_
_
_
_
Tribuna:MODELOS DE SINDICALISMO EN ESPAÑA / 1
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Una desestabilización anunciada

Las dos grandes corrientes de fondo que pugnaron en las postrimerías del franquismo por marcar el rumbo de lo que luego se llamó la transición estaban formadas por los partidarios de la ruptura democrática y los partidarios de la reforma pactada. Esa pugna se resolvió más tarde en favor de estos últimos.Uno de los aspectos que marcó esa doble opción era la cuestión comunista. Hay abundantes datos sobre la intervención que tanto EE UU como la socialdemocracia europea, en conexión con los poderes, de hecho, existentes en nuestro país, desarrollaron para potenciar a las fuerzas que tendrían que servir de referencia política y sindical en la izquierda española, frente a las que se temía que por su prestigio en la lucha por la democracia y en la defensa de los intereses de los trabajadores durante la dictadura podrían capitalizar política, orgánica y electoralmente ese prestigio; es decir, frente al PCE y CC OO.

El triunfo de la reforma pactada quedó gráficamente expresado el 28 de octubre de 1982. Aquellas elecciones transformaban de forma radical el mapa político anterior, perfilando el modelo que para España habían querido esos poderes externos e internos, esto es, el bipartidismo.

Un modelo que asegurara el alineamiento con el bloque militar y económico que lidera EE UU y garantizara la intangibilidad del sistema capitalista, comprometiéndose para ello, tanto el PSOE como Coalición Popular, a que los instrumentos de poder real no fueran erosionados en absoluto. La no democratización del aparato de Estado -que en estos días ha vuelto a estar sobre el tapete con la ley de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado-, el tratamiento dado a la crisis económica o las actitudes respecto de la OTAN no son más que grandes ejemplos de lo que decimos.

Para perfeccionar y estabilizar este modelo se necesitan al menos dos grandes ajustes. Uno, en el terreno social, consiguiendo reducir a CC OO a la mínima expresión y convirtiendo paralelamente a UGT en un sindicato bien dotado de servicios, inequívocamente situado en prácticas sindicales de gestión, que institucionalice el pacto social como marco de las relaciones laborales y asegure la paz social para el mejor funcionamiento del sistema capitalista. Otro, en el terreno político, para corregir la descompensación que representa la diferencia de escaños en el Parlamento entre el PSOE y Coalición Popular. Pero si el ajuste político puede esperar al menos hasta 1990, el ajuste social no admite espera.

La desestabilización de CC OO es una necesidad de primer orden para esas fuerzas, que se plantean acometerla resueltamente, pues de no conseguirlo corren el serio riesgo no sólo de que el edificio que han ido levantando se resquebraje, sino que el ejemplo de CC OO aliente en UGT las actitudes contestatarias, fortaleciéndose también posiciones de izquierda real en el propio PSOE que den al traste con la misión que hoy cumple y simboliza Felipe González.

La desestabilización de CC OO es algo más que la desestabilización de una organización en la que los comunistas tenemos notable influencia. El objetivo de fondo es desestabilizar el sindicalismo de clase, anticapitalista. Incluye, por tanto, a los sectores que en UGT, con sus lógicos matices y hasta contradicciones, conservan posiciones de clase.

Anticipo mi opinión de que ninguna organización se desestabiliza seriamente por la sola intervención de fuerzas externas a ella. La experiencia del PCE es aleccionadora. Como la de UCD. Hay siempre una interacción -no quiero hablar de complicidad- en la que la presión externa introduce replanteamientos internos en lo ideológico, lo político y lo orgánico, en las estrategias y las tácticas. Dicho de otra manera, las presiones externas calan en el interior de las organizaciones hasta conseguir que en ellas se alcen voces y grupos dispuestos incluso a poner en cuestión la propia identidad de esas organizaciones. En sustancia, puede decirse que ante esas presiones se abre una brecha entre quienes se inclinan a acomodarse como se pueda a un medio hostil y entre quienes reaccionan enfrentándose a ese medio hostil.

La influencia de los errores autónomos en la desestabilización de una organización hay que relativizarla mucho en el caso a que estamos refiriéndonos, pues se puede escribir un libro sobre los dislates del PSOE en la transición, tanto políticos como orgánicos, y ahí está gobernando.

La hostilidad del Gobierno del PSOE hacia CC OO fue patente desde el primer momento. No obstante, los gestos y medidas contra el sindicato fueron los típicos de la táctica del palo y la zanahoria, pensando que una buena administración de esa táctica favoreciera, o bien la ruptura, o bien la ugetización de CC OO, lo que a largo plazo las haría innecesarias. Pese a que en el otoño de 1983 las conversaciones con los ministerios de Industria, Economía y Trabajo -en las que el Gobierno y los sindicatos abordaron las cuestiones de la reconversión, el plan trienal y la modificación del Estatuto de los Trabajadores para facilitar la contratación eventual- dejaron patente que sólo UGT apoyaría la política gubernamental, se esperó el desenlace del III Congreso de CC OO (junio de 1984) para ver si las corrientes moderadas ganaban terreno en el sindicato.

Un error de lectura política de ese tercer congreso hizo creer que, efectivamente, esas corrientes se imponían. Inmediatamente el Gobierno convocó a sindicatos y patronal para la negociación del Acuerdo Económico y Social (AES). Y se encontró con que el rechazo de este acuerdo, con matices más o menos acusados, era abrumadoramente mayoritario en CC OO.

Comienzan las hostilidades

A partir del rechazo del AES se desencadenaron abiertamente las hostilidades. Desde cortar toda vía de diálogo entre Gobierno y CC OO, pasando por el progresivo vaciamiento de las competencias de los diversos institutos en que participa CC OO, siguiendo con los vetos en las mesas de la reconversión, continuando con la vergonzosa discriminación que supone abordar la reforma de la Seguridad Social y otras cuestiones que afectan a la totalidad de los trabajadores sin oír nuestra voz directamente y acabando con la escandalosa práctica de que un Gobierno para toda la nación considere que su único interlocutor debe ser UGT, los intentos de marginación y descrédito no han cesado.Pero todo eso y mucho más no ha debilitado a CC OO. Porque más allá de los propósitos contra un sindicato está la realidad de una política concreta que lesiona gravemente a los trabajadores. La huelga general del 20 de junio pasado ha sido la mejor lección recibida por este Gobierno en sus intenciones desestabilizadoras de CC OO. Y por si fuera poco, se ha encontrado con que su AES iba a la deriva y que su sindicato le sacaba las uñas en la reforma de la Seguridad Social.

Se ha hablado poco del significado de la reconciliación CEOE-Gobierno, con escenas de sofá entre Cuevas y Felipe González, émulas de las que casi al mismo tiempo habían tenido como protagonistas a Felipe González y Fraga.

En apariencia, se desprende que esta nueva situación pretende salvar una concertación social que, tal como la concibe el Gobierno y la patronal, no puede producir más que pactos sociales a la baja. Pero no hace falta ser muy perspicaz para deducir que tanto a la CEOE como al Gobierno les preocupa, por diversos motivos, que CC OO mantenga su prestigio y su fuerza movilizadora.

Implícita y hasta explícitamente, esta reconciliación con la patronal tiene mucho que ver con el propósito de actuar sobre CC OO para disminuir su influencia. También tiene mucho que ver con el inicio de una nueva fase en el ajuste duro que en materia económica y social se vislumbra al menos hasta 1990, con el reforzamiento del sindicalismo de gestión y, en suma, con una actuación mancomunada para intentar satisfacer de una vez el deseo de desmantelar el sindicalismo de clase.

Para esta operación, además de lo antes dicho sobre la actitud discríminatoria del Gobierno respecto de CC OO, hay muchos más datos.

Julián Ariza Rico es secretario de relaciones unitarias, políticas e institucionales de la Confederación Sindical de CC OO.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_