La información veraz
Suponemos que uno de los primeros mandamientos de ese Ripalda pomposo que llaman Libro de Estilo de EL PAÍS aludirá a la confirmación de la sacrosanta veracidad de la información, es decir, procurar comprobar si lo que le cuentan al redactor es cierto y, consiguientemente, si lo que escribe finalmente el redactor es verdad.Pues bien, en esa sección con marcadas tendencias liberales conservadoras que ustedes llaman Economía -crematística sería más acertado, o contabilidad trucada para uso de empresarios, rentistas y amantes en general de Estado-caja de caudales-, bajo un epígrafe que reza (nunca mejor dicho): Los empresarios fomentarán las inversiones forestales, y antes, como subtitulillo: España tiende a un gran déficit de madera (EL PAÍS, 11 de noviembre de 1985), se recogen las declaraciones de un ofuscado maderero, que no forestal, y ex director, para alivio de muchos, de la ETS de Ingenieros de Montes de Madrid, don Paulino Martínez Hermosilla. Que el señor Martínez mienta, o mejor, que confunda el culo con las témporas y la estadística con la cabala es lo normal, pero que EL PAÍS lo recoja en letra impresa fuera de la columna de píldoras pintorescas de la última página ya es más grave.
España, mire usted por dónde, ni por suelo ni por clima podrá ser nunca un neto exportador de madera de baja calidad, de la misma forma que Finlandia, pongamos por parejo caso, será nunca una potencia en cítricos y aceite de oliva. Precisamente, uno -no el único- de los peligros del ingreso en la CEE es que se nos atribuya este peligroso papel con gran alborozo de los buenos patriotas del resto de Europa que verían así conjurado de sus respectivos solares nacionales tan esquilmante uso del suelo (por cierto, si quieren terrenos para plantar eucaliptos búsquenlos en los maizales de regadío y no en los valiosos bosques cántabros): la producción intensiva y extensiva de madera blanda con especies exóticas de crecimiento rápido para pasta de papel, tan dañina como peligrosa (¿peligros?: incendios terribles, entre otros).
En efecto, el caso español es conocido en Europa "como algo extravagante e insólito", y lo es por dicho suicida empecinamiento de producir madera al superrealista aliento de la conocida arenga de Groucho Marx, y en detrimento de un uso racional de nuestros recursos naturales y, en especial, de la producción cárnica de la ganadería extensiva (en la que mantenemos un déficit mucho mayor).
Sólo unas cifras para aclarar ciertas cosas: primero, en los últimos 10 años de los que se dispone de estadísticas (¡y qué estadísticas, cielo santo% se han repoblado 920.000 hectáreas y han ardido 911.111. Segundo, en 1983, ese 30,80%. de superficie geográfica nacional dedicada a lo forestal representó sólo el 2,6% de la producción final agraria (PFA), ¿por qué seguir incrementando tan rentable superficie? Tercero, dicha producción final forestal (PF) se basa, sobre todo, en la producción de madera de baja calidad y precio constantemente devaluado en detrimento de otras producciones forestales de mayor calidad y demanda (entre otras, las maderas de nuestras especies nobles de crecimiento lento -que reclaman insistentemente los fabricantes de muebles-, el corcho, los pastos, las semillas, etcétera). Así, esa contribución de madera pasó del 45% en 1965 al 72% en 1983 de la PFF. Finalmente, ¿qué les parece la siguiente aparente paradoja?: en España ha disminuido la superficie arbolada (y también los pastos) en casi un millón de hectáreas, a pesar de haberse repoblado en los últimos 40 años de paz casi tres millones.
En fin, los oligopodios del papel siguen de enhorabuena, aunque deberían buscar paladines algo menos seniles.- biólogo. Santiago G. Alonso ingeniero de Montes. Expertos en producción forestal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.