En memoria de Tierno Galván
Subió los escalones quedamente, por un pacto honroso de fusión y competencias. La paloma popular de la libertad y del puño socialista se posé suavemente sobre la Villa y Corte por el afán madrileño del voto a la esperanza. ¿Quién se acuerda ya? Ahora, hoy, es como perder a alguno de la familia: "Sí que es una pena que se nos haya muerto el alcalde". En estos casi siete años, múltiples logros: convertir el poder en convivencia; el saber, en comunicación, y el madriñelismo, como tarea común. Erradicar la habitual queja de invocar su cargo ante las dificultades diarias del ciudadano de la gran urbe. Pasear y notarse sentido y querido. Nunca los bandos del regidor madrileño han sido tan recibidos, leídos, admirados y orgullosamente exhibidos por los interfectos. Genio, figura y saber para hacemos europeos y libres, para la movida juvenil, la comprensión al problema, el latín a la púrpura y el negar la llave de esta villa a quien no la ha de merecer...Traía las alforjas llenas de entendimiento y saber, consiguió que cada vecino pudiera sentirse su discípulo, su alumno y que la ciudad fuera como una enorme aula, un lugar de encuentros a conseguir y ensalzar. Cabe imaginarle imponiendo regañinas doctas a algún alevín municipal, eufórico de cargo y poder, sometiéndole con la grandeza del ejemplo. Quería que le recordáramos como un hombre sencillo y preocupado, pero, aun a su pesar, con él se nos van muchos anhelos y se nos abre, como a su familia, la terrible brecha de la ausencia. Dificil va a ser acostumbrarnos. Impropiamente, su eventual sucesor hoy nos ha anunciado la pérdida del mejor alcalde de Madrid, de España. No, no, que se nos ha ido el mejor alcalde de todos.
Ahora, a sumirnos en lo diario con un poco de tristeza y, más tarde, y por lo menos, dar su nombre a una plaza madrileña, por nosotros y por generaciones venideras.
Que don Enrique descanse en paz-
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