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Tribuna:LA PREOCUPACIÓN DE LA OIT POR EL DESEMPLEO
Tribuna
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Crecimiento económico en beneficio de todos

La realidad del desempleo -sobre todo el paro de los jóvenes, cada vez más frecuente y más duradero- debe abrirnos los ojos: ninguna sociedad puede resolver sus problemas sin crecer, ni puede crecer sin abrirse al exterior.La peculiar situación de España, vehículo entre el Norte y el Sur y puente hacia América, debe hacer de ella un interlocutor privilegiado tanto para sus socios europeos como para los países de allende el Atlántico, enfrentados al pago de su aplastante deuda externa y empeñados en superar la recesión económica.

Estoy convencido de que, en pro de la estabilidad política de los países en desarrollo y la supervivencia del frágil sistema monetario mundial, hay que alentar cualquier indicio de crecimiento, por incipiente que éste sea. Ello requiere que se ayude a los países deudores a superar la crisis mediante el crecimiento.

El mundo industrializado debe ser consciente de que su propio interés está en juego: para que la recuperación económica tenga pleno efecto, los países del sur deben poder importar y reequipar su industria. No olvidemos que el mejoramiento de la balanza de pagos de numerosos países endeudados, en 1984, fue en gran medida resultado de una reducción en las importanciones. Difícilmente ello significa buena salud; en efecto, al año siguiente la balanza comercial volvió a serles desfavorable.

En el ámbito nacional, los sectores más pudientes deben contribuir para que el fardo no recaiga fundamentalmente sobre los trabajadores peor remunerados y más vulnerables, que hasta la fecha han debido soportar el mayor peso del reajuste. Los primeros frutos del crecimiento no deben malograrse en la pugna entre los interlocutores sociales que intentan recuperar para sus respectivos sectores parte del terreno perdido durante la crisis. Si la recuperación ha de tener un rostro humano, la fórmula para el futuro crecimiento tendrá que ser forjada conjuntamente por todas las partes interesadas. La ruta deberá ser trazada por los organismos financieros, los sindicatos, los empleadores y los Gobiernos. El diálogo nacional debe tener su complemento a escala internacional.

Condiciones del reajuste

La OIT celebrará el mes que viene una conferencia regional de sus Estados miembros de América en Montreal. Para finales de año ha convocado una reunión a la cual asistirán los principales organismos económicos internacionales con representantes de los trabajadores, los empleadores y los ministerios de Economía, Hacienda y Trabajo de todas las regiones del mundo. No existe una fórmula única que proponer, pero creo que habrá de incluir lo siguiente:

- Los países acreedores deberán compartir una parte del gravamen que supone el ajuste. Tendrían que aceptar como necesaria una mayor reducción posible de los tipos de interés, garantizando al mismo tiempo que las barreras proteccionistas no obstaculicen las exportaciones de los países deudores.

- Asimismo es preciso valorar la función crucial del sector público. Proporciona servicios esenciales para el desarrollo y es un gran generador de empleo. Las tendencias históricas no pueden dar marcha atrás de un día para otro aunque cambie el entorno político. El sector público no puede ser privado de recursos de inversión.

- La capacidad de acumulación del sector privado no debe ser constreñida en un período crucial como el que vivimos. Es sin duda esencial que Gobiernos, empleadores y trabajadores lleguen a acuerdos respecto al aumento de precios y salarios. De hecho habría que comenzar proponiendo a escala nacional la necesidad de una política de ingresos como piedra angular de una justa distribución de los sacrificios. Lamentablemente es común que las políticas de ajuste sean concebidas sin tomar en cuenta los intereses de los trabajadores o de los pobres del campo y de la ciudad. Una consulta tripartita y una preparación más cabal harían posible que los Gobiernos ofrezcan políticas alternativas realistas. Se están haciendo ya esfuerzos en este sentido.

- Los Gobiernos quizá debieran examinar más detenidamente, junto con los interlocutores sociales, un paquete global de medidas destinadas a evitar una caída brusca de la demanda interna. Específicamente: programas especiales de empleo e incentivos para impulsar a las empresas a emplear a un número mayor de trabajadores. La elevación del coste de las horas extraordinarias podría estimular nuevas contrataciones.

- Los copartícipes sociales deben prestar atención a lo que algunos llaman "factores de rigidez del mercado laboral" y que otros conocen como "derechos adquiridos".

No se puede pretender que los trabajadores condenen a sus hijos al hambre para pagar la deuda de sus países. Si van a practicar la austeridad salarial, su sacrificio debe fundarse en un pacto nacional. Los exitosos contratos sociales de Italia, España y Australia tienen valor de ejemplo en la situación latinoamericana. La historia del movimiento sindical muestra ejemplos de recelos ante la concertación, considerada como una entrega. Esto no puede ser obstáculo para fomentar entre los interlocutores sociales el hábito de negociar al mismo tiempo que contribuyen al desarrollo. Es doblemente importante que así se haga en momentos en que la actual recesión ha empujado a muchas sociedades al borde del abismo.

Abrigo la convicción de que si todos los copartícipes sociales hacen acopio de sus posibilidades de concertación, las naciones afectadas podrán superar los riesgos de la crisis y pasar a la etapa del crecimiento económico. Es necesario que los Gobiernos, así como los empleadores y los trabajadores, tomen conciencia de que un reparto equitativo de la carga del ajuste estructural es la forma más expedita de lograr una recuperación económica en breve plazo. Los países latinoamericanos, pese a los problemas que afrontan en la actualidad, poseen los recursos humanos y la riqueza material para salir de la recesión. Una política fiscal coherente y coordinada, un nuevo pacto social y la ayuda de los países más prósperos podrían convertir el marasmo de la economía en un impulso sostenido de crecimiento.

Francis Blanchard es el director general de la Organización Internacional del Trabajo.

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