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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Métodos inaceptables

LA OPERACIÓN de la aviación israelí al interceptar un avión civil libio que volaba de Trípoli a Damasco, y al obligarle a aterrizar en una base militar cercana a Haifa, no ha tenido consecuencias trágicas. Según las últimas noticias, todos los pasajeros, después de un registro realizado por fuerzas militares de Israel, han podido proseguir viaje. Sin embargo, si ciertamente se han evitado males mayores, ello no disminuye en nada la extrema gravedad de lo ocurrido. Los cazas militares israelíes, al interceptar un avión civil, han violado una serie de normas del Derecho Internacional, gracias a las cuales es posible que se desarrollen, con relativa seguridad, los transportes aéreos. Han violado el espacio aéreo de Chipre, ya que la intercetapción ha tenido lugar en las proximidades de Larnaca, y han hecho caso omiso del respeto obligado hacia los aviones civiles que circulan de acuerdo con los reglamentos establecidos.Aplicando el mismo método, y siguiendo el ejemplo de Isreal, Libia, u otro país, podrá interceptar mañana cualquier avión con el mero pretexto de suponer que en él se encuentran personas que considera enemigas. Tal es el punto de degeneración al que ha llegado la vida internacional. Una especie de ley de la jungla parece ser el único camino para relacionarse. Lo que cuenta es la fuerza, y quien posee más, en un momento y en un lugar dado -como era el caso de los cazas isrealíes en el momento de interceptar el avión civil libio-, la utiliza en su provecho. En la larga historia de la navegación existe un delito tipificado como piratería. Lo que han hecho los cazas israelíes ha sido exactamente esto. En el comunicado oficial de las autoridades israelíes se invoca como razón de la operación que "existían sospechas de que en el avión viajaran personas implicadas en la preparación de acciones terroristas". En este caso concreto es evidente que el servicio secreto israelí, Mossad, al que se suelen atribuir méritos extraordinarios en el terreno de la información, ha sufrido un fracaso serio. Los pasajeros no eran, a todas luces, los que se suponía. Pero conviene reflexionar sobre las consecuencias que se derivarían de aceptar la alegación de las autoridades israelíes. En el fondo, significa considerar que no se debe respetar ninguna norma jurídica cuando se trata de luchar contra el terrorismo. Tal argumento equivale a considerar que, cuando se trata de luchar contra el terrorismo, valen incluso los métodos terroristas. Así se borran fronteras jurídicas y políticas -huelga quizá mencionar aquí el aspecto moral-, de las que ningún Estado puede prescindir sin poner en cuestión su legitimidad.

Por esa vía, se llegaría a un envilecimiento total del ámbito internacional, apoyado en la filosofía de que al fin, en determinadas circunstancias y tiempos, todos somos terroristas y nos está, además, permitido serlo. Unos, para luchar por la buena causa; otros, para defender la mala. El propósito y los largos esfuerzos históricos para crear foros de diálogo supranacional y abordar pacíficamente los conflictos están siendo directamente atentados con estos comportamientos. Ante la desoladora perspectiva de una tierra en manos de la audacia y la temeridad de los piratas, es necesario exigir una vez más la insoslayable colaboración de todas los gobiernos para instaurar el suficiente grado de racionalidad y legalidad entre naciones.

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