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Tribuna:EL DEBATE SOBRE LA ALIANZA ATLÁNTICA
Tribuna
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El presidente y Baudelaire

FERNANDO RODRIGO

El autor del texto apunta algunos de los malentendidos que, a su juicio, mantiene el presidente Felipe González en el decálogo de seguridad. El primero de ellos es el que hace referencia a la posibilidad de construir una seguridad europea, cuando lo cierto es que eso es la Alianza Atlántica. Otro es el de que España podrá mantener su actual posición dentro de la OTAN. En la actualidad no se pertenece a la estructura de defensa integrada, pero sí al Comité de Planes de Defensa y al Comité Militar, que sirven para tomar decisiones que afectan a aquélla.Cada vez que oigo hablar sobre el decálogo de seguridad que el presidente propuso en el debate sobre el estado de la nación del pasado año y que está intentando convertir en realidad durante estos días, a costa de tantos disgustos, no puedo por menos que sonreír y recordar aquellas célebres frases de Baudelaire: "El mundo no funciona más que por el malentendido. Por el malentendido universal todo el mundo se pone de acuerdo. Pues si, por desgracia, llegaran a comprenderse, jamás podrían ponerse de acuerdo".

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Aquí se encuentra el origen de la famosa ambigüedad calculada, que no es otra cosa sino el intento de aprovechar la conocida capacidad de comunicación del presidente, para edificar un consenso sobre una montaña de malentendidos. Actitud lógica y natural cuando se ha incurrido en tamaños errores de base y apenas queda tiempo para rectificar en serio.

Varios son los equívocos que nos convendría deshacer, sin esperar a que otros, menos clementes, pongan en evidencia nuestro amateurismo. El primero es, desde luego, el que hace referencia a la posibilidad de construir una seguridad europea. Me figuro la perplejidad de los jefes de Gobierno de los países de la CEE cuando llega Felipe González poseído de la convicción del converso, a increparles por su descuido en emprender tan noble tarea, o cuando les afirma que España estaría muy interesada en pertenecer a la Unión Europea Occidental. La Comunidad Económica Europea, desde su fundación, hace casi 30 años, ha evitado cuidadosamente ocuparse de los aspectos militares de la seguridad, porque sus miembros han entendido siempre que era en el marco de la Alianza Atlántica donde estos problemas debían abordarse, ya que en la era atómica no se puede hablar de seguridad si no es contando con armamento nuclear. En cuanto a la Unión Europea Occidental, instituida por el Tratado de Bruselas en 1948, se sumió en el letargo en 1949, cuando se firmó el Tratado de Washington, que dio origen a la OTAN y, desde entonces, nadie ha conseguido averiguar cuál pueda ser su utilidad.

Mantener la posición

El segundo malentendido que convendría deshacer, si de verdad se quiere llegar a alcanzar alguna vez un consenso, es el de que España podrá mantener su actual posición dentro de la Alianza, si finalmente decide permanecer en ella. Por supuesto que la forma de participación en la OTAN será la que nosotros decidamos, pero lo que sin duda nos van a pedir nuestros aliados es que, sea cual sea la postura que adoptemos, tenga una mínima coherencia. Y no está de más recordar que la actual situación de España en la Alianza recuerda más a la de uno de esos bailarines de ballet que dibuja Forges, a quienes la ciática ha sorprendido en plena ejecución de una pirueta arriesgada, que al resultado de una decisión razonable y meditada. No olvidemos que los socialistas congelaron literalmente lo que era un proceso desigualmente iniciado, y ahora nos encontramos con contradicciones tales como la de no pertenecer a la estructura de defensa integrada, pero sí al Comité de Planes de Defensa y al Comité Militar, que sirven precisamente para tomar las decisiones que afectan a aquélla.

El tercer malentendido oculto en el decálogo del presidente, me temo que no llegaré a tiempo para desvelarlo, porque en esto ya se me han adelantado los acontecimientos. Me refiero, claro está, a la pretensión de nuestro Gobierno de obligar a los norteamericanos a negociar la reducción de su presencia militar en nuestro país, antes de aclarar si vamos o no a permanecer en la OTAN y sin que las Fuerzas Armadas españolas se hagan cargo de las misiones que ahora cumplen las norteamericanas en el contexto de la Alianza. Y esto no se debe, como proclama el vicepresidente del Gobierno, a que el actual convenio de defensa que mantiene España con EE UU sea el mismo en esencia que aquel que Eisenhower firmara con Franco en los lejanos cincuenta, sino precisamente a lo contrario, pues el actual convenio fue renegociado en 1982 con tenacidad y con rigor, por un Gobierno por lo menos tan patriota y tan democrático como el actual. Y aun más, fue el propio Gobierno socialista el que consiguió que en 1983 dicho convenio fuera aprobado en las Cámaras, por el procedimiento de urgencia y por aplastante mayoría.

Sería muy fatigoso desmontar los mil y un artificios que desde 1981 se han originado, casi a diario, en la mente del presidente. La cuestión es saber si el actual Gobierno puede llegar a un consenso sobre algo con la actual oposición, aunque estén de acuerdo, y como la respuesta es evidentemente no, comprendo que el presidente insista una y otra vez en seguir al pie de la letra los consejos de Baudelaire. Será, pues, necesario para lograr el anhelado consenso en materia de seguridad, esperar a que cambie el actual desequilibrio parlamentario, ya que no se adivina qué motivos puedan tener para negociar sinceramente quien tiene 202 diputados y quien alcanza a duras penas la mitad, si además se encuentran global y profundamente enfrentados.

Solamente si en las próximas elecciones legislativas los votantes privan al partido socialista de la mayoría absoluta y conceden un número importante de diputados a un partido de centro, alejado de tentaciones tercermundistas en política exterior, podrá tener el señor presidente esperanzas fundadas de verse relevado de la ingrata y absurda tarea de construir malentendidos y podrá negociarse con calma y con éxito el acuerdo sobre política de seguridad que todos deseamos ver felizmente concluido.

Fernando Rodrígo es profesor de Sociología en la universidad Complutense. Es autor de numerosos trabajos sobre Las Fuerzas Armadas y la transición.

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