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Los tres secuestrados en Beirut reciben buen trato, según los shiies

Comer mucho, dormir más y ver la televisión son las principales actividades a las que los tres funcionarios secuestrados de la Embajada de España en Líbano dedican sus largas horas de ocio forzoso cuando está a punto de concluir la cuarta semana de su cautiverio, iniciado el pasado 17 de enero, al ser capturados en la autovía del aeropuerto de Beirut. Pedro Antonio Sánchez Anula, miembro de los Grupos Especiales Operativos (GEO), es el único de los rehenes que aprovecha el interminable tiempo libre para hacer ejercicios físicos, levantando unas pesas que le han proporcionado unos custodios que, como era de esperar, no le autorizaron a hacer footing por las calles de los suburbios meridionales shiíes de la capital libanesa.Esta descripción apaciguadora de la vida cotidiana de los presos españoles Pedro Sánchez y Asad Abdo, canciller de la embajada, y del libanés Gaspar Abdo, vicecanciller, fue hecha el pasado fin de semana a este periódico por personas allegadas a las familias Rahal y Jalil, que apresaron a los tres funcionarios. Su propósito es intercambiarlos por sus hijos Mohamed y Mustafá, que cumplen en la cárcel madrileña de Alcalá-Meco una condena de 23 años de cárcel por el asesinato frustrado de un diplomático libio.

A pesar de la gravedad de los rostros de los cautivos, fotografiados por los amigos de los padres de ambos reos, hicieron hincapié en que el policía español y los hermanos Abdo "estaban tranquilos y relajados" y que el trato que les otorgan sus guardianes no es el que se da habitualmente a los rehenes, sino más bien el que "disfrutarían unos huéspedes".

Como prueba de las atenciones que tienen con sus invitados extranjeros, las fuentes anónimas señalaron que, en contra de lo que suele ocurrir con los apresados, que pierden peso durante su cautiverio a causa de la tensión nerviosa, uno de ellos, Asad Abdo, había engordado porque, entre otras cosas, "traga una bolsa de pan (árabe) al día". "No sólo comen mucho y bien", prosiguieron, "sino que hasta se les permite hacer sugerencias sobre el menú que les apetece y, en la medida de lo posible, sus deseos suelen ser satisfechos".

"Aunque", agregó otra persona allegada a los clanes Rahal y Jalil,"los padres de estos muchachos encarcelados afirman estar dispuestos a alimentarles durante cinco años, a estas familias modestas su mantenimiento les cuesta un ojo de la cara, con tanta mayor razón que a la comida hay que añadir los utensilios de aseo y las mudas de ropa que ha sido necesario comprarles, y hasta el alquiler de películas de vídeo para que se distraigan".

Cintas de vídeo

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En algunos de los clichés de los retenidos, como llaman púdicamente los familiares a los secuestrados, remitidos recientemente a El PAÍS, se distinguen un aparato de radio y un televisor en el que se proyectan entre dos y tres cintas de vídeo al día con películas, sobre todo, norteamericanas, en versión original aunque subtituladas en árabe.. "Lástima que el policía", señala otro amigo de los Rahal, "no entienda ningún idioma aparte del español y sólo pueda comunicarse con los jóvenes encargados de vigilarle y atenderle a través de sus otros dos compañeros, con los que comparte el mismo cuarto". Aunque hablan perfectamente el castellano, los hermanos Abdo son de origen libanés y, por tanto, conocen el árabe.

Para amenizar la monótona existencia del geo entre cuatro paredes, sus custodios intentan, por ejemplo, explicarle en broma y gesticulando que, si "se esfuerza por mantenerse en forma haciendo ejercicio, no debe ser para atacarles por sorpresa y escaparse". Le muestran las armas cargadas de los milicianos que deambulan por el barrio de regreso de la línea de demarcación que separa los sectores cristiano y musulmán de Beirut y hasta le han enseñado algunas palabras de árabe, como lajve o barba, la cual se ha dejado crecer.

Desde que el pasado martes redactó una carta a su familia informándola de que se encontraba perfectamente de salud y pidiéndola que hagan todo lo posible por obtener la liberación de los dos presos shiíes, Pedro Sánchez, de 27 años de edad, se muestra aún más interesado en charlar con sus guardianes, preguntándoles, por ejemplo, con insistencia qué ha pasado con su misiva y si va a recibir pronto una respuesta.

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