucho. Los líderes reiteran argumentos periféricos al problema, y lo que se llama información es, en verdad, especulación sobre las consecuencias -por otra parte, nunca bien explícitas y razonadas- que acarrearía la victoria del o del no. Y también sobre la voluntad de castigo o de acoso que se quiere infligir al partido gobernante.

Varios de los manifiestos de grupos de intelectuales y profesionales son una prueba de esto mismo. La Alianza Atlántica es, en parte de ellos, no un asunto central y al que se aborda frontalmente, sino un dato de color para un referéndum en el que antes parece dirimirse la valoración de la labor y comportamiento. del Gobierno, cuando no el pronóstico sobre las consecuencias que su derrota acarrearía para la totalidad del sistema. En dichos manifiestos, por añadidura, el acuerdo de los firmantes llega a veces a ser tan frágil o improvisado que no faltan las cartas de quienes desmienten haberlos suscrito y de quienes figuran en listas incompatibles.

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Por todo ello es más de lamentar la actitud de los socialistas de no admitir plenos en las cámaras hasta después de realizada la consulta. Quizá con un esfuerzo común se hubiera podido evitar que el votante vaya a las urnas tan anegado de ideología como desnudo de los conocimientos precisos para decidir sobre la cuestión que se le plantea. Pocas esperanzas existen, vistas las fechas en las que nos encontramos, de que en los días que que dan la oscuridad y confusión se despejen. Los llama mientos a la serenidad que el propio presidente del Gobierno ha hecho no se compaginan con la crispación de actitudes de unos y otros, la vociferación de los órganos de la ultraderecha, el acoso a las actitudes de la Corona, las agresiones verbales en los medios de comunicación, las descalificadiones a ultranza y la escisión de este país entre güelfos y gibelinos en torno a una tema cada día menos identificable en su sustancia y más lacerante en sus formas.

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