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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un nuevo y salvaje golpe

EL ATENTADO que ha costado la vida a Cristóbal Colón de Carvajal -vicealmirante de la Armada y duque de Veragua- y a Manuel Trillo -conductor del vehículo- es un sangriento recordatorio de que el terrorismo, aunque debilitado en sus estructuras organizativas y aislado socialmente, no ha perdido su salvaje capacidad para el asesinato y para proseguir su estrategia de desestabilización de las instituciones democráticas. Cristóbal Colón unía a su alto rango en las Fuerzas Armadas la condición de heredero del apellido y del título nobiliario del intrépido navegante que al mando de tres navíos fletados por la Corona de Castilla estableció el primer contacto entre la Europa renacentista y los pueblos y las culturas de la vasta región americana. No parece improbable que los terroristas, al elegir el blanco para su nuevo crimen, hayan tomado en consideración las dimensiones simbólicas de la víctima, cuyo apellido otorgará una resonancia internacional al hecho.El atentado -a la hora de escribir este comentario no reivindicado por ninguna organización, pero presumiblemente realizado por ETA- se ha producido precisamente al día siguiente de que el Congreso de los Diputados aprobara la convocatoria del referéndum sobre la pertenencia de España a la OTAN. No parece una coincidencia. El terrorismo ha golpeado con especial crueldad siempre que las instituciones democráticas adoptan iniciativas o resoluciones de especial trascendencia, bien fuese la ley de amnistía, la aprobación de la Constitución o la votación de los estatutos de autonomía. El asesinato de Cristóbal Colón resulta difícilmente disociable del inicio de las cinco tensas y agobiantes semanas que separan la convocatoria de la consulta popular sobre las vinculaciones entre España y la Alianza Atlántica y la comparecencia de los ciudadanos ante las urnas para depositar su voto. El atentado reciente contra un policía nacional y su hija de corta edad es el precedente en el tiempo más cercano que nos habla, por lo demás, de que el bandidaje político ha llegado a unos extremos que sólo pueden inspirar una absoluta repugnancia ante tanta bestialidad.

Nunca se insistirá lo suficiente en que las acciones criminales de los terroristas no sólo han segado la vida de vanos centenares de ciudadanos -(buena parte de ellos perteneciente a las Fuerzas Armadas y a los cuerpos de seguridad), sino que han contribuido, además, a reducir y condicionar el terreno de juego para las confrontaciones democráticas. En medio de la sorda y confusa pugna que el referéndum sobre la OTAN ha de suponer, el asesinato del duque de Veragua puede ayudar a recordar a todos los demócratas (de derecha, de centro y de izquierda) que las esperanzas de las fuerzas de la involución residen precisamente en el surgimiento de situaciones de dramatismo, de conflicto institucional y de vacío de poder que den una nueva oportunidad a los golpistas de cualquier género.

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