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La lucha de un joven por librarse de la heroína

Eduardo J. Sainz, un joven de 25 años de edad, adicto a la heroína, lleva desde el viernes buscando un lugar donde someterse a una cura de desintoxicación. En este tiempo, Eduardo ha soportado el síndrome de abstinencia prácticamente a pelo, tomando un sedante y apoyado sobre todo en su fuerza de voluntad, que él mismo reconoce escasa, y en los ánimos y la compañía de su madre y un viejo amigo de la familia. En su desesperación, Eduardo hablaba el lunes de irse a la calle y hacer cualquier barbaridad para que le encerraran y le atendieran de alguna forma.

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Eduardo J. Sainz se encuentra, desde el viernes, refugiado en el domicilio de un viejo amigo de la familia, aguantando el síndrome de abstinencia a base de un fuerte sedante que le recetó ese día "un psiquiatra muy amable del Hospital Provincial", según el joven, pero que le informó que no le podía ingresar.El sábado y el domingo, Eduardo se lo pasó en casa, soportando la angustia y la depresión de la falta de droga. El lunes, después de visitar algunos centros, recaló en el Centro de Salud Mental de la Comunidad de Madrid, en la calle de Hermanos García Noblejas, donde le volvieron a citar para el próximo martes, 25 de febrero.

El lunes por la noche Eduardo se encontraba al límite de su resistencia, aunque pugnara por mantener la presencia de ánimo. Eduardo es un muchacho alto, de buena presencia, que no encaja con el estereotipo del drogadicto-delincuente de los barrios marginales de la ciudad.

Fuma sin parar y tiene la voz monótona, con la tranquilidad falsa de las personas sedadas. "Llevo picándome desde hace ocho años, con temporadas de abandono, pero siempre he recaído. Primero fueron porros, luego tripis (LSD), anfetaminas, cocaína y heroína. Al principio estudiaba y encontré un trabajo como botones, en un ministerio. Luego ya no pude seguir. El viernes reñí con mi hermana. Yo sé que en cierta forma mi hermana me echa en cara que la familia tenga que mantenerme, porque es verdad también que a veces les he quitado dinero".

Eduardo se desmorona cuando su madre entra en la habitación, se sienta en un rincón y escucha las confidencias de su hijo y no puede evitar los sollozos. "Nunca he llegado a picarme dosis altas. Ahora necesito medio gramo al día, pero sólo es heroína el 10% de lo que te inyectas. El resto es porquería".

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Eduardo necesita ingresar en algún sitio, "porque si estoy en la calle no sé lo que haré. Te destroza prometerte a ti mismo que vas a dejarlo y ver que eres incapaz", dice. Eduardo sabe la fuerza de la droga: "Ya he visto morir a un amigo, cuando yo tenía 17 años. Nos fuimos a la sierra ocho amigos y tomamos anfetaminas con alcohol. Uno murió". Aquel suceso, ocurrido en marzo de 1978, conmocionó a la opinión pública.

Asistentes sociales de la Consejería de Salud de la Comunidad de Madrid, enterados de su caso, se entrevistarán hoy mismo con Eduardo para conocer su historia social y médica y gestionar su ingreso en una unidad de desintoxicación. Las asistentes hablan del drama que supone explicar a un joven que quiere desintoxicarse que no hay plazas libres y tiene que esperar durante semanas.

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