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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Rumores

LOS RUMORES no son noticia, dice el Libro de estilo de este periódico. No obstante, hoy es noticia que España se ha llenado de rumores por los cuatro costados. Bulos sobre la salud del Rey, las eventuales aventuras amorosas del presidente del Gobierno o de alguno de sus ministros son recogidos por la Prensa añorante del golpismo. Nada es casual ni fortuito: la caverna utiliza a sus columnistas y sus columnitas para provocar el desprestigio social de instituciones claves de nuestra democracia. Se contribuye así al clima de confusión que embarga a este país desde que se convocara el referéndum sobre la OTAN y a aumentar las tensiones de vacío político que pueden provocarse si el Gobierno, como es harto posible, lo pierde.En un país en el que periodista hubo que llegó a inventarse que el presidente del Gobierno estaba bajo tratamiento psiquiátrico y luego pudo ser considerado como un maestro de la profesión, todo es posible: así que se habla de barquitas con amantes de ilustre apellido franquista que llegan a la borda del nuevo Azor, cánceres exóticos y viajes de tapadillo; historias todas ellas que cuentan muy seguros de sí mismos los integrantes de la más rancia nobleza o doctores en medicina bien informados, cuando no reporteros avisadillos y columnistas de prestigio. Este periódico tiene que hacer al respecto dos autocríticas: la primera se refiere a la publicación de un anuncio el día 5 de febrero en el que una publicación, so pretexto de desmentir los bulos sobre la salud del Rey, los extendía. La dirección de EL PAÍS tiene derecho de veto sobre todos los originales, publicidad incluida, y ese aviso nunca debió salir, porque por la vía de la publicidad cometía el pecado que las normas redaccionales tratan de evitar: convertir los rumores en noticia. La segunda autocrítica atañe a la casi generalidad de los medios de comunicación españoles: existe una tendencia, de veneración o respeto al poder, a no publicar -o a hacerlo sólo aviesamente- las noticias que atañen a la vida privada de las autoridades públicas -del presidente y vicepresidente hacia abajo-, so pretexto del respeto a la intimidad, pero esta intimidad es luego de inmediato rota cuando el personaje abandona el cargo (el caso del ex ministro Boyer es bien notorio al respecto). La ocultación de noticias interesantes sobre los comportamientos privados de los políticos lleva precisamente a alimentar los bulos. La única defensa efectiva contra el rumor es la información, y los personajes de la vida pública deben saber que su dedicación a ésta les priva de las salvaguardias a la intimidad que todo ciudadano tiene.

Pero, autocríticas aparte, de lo que no cabe duda es de que la fábrica de hacer rumores se ha puesto en marcha tratando de desprestigiar a la Corona y al Gobierno democrático de este país. Algunos pensarán que nos encontramos ante la teoría de la conspiración. Conviene preguntarse si no es más bien su práctica.

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