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Abu Nidal, la misteriosa 'hidra del terrorismo'

Israel atribuye al rebelde palestino 33 atentados perpetrados en 1985, con un total de 90 muertos

Desde el primer ministro israelí, Simón Peres, hasta el delegado de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en El Cairo, Tayeb Abdel Rahim, pasando por el Departamento de Estado norteamericano y sin olvidar al jefe de los servicios secretos italianos, almirante Fulvio Martini, todos han coincidido en designar al palestino Abu Nidal como autor de los atentados perpetrados en los aeropuertos de Roma y Viena. El misterio rodea a esta hidra del terrorismo, como le califican sus adversarios, cuyos tentáculos alcanzan a veces a sus enemigos sionistas (israelíes) y a los aliados occidentales de éstos, aunque golpean sobre todo a sus hermanos árabes que han traicionado la causa de la violencia y desean negociar con Israel.

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Desde la tribuna de la Kneset (Parlamento), el jefe del Gobierno israelí, Simón Peres, ha atribuido al grupo de Abu Nidal, que practica "métodos de terror indiscriminado", nada menos que la paternidad de 33 atentados a lo largo de 1985, perpetrados en países occidentales, árabes moderados o dirigidos contra objetivos israelíes o judíos, en los que han muerto unas 90 personas, mientras otras 350 resultaron heridas.La cifra es impresionante, pero acaso un poco exagerad ál, porque, aunque existen sospechas, en varias acciones terroristas reseñadas por Peres la responsabilidad de Abu Nidal no ha quedado fehacientemente establecida. De lo que no cabe, en cambio, la menor duda es que entre sus víctimas figuran desde los representantes de la OLP en Londres, París y Bruselas hasta el embajador israelí en el Reino Unido, Shlomo Argov, gravemente herido en atentado, pasando por los fieles de una sinagoga de Viena y los clientes de un restaurante judío parisiense, sin olvidar al cónsul británico en Bombay y al director en Atenas del British Council.

El informe remitido por el Departamento de Estado norteamericano a sus embajadas cifra en 60 el número las operaciones terroristas efectuadas por el grupo terrorista desde 1978. La mitad de estas acciones corresponden a los dos últimos años y han tenido como escenario principal el continente europeo, donde, además, ha sido abortada una decena de atentados.

Desde Madrid, sus hombres prepararon en la primavera de 1983 el atentado que costó la vida en Portugal a Issam Sartaui, consejero moderado de Yasir Arafat, y a pesar de que España es el único país europeo, junto con el Vaticano, que no mantiene aún relaciones diplomáticas con Israel, no dudó en actuar en su territorio.

Se le atribuye, por ejemplo, la colocación de la bomba que el 1 de julio pasado explosionó en la Gran Vía madrileña, en los locales de las líneas aéreas británicas British Airways, provocando la muerte de una mujer e hiriendo a 24 personas, y es probable que vuelva a golpear en la Península, tal y como amenazó con hacerlo en un comunicado dado a conocer en septiembre en Beirut por la Organización Revolucionaria de los Musulmanes Socialistas, uno de los nombres que utiliza para reivindicar sus acciones.

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De ello se vanagloriaba en una entrevista concedida en septiembre en la capital libia al diario kuwaití Al Qabas, proclamando haber cometido atentados en Bruselas, Madrid, Roma y en la República Federal de Alemania, y en otras declaraciones al semanario Der Spiegel, de Hamburgo, reconocía "colaborar con los vascos de ETA", además de con otras organizaciones europeas de la misma índole.

El historial sangriento de este palestino rebelde se ampliará probablemente en los próximos meses, aunque no consiga su propósito, anunciado en la entrevista de octubre a Der Spiegel, de ejecutar a Ronald Reagan, a la criatura beligerante de Margaret Thatcher, al rey Hussein de Jordania y a ese "traidor de la unidad árabe" que es el rais egipcio Hosni Mubarak.

"Mi éxito depende del secreto", ha afirmado Abu Nidal, "y ni siquiera mi hija, Bissan, de ocho años de edad, sabe quién soy". Ni que decir tiene que los servicios de inteligencia apenas conocen más datos sobre la personalidad de ese padre misterioso y las estructuras y conexiones internacionales de la organización capitaneada por Sabri Jalil al Banna, más conocido por su nombre de guerra de Abu Nidal.

Muerte y resurrección

¿Pero existe Abu Nidal? En la primavera de 1984 circularon abundantes rumores sobre su ingreso, para ser tratado de una afección cardiaca, en el hospital Al Yarmuk, de la capital de Irak, un país de donde había sido oficialmente expulsado en noviembre del año anterior a causa de las presiones de Washington y Animan, con las que Bagdad se había reconciliado para agradecerles su apoyo, velado y directo, respectivamente, en la guerra del Golfo. El régimen baazista iraquí desmintió, sin embargo, rotundamente haberle ofrecido nuevamente asilo.

Poco después, el Chanel 4 de la televisión británica revelé que su fallecimiento se produjo el 6 de noviembre de 1984, lo que grosso modo confirmaran más tarde miembros de su familia en Amman, la revista proiraquí Al Watan el Arabi y los servicios secretos franceses e israelíes, que, según el semanario La Nouvel Observateur, lograron averiguar que pasó a mejor vida en una clínica checoslovaca.

Más cautos, sus hermanos palestinos se limitaron a señalar, junte con Abul Iyad, adjunto de Yasir Arafat y encargado de las cuestiones de seguridad, su hospitalización en Budapest, sin llegar nunca a darle por muerto, a pesar de que nuevos rumores procedentes de Bagdad, pero muy difundidos en Amman, aseguraban que había sido enterrado en Irak en presencia de algunos miembros de su familia.

En Damasco, miembros de su grupo recorren entonces las sedes de varias facciones disidentes palestinas para desmentir tajantemente la noticia, y poco después uno de sus hermanos revela que ha recibido a través de la Cruz Roja un mensaje informándole de que seguía con vida.

Con la clara intención de demostrar la falsedad del persistente rumor sobre su fallecimiento, la agencia de noticias oficial libia Jana anunció a bombo y platillo, a finales de noviembre de aquel año, que Abu Nidal había sido recibido por el coronel Muammar el Gaddafi, líder de la revolución libia, y cuatro meses más tarde el resucitado concedía una primera entrevista a Lucien Bitterlin, director de la publicación France-Pays Arabes, un intelectual galo tan favorable a las tesis radicales árabes que podría haberse prestado a cualquier manipulación.

Sus dos encuentros posteriores con representantes de Al Qabas y Der Spiegel ofrecen, sin embargo, muchas más garantías de autenticidad por la conocida seriedad de estas publicaciones, aunque declara al semanario alemán que su conversación con el periodista es "la tercera entrevista que concede en su vida", cuando es notorio que antes de entrar en la más absoluta clandestinidad recibió más de una vez en Beirut o Bagdad a la Prensa internacional. ¿Habrá querido decir que era su tercera entrevista después del anuncio de su muerte o desde su expulsión de Irak?

La oferta hecha por el Departamento de Estado norteamericano de recompensar a quien suministre datos que permitan la captura de Abu Nidal, y el mandato de busca y captura emitido por el juez italiano Domenico Sica, que ha interrogado a fondo a uno de los miembros del comando que actuó en el aeropuerto de Fiumicino el 27 de diciembre pasado, otorgan aún más credibilidad a la tesis de que Abu Nidal sigue vivo.

Represalia en familia

"Algunos servicios querían hacerme salir a la luz del día", recalca el entrevistado a la hora de explicar por qué la noticia de su fallecimiento fue propagada como un reguero de pólvora. "El anuncio de mi muerte", prosigue, "fue cocinado en común por los servicios secretos jordanos, los de algunos países del Golfo y los británicos", que deben de tener especial interés en cazarle a juzgar por los numerosos golpes que ha asestado últimamente a los súbditos y a los bienes de la reina Isabel.

Haya o no haya fallecido, lo cierto es que, según fuentes solventes, se llegó a celebrar su entierro en las afueras de Bagdad, y el vehemente deseo de Abu Nidal o de sus seguidores de probar que no era el cadáver de Sabri al Banna el que estaba dentro de aquel féretro incitó primero, a él o a un sustituto, a conceder las mencionadas entrevistas.

Pero el empeño de la organización que acaudilla por demostrar que seguía teniendo a su frente al mismo jefe mítico lo llevó incluso a castigar a aquellos que se habían prestado a la mascarada del funeral, empezando por su cuñado Hussein Ali Bitar, asesinado en Amman junto con su hijo, hace un mes y medio, por haber desempeñado, según reza el correspondiente comunicado aclaratorio de la organización terrorista, "el papel de un familiar en el falso entierro de Abu Nidal en Bagdad, con el que los servicios secretos de Jordania y de Yasir Arafat intentaron culminar su acción contra nosotros".

Las autoridades jordanas y la viuda de Bitar proporcionaron una versión completamente diferente del doble asesinato, achacado por ellos a una inextricable disputa financiera.

En cualquier caso una confirmación de la muerte de Abu Nidal no supondría alteración alguna en la lucha que los servicios antiterroristas occidentales, árabes e israelíes desarrollan contra él y sus centenares de partidarios. "Abu Nidal", ha dicho uno de sus anónimos portavoces al leer un comunicado en el que justamente desmentía su fallecimiento, "no es una mera persona, sino un símbolo y una organización estructurada y combatiente que luchará contra el imperialismo y el sionismo hasta alcanzar sus objetivos".

El símbolo empieza a forjarse a partir de 1973, cuando en el seno de la resistencia palestina surgie

Abu Nidal, la famosa 'hidra del terrorismo'

ron los primeros amagos para llegar a una solución negociada del conflicto con Israel. Abu Nidal, que representaba a la OLP en Bagdad, se convirtió entonces en el primer disidente palestino, y con el respaldo material de un Irak radical opuesto a cualquier compromiso con la entidad sionista, funda su propia organización, Al Fatah-Consejo Revolucionario.

Malversación de fondos

Su extremismo doctrinal no suscitaba aún muchas críticas por parte de sus antiguos compañeros, y cuando, un año más tarde, en octubre de 1974, fue condenado a muerte por contumacia por un tribunal de Al Fatah, el principal grupo integrante de la OLP, será por haber sido reconocido culpable de "malversación de fondos y abuso de poder". Nunca, que se sepa, la organización que le juzgó intentó aplicar su veredicto y en más de una ocasión sus dirigentes, incluido Arafat, coincidieron en las ciudades en las que se encontraba Abu Nidal, aunque parece improbable que se hayan encontrado.

Sabri al Banna era todavía un responsable relativamente accesible, y aquellos corresponsales que tuvieron la oportunidad de conocerle guardan el recuerdo de un hombre engreído y elegante, frecuentemente vestido con traje y chaleco, algo insólito entre los cuadros palestinos, y que, a diferencia de sus colegas jefecillos de otros grupos armados, no llevaba, al recibir a sus interlocutores, ninguna pistola al cinto.

Los milicianos en armas que le protegían daban también una impresión diferente a la de otros fedayin por el aspecto impecable de sus uniformes, sólo semejantes a la limpieza y el orden que reinaban en el modesto local que le servía de oficina en Bagdad, donde nadie se atrevía a interrumpirle cuando acogía a visitantes extranjeros, excepto, acaso, el intérprete que solía necesitar para paliar su titubeante inglés.

Su prestancia en el vestir es acaso achacable a su carácter vanidoso o a su procedencia social nada modesta. Sabri al Banna es hijo, según su hermano Hassan, del que fue el principal exportador de frutas y verduras de Palestina, propietario de la famosa marca Jaffa, más tarde recuperada por los israelíes. Al margen de sus orígenes y de una estancia de varios años en Arabia Saudí, donde trabajó como electricista para la compañía petrolera Arameo, antes de ser detenido y expulsado del reino, ninguna fuente independiente ha podido reconstruir sus 48 años de vida agitada desde que nació, probablemente, en Nablusa.

Para recomponer el rompecabezas de su existencia sólo se dispone de algunas confesiones que consintió hacer en sus últimas entrevistas y que no coinciden con el testimonio de su hermano, ni sobre el número de hijos que tuvo su padre, ni sobre los lugares a los que emigró su familia tras la proclamación del Estado de Israel.

Al Banna se autodescribe como un alumno turbulento, expulsado por primera vez del colegio de los hermanos de la misión francesa de Yafa, pero como un marido monógamo -a diferencia de su padre, que contrajo matrimonio a lo largo de su vida con nada menos que con 13 mujeres-, cuya esposa le ha dado tres hijos.

Su itinerario político es, a partir de la ruptura con el grueso de la OLP, casi tan nebuloso como su vida. De no haber sido por la generosidad iraquí nunca hubiese podido lanzarse solo al ruedo del terrorismo internacional; pero a pesar de los estrechos lazos que le han unido a diversas capitales árabes, empezando por Bagdad, Abu Nidal ha sido siempre lo suficientemente hábil para no ser nunca un mercenario al 100%, arreglándoselas para conservar un margen de maniobra de cara a su mecenas.

Muerte desmentida

A pesar de estar afincado en Bagdad durante una primera etapa, Al Banna logró mantener buenas relaciones con el régimen antiiraquí de Damasco, adonde trasladó definitivamente su cuartel general tras serle finalmente prohibida, el 24 de noviembre de 1983, la entrada en Irak, cuyas autoridades le han permitido, a pesar de sus denegaciones, mantener abierta una oficina. No en balde su muerte fue primero desmentida por su representante en aquella capital.

Nada más instalarse en una calle arbolada de un barrio residencial damasquino, Al Banna andaba ya buscando otro lugar donde asentar a su grupo para disponer, como de costumbre, de esa solución de recambio que acrecienta su autonomía de cara al país anfitrión y porque, acaso, no se fiaba de que Siria, que somete tan implacablemente la lucha palestina a sus intereses de Estado, pudiese servirle de trampolín para su revolución a ultranza.

La Yamahiria petrolera de Gaddafi podía además proporcionarle unas divisas de las que Siria siempre anduvo escasa y que Irak, empantanada en su guerra contra Irán, no estaba ya en condiciones le suministrarle. El semanario germanooccidental Bild am Sonntag afirma que el contrato concluido con Libia asciende a 32 millones de dólares anuales, cerca de 5.000 millones de pesetas, además de permitirle utilizar la valija diplomática para la introducción de armas en Europa.

"La probable financiación libia", concluye, por su parte, el mencionado informe del Departamento de Estado, "la puesta a su disposición de una base segura y la ayuda logística le serán muy útiles para sus futuras operaciones terroristas". Hasta ahora, sin embargo, lo único que parece estar establecido es que hace algo más de un año estrenó oficinas en Trípoli y sus partidarios fueron autorizados a entrenarse en sus alrededores.

Su acercamiento al autor del famoso Libro verde no significó, en absoluto, una ruptura con el baazismo laico sirio, en cuya capital sigue contando con locales abiertos y con una imprenta que publica con regularidad su revista Falastin as Saura (Revolución Palestina), aunque es objeto de una estricta vigilancia por parte de la seguridad siria.

Pero antes de estrechar lazos con Trípoli, los principios de su etapa damasquina fueron aprovechados para reasentarse en el vecino Líbano, de donde había sido parcialmente barrido por la invasión israelí. Con las dos acciones que se le imputan en el país de los cedros -el secuestro del periodista británico Allec Collet y la frustrada captura del embajador de Portugal-, Abu Nidal intentó, sin duda, ser fiel a la promesa dada a sus hombres de no ahorrar esfuerzos para obtener su excarcelación.

En una prisión británica cumplen, en efecto, condena tres de sus militantes, autores en 1982 del fallido asesinato del embajador israelí en Londres, Shlomo Argov, que sirvió de pretexto a Tel Aviv para invadir Líbano, mientras en una cárcel lusa se encuentra Yussef al Awad, cuyos disparos acabaron con la vida de Issam Sartaui en abril de 1983 en la localidad de Albufeira.

Pero ni en Líbano, Siria o Libia, Sabri Al Banna posee, como recalcaba el diario hebreo Haaretz, para ilustrar la dificultad para Israel de llevar a cabo represalias por los atentados de Roma y Viena, "bases militares".

"Sus centenares de miembros", proseguía el rotativo, "están diseminados por varios países y sus cuarteles generales están ubicados en edificios de viviendas, en zonas urbanas, en medio de la población", donde no estaba, por ejemplo, la sede de la OLP en Túnez bombardeada en octubre por la aviación israelí.

Obsesionado conjugar un papel desproporcionado con la importancia objetiva de su país casi desértico, empeñado en derrocar al heredero del asesinado presidente Anuar el Sadat, Gaddafi andaba, probablemente, buscando un brazo que ejecutase sus delirios, y al encontrar a Abu Nidal no debió poder contener su alegría hasta el punto de convertirse en el primer jefe de Estado que anunció el 20 de noviembre de 1984, a través de su agencia de Prensa, su encuentro con el jefe terrorista.

La satisfacción del coronel

La satisfacción del turbulento coronel fue correspondida por su huésped, que asegura estar "unido a Gaddafi por una amistad profunda y sólida", y en un tono casi poético le compara a "un pájaro solitario que canta fuera de la tribu, aunque un día", vaticina, "los demás gorriones volarán hacia él y entonarán su canción".

Algunos de los atentados perpetrados por Septiembre Negro, incluido el ametrallamiento de la delegación en Madrid de las líneas aéreas jordanas Alia, le han sido atribuidos.

Pero los chicos de Jibril eran unos novatos, comparados con los profesionales a las órdenes de Abu Nidal, que en más de una ocasión fueron apresados antes de cometer sus fechorías, como ocurrió en Londres hace un año, cuando Scotland Yard les detuvo antes de que ejecutasen al tesorero general de la OLP y a su representante en el Reino Unido.

De ahí surge la sospecha, reforzada, entre otras cosas, por la simultaneidad de las dos operaciones terroristas acaecidas en Madrid contra Alia y la British Airways, de que, a petición del comandatario libio, la experiencia de los aguerridos agentes de Sabri al Banna haya sido puesta al servicio de los principiantes del Frente Popular para la Liberación de Palestina, Mando General, encabezado por Jibril.

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