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Crítica:MÚSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El arte crítico y perdurable de Alexis Weissenberg

Juventudes Musicales de Madrid.Recital de Alexis Weissenberg. Obras de Bach, Chopin y Schumann. Teatro Real, 1 de febrero.

Desde el comienzo de los años cincuenta, la figura de Weissenberg goza entre nosotros de especial popularidad: la que se reserva no sólo a los grandes, sino a quienes, por diversos motivos, contactan de manera especial con los públicos. Por aquel entonces, las actuaciones de Weissenberg menudeaban y los melómanos madrileños podían sentirse junto a un excepcional pianista y "dialogar" con un gran amigo.

"El amor -o la amistad- es el roce", dicen en Andalucía. Pero aunque el "roce" se haga infrecuente, nuestros públicos han demostrado el sábado su memoria prácticamente informática, pues acogieron al artista búlgaro-francés con entusiasmo y siguieron sus versiones con calor, largos aplausos y actitud afectiva.

En una de aquellas primeras presentaciones de Weissenberg destacábamos el interés de sus versiones bachianas. Tocó, como ahora, la cuarta partita -luego las haría todas y las Variaciones Goldberg para el breve conservatorio de Cristóbal Halffter- y demostró no sólo la ascendencia de Landowska, sino su aportación singular: esa suerte de compromiso entre piano y clavecín que no resulta ficticia, pues se trata de afirmar el instrumento actual sin olvidar a su antecesor, del mismo modo que en otros casos asoma el fantasma del órgano barroco.

Calidad

La razón de ser del arte de Weissenberg es, por lo pronto, la calidad del sonido. O las calidades: pues da con un sistema per fecto de relaciones y ataques para Bach y con otro para el poético Chopin de los nocturnos Todo lo demás no justifica el comentario, pues el mundo sabe que estamos ante un virtuoso de gran vuelo y, a mi modo de ver, ante un conciliador del gran piano romántico europeo y el actual estilo de entender las cosas.

Quizá esta perspectiva resultaba inviable en los años cincuenta. Hoy otorga al arte weissenbergiano dimensiones perdurables.

Penetrar en el "secreto" de los nocturnos -la almendra del romanticismo chopiniano y acaso de toda la época- como lo hizo Weissenberg en el póstumo en do sostenido, por ejemplo, es operación admirable, pues nos lleva a la verdad sin la deformación, a la intimidad sin halago, a la trascendencia antes que al esplendor tocado de retórica. En el pensamiento estético-técnico se adivina la sombra de los maestros de ayer tanto como se anticipa el estilo de los monstruos del piano actual, Es, pues, Weissenberg un intérprete crítico, resumidor hacia el pasado y hacia el futuro, viviente de las tres momentaneidades que otorgan significación a los hechos históricos de importancia.

Para Schumann y sus estudios sinfónicos -incluidos los póstumos de 1835- tiene, Weissenberg un especial élan: expresivo y constructivo a la vez. Se nos da el sentimiento, pero asistimos simultáneamente a un proceso arquitectural tan evidente que, al final, la memoria no ha de esforzarse para verificarlo. Esta facultad de espacializar un arte esencialmente temporal como es la música también es privilegio de muy pocos: tan sólo de aquellos que, como Weissenberg, hacen razón de su vida y vida de su razón.

Fueron obligadas las propinas -ya después de la primera parte-, y si Weissenberg hubiera querido podría haber tocado 50. La gran asistencia de público al teatro Real redondea el éxito de Juventudes Musicales de Madrid al propiciar -con el patrocinio de Cultura- el reencuentro de Weissenberg con su público de ayer y el nuevo de hoy.

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